Los árboles se mudan para huir del cambio climático

Inmóviles, millones de árboles perecerán cuando el calentamiento global los alcance en las próximas décadas. Solo aquellos capaces de adaptarse a las nuevas condiciones sobrevivirán. Para los demás migrar podría ser una solución, pero ¿cómo escapar hacia zonas menos tórridas cuando las raíces impiden el movimiento? Parece una pregunta absurda. Sin embargo, la respuesta provoca acalorados debates en la comunidad científica.

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El calentamiento global cambiará la distribución de los bosques durante las próximas décadas (Sam Beebe - Flickr)

Los bosques pueden desplazarse naturalmente, mas no a la velocidad necesaria para eludir las consecuencias del aumento de las temperaturas previsto en este siglo. Precisan entonces de la ayuda humana. Y ese es el centro de las discusiones: ¿debemos intervenir para salvarlos o dejarlos a su suerte y arriesgar la extinción de especies?

El experimento canadiense

En Columbia Británica, la provincia canadiense bañada por el Pacífico y atravesada por las Rocosas, no han dudado en actuar. Desde 2009 un equipo de investigadores del Ministerio de Bosques ha conducido un experimento conocido como Ensayo de Adaptación a la Migración Asistida (Assisted Migration Adaptation Trial), que explora la resistencia de determinadas especies de árboles a cambios en su hábitat natural.

Una parte de las posturas han sido sembradas cientos de kilómetros al norte de los confines de su área de distribución natural. Si las estimaciones científicas se cumplen, antes de que concluya esta centuria esas regiones, ahora más frías, ofrecerán condiciones similares a las zonas templadas de la actualidad. Las otras semillas han viajado al sur, con el fin de probar su resistencia al clima cálido como el que predominará cuando se extiendan los efectos del calentamiento global.

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La Columbia Británica atesora un área forestal de 55 millones de hectáreas, más de la mitad de su territorio (Sam Beebe - Flickr)

La investigación ha recibido el apoyo del gobierno local y de la industria forestal. Las autoridades han cambiado las regulaciones que rigen la reforestación, una actividad muy importante en la provincia canadiense, donde se siembran 200 millones de árboles cada año.

Por su parte, los empresarios han comprendido la urgencia de actuar ante el cambio climático. Ningún erudito informe ecologista resulta más convincente que la posibilidad real de perder ingresos. El sector, que emplea a unas 145.000 personas, aporta 12.000 millones de dólares anuales al Producto Interno Bruto de Columbia Británica.

Además, los efectos ya saltan a la vista. La proliferación del escarabajo del pino de montaña ha infestado 18,1 millones de hectáreas de bosques, un área equivalente a la superficie de Indonesia. Los incendios forestales causados por las sequías de 1998 y 2003 también han diezmado el número de incrédulos en esa región canadiense.

Migración asistida, ¿a favor o en contra?

Los biólogos suelen oponerse a la migración asistida de especies de plantas y animales por sus nefastas consecuencias sobre los ecosistemas nativos. Sin embargo, la amenaza del cambio climático ha desbastado los temores de muchos ecologistas que hoy militan, al menos, por una mudanza controlada de especies en peligro.

Según un artículo publicado por la revista digital Elementa, expertos en biodiversidad vaticinan que el 9,5 por ciento de las especies se extinguirán en los próximos 100 años debido al calentamiento planetario. Si a ese fenómeno se suman otras causas, la proporción se eleva a 21 por ciento. Una catástrofe.

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Los árboles necesitarán la intervención humana para evitar los efectos del cambio climático (Bob Wilcox - Flickr)

A pesar de la controversia actual en torno a la relocalización de especies, la mayoría de los científicos consultados creen que este método podría contribuir a la conservación de animales y plantas. No obstante, advierten, la efectividad dependerá de la situación específica de cada lugar. En otras palabras, la migración asistida no actuará como una varita mágica donde quiera que se aplique.

La discusión no puede ocultar ciertos matices irónicos. La especie causante de la debacle climática a la vista se preocupa ahora por rescatar a las víctimas impotentes. La experiencia en Columbia Británica acentúa lo curioso del tema: cuando la voluntad política y los intereses económicos coinciden, las soluciones tardan menos en llegar al terreno. Por el contrario, en la vecina Alberta, donde la economía depende del petróleo de las arenas bituminosas, el gobierno no ha emprendido ninguna acción similar para rescatar los bosques.

En esta pieza de teatro protagonizada por políticos y empresarios, los debates científicos siguen relegados a un tercer plano. Como el distante rumor de un arroyuelo. Casi inaudible.