Atreverse: el audaz programa que rompió tabúes y desnudó a la sociedad argentina

Quien hoy transita por la calle Pavón, en el barrio de San Cristóbal, se encontrará a la altura del 2444 con una edificación cerrada con candados y enmarcada por un letrero que la ofrece en alquiler. Las tres esferas (azul, verde y roja) incrustadas en la marquesina del frente alertan sobre el pasado estelar del predio. Es que allí funcionaron el viejo Canal 11 hasta 1990 y el actual Telefe hasta el 2014. Fue en 1990 cuando tras esos muros, construidos en los sesenta para el flamante Teleonce, se gestó Atreverse, uno de los programas más trascendentes de la televisión argentina.

En un saludable flashback, durante las últimas 3 semanas la emisora repuso algunos episodios del unitario, lo cual permitió confirmar el tenor de aquellos contenidos a través de "Entre sábanas", "Damas y caballeros" y "Perder la cabeza", los escogidos para revivir el programa. Aquella fórmula no subestimó a la audiencia. Será por eso que el público aprobó y acompañó la iniciativa desde abril de 1990 hasta diciembre de 1991, cuando se grabó la última historia. Durante la primera temporada se gestaron 33 episodios, y en la segunda se llegó a 26.

Esperando la carroza: así fue la increíble filmación de la película argentina más recordada

El ciclo de unitarios semanales dirigido por Alejandro Doria trascendió como uno de esos proyectos avalados por el prestigio y la audacia. Atreverse se propuso hablar sobre aquellos temas fundamentales que hacen a la naturaleza humana y lo hizo desde esa televisión tantas veces acusada, y con razón, de banal. "Aún se lo recuerda como un programa de culto. Fue un ciclo que llegó a tener más de 30 puntos de rating y, hasta el día de hoy, las mejores críticas", dice a LA NACION Gustavo Yankelevich, quien estuvo a cargo de los destinos de Telefe desde el 15 de enero de 1990 hasta el 31 de diciembre de 1999.

"Hoy se habla de una serie de manera general, pero con Atreverse la gente comentaba puntualmente cada episodio, había un rebote inmediato", recuerda Jorge Marrale, uno de los intérpretes convocados con frecuencia para estelarizar el programa.

Aún se lo recuerda como un programa de culto. Fue un ciclo que llegó a tener más de 30 puntos de rating y, hasta el día de hoy, las mejores críticasGustavo Yankelevich

El unitario tuvo el contexto perfecto. Al poco tiempo de asumir, Gustavo Yankelevich ya había posicionado a Telefe como la emisora líder, una aplanadora que sumaba rating con una fórmula de paleta de colores diversos que incluía a Hola Susana, VideoMatch, Jugate Conmigo, Grande pá, Amigos son los amigos, Ritmo de la Noche, La familia Benvenuto, Siglo XX Cambalache, y, desde ya, Atreverse, que se emitió durante los dos primeros años de su gestión. En ese contexto sostenido por el tono familiar, el entretenimiento y las celebridades, se gestó el programa de historias adultas e íntimas. A la dirección de Alejandro Doria se sumaban libros de plumas que conocían el tempo de la narración frente a cámaras y un elenco coral con actores prestigiosos, muchos de ellos de indiscutida esencia teatral. Los temas que retrataba el programa desnudaban a una sociedad que, aún, se debía varios debates sobre cuestiones como el aborto, la violencia de género o la transexualidad. Algunas de esos asuntos se siguen discutiendo hoy, lo cual habla de lo anticipatorio del ciclo al abordarlos tres décadas atrás.

La reciente repetición de Atreverse tuvo que ver con una conmemoración: durante todo este año, Telefe está celebrando sus primeros treinta años de existencia. En tiempos donde la pandemia del covid hubiera sonado a película de ciencia ficción, las autoridades del canal idearon una serie de eventos que, desde ya, no se pudieron concretar. De todos modos, aquella iniciativa, bajo el rótulo de "30 años juntos" incluía, también, la reposición de algunos títulos. "Una de las ideas que mantuvimos del plan inicial es la de volver a rememorar aquellos programas que habían sido un sello en nuestra pantalla durante estos treinta años. Atreverse es uno de esos ciclos insignias de Telefe por infinidad de razones: fue innovador, de vanguardia", reconoce Guillermo Pendino, VP de Programación y Contenidos Telefe y marcas de PayTV en Cono Sur.

