La estrategia de MbS para gobernar el país se basaba en una vieja fórmula: lanzar una serie de reformas económicas y sociales para modernizar el país, controladas siempre desde palacio, al mismo tiempo que incrementaba la represión de todos aquellos sectores que podrían serle hostiles. Incluidos, los príncipes rivales dentro de su dinastía. Y todo ello, al mismo tiempo que aplicaba una agresiva política exterior destinada a elevar el perfil de potencia regional del país árabe, marcando su autonomía respecto a su tradicional protector, Estados Unidos.