Así operan Los invisibles, la nueva generación de narcotraficantes colombianos

Por Sebastián Aguirre Eastman-. Cuando lo capturaron, Sebastián Murillo Echeverry les solicitó a los agentes de la policía que adelantaban el operativo que le permitieran organizarse para verse bien en las fotos. “Mucha gente me conoce, no puedo salir así”, les dijo.

Un policía posa junto a droga incautada al Clán del Golfo, organización de narcotráfico más poderosa de Colombia, en el puerto de Buenaventura (Foto AFP).
Un policía posa junto a droga incautada al Clán del Golfo, organización de narcotráfico más poderosa de Colombia, en el puerto de Buenaventura (Foto AFP).

El alias con el que era reconocido en las esferas criminales y del narcotráfico en Colombia, “Lindolfo”, reflejaba la preocupación por su imagen. Eran frecuentes sus apariciones en eventos y reuniones sociales, dadas sus amistades con personajes del espectáculo como consecuencia de su matrimonio con la modelo y presentadora de televisión Vaneza Peláez -de quien se separó en 2015, pero que en el instante de la captura lo acompañaba en el apartamento al cual llegó la policía en Medellín-, y además por su faceta como empresario de la ganadería y las actividades equinas.

Murillo Echeverry, identificado como cabecilla de la estructura criminal La Oficina y aprehendido el 5 de febrero de 2018, hace parte de “Los invisibles”, la cuarta generación de narcotraficantes colombianos, quienes han aprendido que el anonimato es la mejor protección, y que la plata es muchísimo más efectiva que el plomo.

Sebastián Murillo Echeverry, alias “Lindolfo”, capturado cabecilla de la banda criminal “La Oficina” en Colombia (foto captura de video de la Policía Nacional de Colombia)
Sebastián Murillo Echeverry, alias “Lindolfo”, capturado cabecilla de la banda criminal “La Oficina” en Colombia (foto captura de video de la Policía Nacional de Colombia)

Así lo revela una investigación titulada La nueva generación de narcotraficantes colombianos post-Farc: “Los invisibles”, realizada por Insight Crime, un Centro de Investigación del Crimen Organizado con sedes en México, Estados Unidos y Colombia, codirigido por el inglés Jeremy McDermott, autor del informe.

En diálogo con Yahoo Noticias, McDermott -quien reside en Colombia hace 20 años, donde fue corresponsal de la BBC y cubrió, entre otros eventos, las fallidas conversaciones de paz entre la FARC y el gobierno en 1999 y la desmovilización de los grupos paramilitares entre 2003 y 2006- comentó que la investigación fue fruto de un trabajo de campo en el que han visitado cerca de 350 municipios de Colombia auscultando sobre la situación actual del narcotráfico en este país.

(AFP/Archivos | Raul ARBOLEDA)
(AFP/Archivos | Raul ARBOLEDA)

Como consecuencia, McDermott concluye en el informe: “Con la salida de las FARC y las Autodefensas del escenario criminal, el narcotráfico ha quedado más expuesto que nunca, sin lugar dónde esconderse. Una vez es identificado por las autoridades nacionales o internacionales, la vida útil de un capo importante es corta, a menos que esté preparado para llevar una vida de guerrillero en la selva, pasando de una barraca a otra cada noche, y renunciando a las comodidades y oportunidades que puede brindarle una gran fortuna.

Así, el narcotraficante de hoy prefiere esconderse, bajo la fachada de empresario exitoso, evitando la ostentación y la violencia extrema que caracterizaron a generaciones anteriores”.

Dice el investigador que esta nueva generación se aprovecha de que la sociedad colombiana, en la actualidad, no expresa un rechazo contundente al narcotráfico, debido a que en las zonas urbanas este flagelo no toca la vida de sus habitantes en la medida que lo hacía hace tres o cuatro décadas, cuando Pablo Escobar provocaba temor, los paramilitares hacían limpiezas sociales y las milicias copaban algunos espacios en las ciudades principales.

Creo que la plata que genera el narcotráfico ha sido invertida en casi todas las facetas de la vida económica del país, no solo para lavar activos sino para limpiar las actividades del narcotraficante, y mientras más tiempo pase más difícil será separar la plata sucia de la limpia. Muchas de esas empresas construidas hace años para lavar la plata ilegal hoy hacen plata legal, pero eso no cambia el hecho de que sus raíces están en el narcotráfico”, sugiere el codirector de Insight Crime.