Osadía

Alejandro Doria, el elegido por Yankelevich para idear un programa que llevara prestigio a la pantalla de Telefe
Fuente: Archivo

Programas como Cosa Juzgada, aquel ciclo liderado por David Stivel y el grupo Gente de Teatro, por citar solo un ejemplo, había dado cátedra y abierto un camino en torno a esa televisión con aspiraciones estéticas y de contenidos hondos. Marcó un rumbo. En los ´90, con un medio que empezaba a competir ya sin la jefatura estatal en sus oficinas, la carrera por la cosecha del rating hizo que la puesta en el aire de Atreverse tuviera más mérito aún.

"Para arrancar, Doria llamó a tres actrices: Alicia Bruzzo, Bárbara Mujica y a mí. Después fue incorporando a los hombres", recuerda Graciela Dufau, una de las integrantes recurrentes de ese elenco de figuras que se iban rotando semana a semana. China Zorrilla, Luisina Brando, Dora Baret, María Leal, Ulises Dumont, Elena Tasisto, Oscar Martínez, Alberto Segado, Juan Leyrado, Miguel Ángel Solá, Soledad Silveyra, Víctor Laplace, Marilina Ross, Darío Grandinetti, Susana Campos, Leonardo Sbaraglia y Betiana Blum fueron algunos de los nombres que desfilaron por el programa que reunió a lo más granado de la actuación nacional. La regla era clara: si se protagonizaba un episodio, en otro se podía jugar un papel de reparto. Sin embargo, algunas de las estrellas no aceptaban "descender en el escalafón".

"Era una época donde, todavía, había una diferenciación entre los actores de teatro y los de televisión. Sonaba un poco desprestigiante trabajar frente a cámaras, pero ese ciclo era todo lo contrario, estar ahí te ponía como en una especie de seleccionado. Para mí fue muy importante, enriquecedor, nutritivo", explica Mercedes Morán, quien estaba transitando los inicios de su carrera cuando fue convocada para participar de una de las historias.

Gustavo Bermúdez fue otro de los actores jóvenes que integró su staff: "Estaba en mis comienzos y que me convocasen a participar era como entrar a la universidad. Fue una línea que dejó Gustavo Yankelevich, a partir de esa televisión que tenía todos los colores, amalgamaba ciclos de calidad como Atreverse y productos populares con emoción y entretenimiento", rememora el actor que había conocido a María José Campoamor, una de las autoras, cuando compartieron la experiencia de la telecomedia adolescente Pelito en Canal 13.

"En los ´90, hablar de lo que se hablaba, estaba muy bien. ¿Atreverse a qué? A mirar la vida sin tantos filtros. Qué somos, de qué estamos hechos, cuáles son nuestros deseos o perversiones, era muy jugado.", reconoce Marrale. "Se planteaban problemas muy profundos acerca de todo lo que puede acontecerle al ser humano, con guiones extraordinarios y una dirección magnífica", reflexiona Arturo Puig, protagonista de varios capítulos.

Para Selva Alemán "el valor de un ciclo como Atreverse era justamente lo que planteaba el título, se atrevía a tocar temáticas que no eran demasiado cómodas". "Era muy valioso que, en un canal como Telefe y en un horario central, nos animáramos a abordar temas dificultosos. Esto siempre es bueno, ayuda a crecer, a planificar. Si con un ciclo se logró que la gente piense, dude, o se le ocurra alguna variante, siempre es importante. En definitiva, la tarea del actor es hacer con la ficción un espejo de la realidad comprensible y atractivo para el espectador", apunta.

Atreverse contaba con guiones escritos por María José Campoamor, Jacobo Langsner, Nelly Fernández Tiscornia, Juan Carlos Cernadas Lamadrid y Aída Bortnik. "Los libros tenían un sustento de contenido, era un material muy enriquecido", sostiene Emilia Mazer, quien fue una de las integrantes del elenco del primer episodio del programa. "Soñaba con llegar a los 40 o 50 para poder protagonizar uno de esos ciclos de televisión, pero cuando dejó de trabajar Alejandro Doria, ese concepto se diluyó".

Cuestiones de la vida en pareja, la opción de la libertad sexual, la infidelidad, adicciones, vínculos entre padres e hijos, identidad de género, fueron algunas de las problemáticas abordadas por este ciclo merecedor de varios premios Martín Fierro entregados por Aptra.

De una idea frente al mar al juicio presidencial

Todo comenzó frente al mar. "El primer paso fue convocarlo a Alejandro Doria, a quien conocía desde hacía muchos años. Lo encontré en Punta del Este, unos días antes de que me hiciera cargo de la programación del entonces Canal 11. Ahí mismo le ofrecí hacer un ciclo de unitarios. Me dijo que me iba a contestar cuando llegara a Buenos Aires", recuerda Yankelevich. Doria, que se estaba recuperando de una operación de columna, pasaba sus días en Uruguay en casa de la actriz María Leal.

