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Apollo 11 modificó la percepción del universo y de la condición humana

Los astronautas estadounidenses Neil Armstrong y 'Buzz' Aldrin desplegando la bandera estadounidense en la superficie lunar, el 20 de julio de 1969 durante la célebre misión del Apollo 11. (AFP/Nasa/Archivos | )

La percepción de nuestro lugar en el universo cambió cuando el ser humano dio su primer paso sobre la Luna y pudo observar la Tierra desde el astro de la noche, un lugar que por milenios fue objeto de veneración, sueños o supersticiones. "Cuando fuimos allá, desmitificamos en cierta forma a la Luna", declaró Roger Launius, responsable del departamento de historia espacial de la Smithsonian Institution de Washington, con ocasión del 40º aniversario del alunizaje en 2009. Al alunizar el 20 de julio de 1969, Apollo privó a la Luna de su aura de misterio, revelando al mismo tiempo, y gracias al poder de la ciencia, una superficie árida y rocosa, inhospitalaria y sin aire. Flotando en un universo negro, nuestro planeta azul parecía como un lugar de indefinible belleza, un remanso de vida, húmedo y cálido en un infinito espacio frío. Tal como lo mostró la histórica y célebre foto de un "amanecer terrestre" visto desde la Luna tomada desde la nave Apollo 8 en diciembre de 1968. Algunos, como los astronautas del programa Apollo, James Irwun y Charles Duke, vieron en esta imagen la prueba de que la Humanidad fue escogida para recibir un regalo divino. Otros lo interpretaron como un signo de nuestra terrible soledad. Mostraba cuán primitivos somos y cuánto camino nos quedaba por recorrer antes de hacer un verdadero viaje en el espacio en vez de limitarnos a un arriesgado salto hasta la Luna. El físico y novelista británico C.P. Snow estimó que Apollo "además de ser la más grande exploración (...) era también la última", y predijo un "repliegue sobre sí" de la Humanidad. Algunos concluyeron que nuestra única oportunidad de sobrevivir era protegiendo nuestro precioso refugio porque simplemente no había ningún otro lugar adonde ir. "A los seis años, vi el lanzamiento de Apollo 11 y a (Neil) Armstrong dar sus pequeños pasos", declaró David Wilkinson en 2009, teólogo en la universidad de Durham, en el noreste de Inglaterra, que recibió una formación de astrofísico antes de ingresar en la orden. "Formé parte de una generación a la que se incitó a estudiar las ciencias luego de esa experiencia (del viaje al espacio). En paralelo a los resultados científicos, la herencia (de Apollo) es su efecto en esta generación. Pero Apollo también planteó ciertas preguntas importantes sobre el lugar de los seres humanos en el universo, desde nuestra responsabilidad medioambiental hasta la espiritualidad", agregó el reverendo Wilkinson. Para Jacques Arnould, teólogo, monje dominicano e investigador a cargo de ética en el Centro Nacional de Estudios Espaciales francés (CNES), las imágenes de Apollo fueron una incitación a la toma de conciencia ecológica, cuando a finales de la década de los 60 el movimiento de defensa del medioambiente se limitaba a un pequeño grupo ecléctico de universitarios y 'hippies'. Mientras que los astronautas se alejan de la Tierra, "en lugar de extasiarse con las estrellas, dirán que la Tierra es bella pero frágil. Estas declaraciones van a suscitar lo que se llama la conciencia ecológica que tenemos hoy los herederos", señaló Jacques Arnould, también en 2009. "Era -agregó- la primera vez en la historia de la Humanidad en que se tenía esa distancia real, y no sólo imaginaria, con la Tierra, que nos dábamos cuenta de que estábamos todos en ese pequeño planeta azul, en el mismo barco". Los astronautas estadounidenses Neil Armstrong y 'Buzz' Aldrin desplegando la bandera estadounidense en la superficie lunar, el 20 de julio de 1969 durante la célebre misión del Apollo 11.