Dado lo anterior, hoy los narcotraficantes como “Lindolfo” hacen parte de la sociedad de élite, y logran camuflar sus acciones delictivas posando como prósperos empresarios, teniendo así más espacio para sus maniobras delincuenciales.

“Es más probable que los narcotraficantes colombianos de hoy se vistan en Arturo Calle en lugar de hacerlo en Armani, que usen zapatos clásicos europeos, en lugar de botas de cocodrilo, que conduzcan un Toyota y no un Ferrari, y que vivan en un apartamento de clase media alta, en lugar de habitar una mansión con grifería de oro”, se lee en la investigación.

Dentro de “Los invisibles”

El informe de Insight Crime identifica dentro de la nueva generación dos perfiles. Uno, el del narcotraficante que lleva años en el negocio pero prefiere mantenerse fuera del radar de las autoridades, y dos el de aquel que es hijo o nieto de un criminal de la vieja guardia y al crecer se incorporó a las empresas creadas para lavar los activos de las estructuras delincuenciales pero que hoy operan en la legalidad.

De ese primer nivel, la investigación señala que operan con estructuras muy reducidas, y que su personal más cercano son abogados y contadores, pues las otras operaciones las tercerizan con intermediarios que se encargan del “trabajo sucio”, es decir de las actividades criminales y de tráfico de drogas.

Del segundo nivel, Sebastián Murillo Echeverry sirve de nuevo como ejemplo. Su papá, Rodrigo Murillo, fue parte del organigrama del Cartel de Medellín que digiría Pablo Escobar, quien luego ordenó su muerte en 1986. “Lindolfo” era apenas un bebé.

Oficinas de cobro en el exterior

Los narcotraficantes de hoy en Colombia no solo han conseguido potenciar el mercado interno de drogas -la Dirección Nacional Antinarcóticos calcula que al año se producen 800 toneladas de cocaína-, sino que han diversificado sus mercados, dejando que los carteles mexicanos se apoderaran de EEUU, y mirando hacia Europa, Asia e incluso Oceanía.

Cuenta McDermott que tienen información de que en China y Australia han sido detectadas oficinas de cobro de la mafia colombiana; en el gigante asiático se estima que un kilo de cocaína puede ser negociado por 50.000 dólares, y en tierras australianas 100.000 dólares. Como punto de comparación, en EEUU el costo no supera los 25.000 dólares, y en Europa alcanza los 35.000 dólares.

Vista de los 6.184 kilos de cocaína, que se enviarían al puerto de Algeciras en España, incautada por la policía antinarcóticos colombiana en Barranquilla, Colombia, el 2 de abril de 2017
Vista de los 6.184 kilos de cocaína, que se enviarían al puerto de Algeciras en España, incautada por la policía antinarcóticos colombiana en Barranquilla, Colombia, el 2 de abril de 2017

“Es una forma de migración criminal”, afirma el investigador, al referirse al hecho de que en dichas latitudes los narcotraficantes realizan menos negocios pero a cambio obtienen mayores ganancias.

McDermott veía venir el auge narcotraficante, desde la salida de las FARC del negocio, una tendencia que el investigador relaciona con la desmovilización paramilitar de 2006 y la posterior extradición de sus jefes, que cerró un capítulo del narcotráfico en Colombia pero posibilitó el surgimiento de las bandas criminales que operan hoy en su territorio, como por ejemplo el “Clan del Golfo“, el cual se ha adueñado de gran parte de la producción de drogas.

Lo preocupante, cierra McDermott, es que no se ven políticas claras para combatir este flagelo. Por un lado del gobierno colombiano, el cual cree que se ha enfocado en atacar los eslabones más bajos de la cadena criminal, quienes son muy fáciles de reemplazar dentro de las estructuras de los grupos delincuenciales, y ha descuidado a los grandes jefes, que corrompen a la fuerza pública, diseñan la estrategia del narcotráfico a nivel mundial y en definitiva ganan más dinero en esta cadena.

Y de otro lado, la falta de liderazgo que se observa en el gobierno estadounidense bajo el mando del presidente Donald Trump, a quien “parece preocuparle más el opio que la cocaína”, y no se ha alineado con los dos mercados claves, México y Colombia, incluso con amenazas de decertificación para restringir sus ayudas económicas para los planes antidrogas. “No veo en esa administración una gran esperanza en términos de la lucha contra el narcotráfico“.

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