Terminado el mes de enero, el director ya estaba en Buenos Aires trabajando en esa idea que le llevaría al máximo responsable de la flamante señal: "Me vino a ver con la idea de Atreverse. Me encantó. Así que nos pusimos rápidamente de acuerdo para empezar. Al poco tiempo, me presentó esa maravillosa canción que es 'Honrar la vida', de Eladia Blázquez, cantada por Marilina Ross. Eso, en las promociones, ya daba una idea de las características del programa", rememora Yankelevich.

El episodio 1 se iniciaba con Luisina Brando mirando a cámara, recurso poético que fue todo un sello de Doria. En ese primer parlamento, la actriz tomaba el ideario de Eladia para recordar que "hay tantas maneras de no ser, tanta conciencia sin saber, adormecida". El episodio se titulaba "Alta en el cielo", había sido escrito por María José Campoamor y Juan Carlos Cernadas Lamadrid, y protagonizado por Alicia Bruzzo, Darío Grandinetti y Emilia Mazer.

"Recuerdo una gran situación que me tocó grabar con Arturo Maly, donde su personaje hablaba de su esterilidad. Yo interpretaba a su sobrina y lo tenía que escuchar. Fue una de las escenas más conmovedoras que me tocó hacer en televisión", entiende Mazer, quien no duda en reconocer que "los grandes libros de televisión siempre son contemporáneos porque hablan de lo que buscamos los seres humanos: el sentido de la vida a través de la ficción".

La agenda temática de Atreverse parece planteada en la actualidad. "Con Elena Tasisto grabamos un capítulo en torno a la donación de órganos y con María Leal protagonicé otro donde se hablaba del aborto. Parece mentira que todavía se siga discutiendo sobre eso", sostiene Alemán. Uno de los tantos episodios del unitario, que ya había sido interpretado varios años atrás por Irma Roy, reflejaba la vida de un político infiel. Los protagonistas se inspiraron en un expresidente argentino, entonces en funciones, que no dudó en hacerles juicio tanto a los actores como al canal. "Con los años, me crucé con Zulema Yoma y me felicitó por cómo la había interpretado", recuerda Dufau. El juicio de Presidencia de la Nación se levantó cuando un integrante del directorio de Telefe fue designado ministro en el gabinete nacional.

A la manera de Doria

Indudablemente, Atreverse llevaba la marca en el orillo de su director. La manera en que determinaba el relato frente a cámaras hizo que el programa no solo trascendiese por lo agudo de sus temáticas sino por la forma de narrarlo.

"Podía grabar escenas de más de diez minutos. Era otra forma de contar, por eso a nosotros nos exigía estudiar mucho", reconoce Dufau. Para Puig, la dinámica era de una notable rigurosidad: "No se improvisaba nada, por eso estudiábamos exhaustivamente. Si en un diálogo entre dos personajes, el que escuchaba tenía mayor peso dramático con su actitud, Alejandro podía sostener la escena con un primer plano de ese rostro". Doria salía de la norma y jugaba rompiendo los moldes establecidos. "Nos guiaba por caminos distintos y hacía que uno se arriesgara, eso era bárbaro", explica Alemán.

"Alejandro hacía un programa de televisión, no tenía la pretensión de desplegar una normativa cinematográfica, sobre todo en el desarrollo narrativo. La narración y el uso de la cámara eran absolutamente televisivos, en eso era un maestro", confirma Marrale. Doria perteneció a una camada de realizadores que apostó por decir en voz alta aquello que aquejaba a la sociedad. "Formaba parte de una generación muy prestigiosa junto con María Herminia Avellaneda y Diana Álvarez. Tenían calidad y oficio", reconoce Eduardo Raspo, quien fuera uno de los productores generales del ciclo.

A la hora de escoger temáticas, autores y protagonistas, el director se manejaba con total autonomía: "Todo el mérito fue de Alejandro Doria, él tenía la libertad de elegir los guiones y el elenco. Teníamos nuestras conversaciones, pero yo lo seguía en sus elecciones y decisiones dado que siempre le tuve mucha admiración y respeto", reconoce Yankelevich.

Las grabaciones se llevaban a cabo luego de un par de jornadas previas en la sala de ensayos que el canal poseía sobre la avenida Juan de Garay, en la misma manzana en la que se encontraban sus estudios principales. En una televisión que se caracterizaba, y caracteriza, por cierta inmediatez, Doria se tomaba el tiempo necesario para desandar cada guion en detalle. Esto también implicaba el estudio de la puesta en escena. Mazer recuerda que "el clima de trabajo era de absoluta concentración, quien entraba al estudio sabía que ingresaba a un lugar santificado".

"La primera vez que me lo crucé me dijo: 'Encantado Pedro, quiero disfrutar de tu talento'. Era así, un tipo muy especial, afectuoso, un señor", recuerda Hans Pedro Carlos Patzer, responsable del sonido y la musicalización, quien, al igual que el resto del equipo técnico, asistía a los ensayos aunque no tenía la obligación de hacerlo. Es que Doria generaba esa empatía que hacía que todos tuviesen puesta la camiseta del programa y que sintieran orgullo por ser parte del mismo. "Cuando se llegaba al piso, estaba todo muy trabajado", explica el productor Raspo.

Durante el primer año, el programa se grabó en una sola jornada por episodio, durante la segunda temporada se tomaban dos días para producir cada título. "Era demoledor, recuerdo que un capítulo lo terminamos dos horas antes de salir al aire. Es que Doria tenía el oficio de poder editar mientras se grababa. Cada bloque tenía tres o cuatro escenas largas. Cuando se iba a grabar, se daba una previa de diez segundos para que los actores pudiesen ver en el monitor de dónde se venía", especifica el productor.

Estar en el control era una suerte de ceremonia paralela. Observar a Doria en acción lo desnudaba en su intensidad y emoción por lo que se iba generando en el set. "Era muy lindo verlo dirigir. Con la palma de la mano golpeaba la mesa y decía 'a sentimiento' y ahí entraba la música", recuerda Dufau. "Cuando Miguel Ángel Solá interpretó a un personaje trans, cerré la escena con 'Plaisir d'amour', de Joan Baez. Era un final muy importante. Esas iniciativas se charlaban con Alejandro, pero él daba mucha libertad para crear", recuerda Patzer, quien aportó sus conocimientos musicales como una herramienta narrativa más.

"El oficio de Doria y una producción muy afilada hacían que se pudiese grabar en tan poco tiempo. Todas las semanas producíamos un programa de siete bloques con una duración de más de setenta minutos. Una película en dos días", reconoce el productor general.

Anecdotario

En uno de los episodios, Dufau tuvo que realizar un desnudo. La actriz recuerda: "Luego de ensayar, Alejandro me avisa por el talkback que iba a pedirle a los técnicos que abandonasen el estudio y que solo quedarían un camarógrafo y el microfonista". Dufau agradeció el gesto de discreción del director, pero prefirió rodar la escena con todo el equipo técnico presente: "Le dije a los muchachos: 'Compañeros, hace dos años que estamos trabajando juntos y luego me van a ver un millón y medio de personas. ¿Por qué no se quedan y me ayudan? Así sacamos esta escena que es difícil para mí y para todos'". La situación se grabó en una sola y extensa toma. Luego, la protagonista se enteró que "muchos bajaron la cabeza" para no verla desnuda. "Fue muy emocionante, eso solo lo generaba Alejandro", indica.

"La creatividad era pródiga, porque tuvimos que luchar con la falta de infraestructura, lo atábamos con alambre. Venía gente del exterior y no podía creer cómo salía todo tan bien con tan pocos elementos", recuerda el musicalizador. El ciclo no contaba con exteriores y se sostenía en las recreaciones de las escenografías en el set. "Una vez tuve que tapar con la mano un agujero del decorado", recuerda Dufau. A pesar de las contrariedades, la factura final era impecable. "Alejandro no quería salir a hacer exteriores, por eso apeló a la cámara negra como recurso. Recuerdo que, en una escena, nos teníamos que subir a una cama con Cecilia Roth, Jorge Marrale y Juan Leyrado. Estábamos los cuatro en bata y nos tentamos mucho. Alejandro se enojó, pero luego él también se rió", recuerda Puig.

El primero y el último capítulo se rodaron en el estudio D, el más grande del canal, que daba a la calle Matheu. El resto del ciclo se grabó en el A, también ubicado en la planta baja del edificio. En aquellos tiempos, la programación de Telefe era ciento por ciento "Made in Argentina", lo cual provocaba algunas contrariedades ante esa factoría incesante. "En el estudio de al lado había un bochinche bárbaro porque se hacía el programa de Cris Morena, Jugate conmigo, con 300 estudiantes en la tribuna. Doria se volvía loco porque se filtraba el bullicio de los chicos. Me acuerdo que una vez nos cruzamos con Yankelevich en un pasillo, yo hablaba bajo al lado de la puerta del estudio y Alejandro se puso a los gritos, me decía 'gritá, gritá, no ves el quilombo que hay al lado'", recuerda Dufau, quien disfrutó de los mimos del director: "Tenía que hacer una escena muy difícil. Recuerdo que vino al estudio, se sentó al lado mío, y me puso la mano en el hombro durante un rato largo sin decirme nada. Yo sentía todo lo que él necesitaba. Se levantó, me dio un beso y se fue". La actriz no puede evitar llorar al rememorar aquella situación.

"En esos tiempos, arrancaba Tinelli con sus primeros programas. Me acuerdo de las corridas de Alejandro rumbo al estudio de Marcelo para pedir silencio porque no podíamos grabar", se sonríe Marrale al recordar aquellos tiempos donde el edificio de la calle Pavón estallaba de producción y cada jornada de grabación de Atreverse podía comenzar a las ocho de la mañana y continuarse hasta la madrugada del día siguiente.

El ciclo ganó el Premio Ondas, que se entregaba en Barcelona, con el que se reconocía a la televisión iberoamericana. "Fuimos con Doria a recibirlo. En el evento principal nos sentaron en la mesa con el productor Chicho Ibáñez Serrador, hijo de Narciso Ibáñez Menta, quien, en ese entonces, era importantísimo en España. En aquella comida conversamos sobre nuestras actividades, como suele suceder. En determinado momento nos preguntó en cuántas semanas grabábamos cada episodio. Doria le respondió que se hacía en una sola jornada. Chicho no lo podía creer. A los pocos días nos ofreció hacer algo similar con diez días de rodaje", recuerda Raspo.

Si 30 años después se sigue hablando del programa, es porque su huella es trascendente y, en consecuencia, imborrable. "Que hoy se emita, da mucha luz a lo que pasó en aquel momento", reflexiona Morán. "Por más que cambie la sociedad, la emoción siempre estará vigente. Es que la gran meta del ser humano es ir detrás de la felicidad", reconoce Bermúdez a la hora de pensar en las claves del alcance del programa. Para Mazer, Atreverse "tiene vigencia porque las buenas historias siempre son actuales, poseen mensajes que se hacen más contemporáneos si, de pronto, ocurren en otra época, mensajes que no necesariamente tienen que tener signos actuales".

El sello de esa idiosincrasia reconocible fue otra de las claves del programa. Doria siempre supo cómo retratar las profundidades del ser nacional, tanto en televisión como en películas de la envergadura de Esperando la carroza o Cien veces no debo. "Cuando vi la reposición de un capítulo mío, pensaba en lo identificado que me sentía con lo que estaba viendo, no como actor sino como argentino. Las formas y las maneras eran cercanas. Es que los actores y las actrices somos conductores de lenguaje, imágenes y formas. Había algo muy nuestro en Atreverse. Eso era y es muy importante en medio de estos tiempos de interpretación tan globalizada, enfrentada a la pulsión de lo propio", sostiene Marrale. Para Pendino, hoy uno de los máximos responsables de la programación del canal, la repetición del programa consiguió generar nuevas empatías: "Muy a menudo una misma película o canción es vista u oída por nuevas generaciones que vuelven a disfrutarla como si fuera de su tiempo y son adoptadas como propias con total naturalidad. Ese creo que es el valor más destacado que tiene, en este caso, el ciclo Atreverse".

El pulpo negro: una despedida con sabor amargo para Narciso Ibáñez Menta, "el gran maestro del terror"

Transcurrieron 30 años de aquel debut y 29 del último capítulo estrenado. Sin embargo, Atreverse sigue vivo en la retina del público, fenómeno que ubica al programa entre esos elegidos que trascienden su época. Atreverse tuvo un carácter epopéyico, que dio sus frutos acaso porque la sociedad tenía ganas de mirarse a sí misma. "Nunca pensé en el riesgo. En el momento en el que se gestó el programa, nuestro canal estaba último en audiencia. Cuando salió al aire, cinco meses después, ya estábamos primeros. El público lo aceptó porque fue un programa que contaba muy bien, de mucho compromiso, que tocaba temas tabú para esa época", concluye Yankelevich, resumiendo la dinámica de esa fórmula aún vigente y que fue fruto de su conocimiento profundo de las audiencias y de la creatividad de un director notable como Alejandro Doria.