El "anti-Salvini": sin carisma ni atractivo, Conte impone su liderazgo

ROMA.- Bajo perfil, medido, educado, elegante. Siempre impecable con sus trajes oscuros y su jopo semimovedizo (que las malas lenguas dicen que está teñido). Así es Giuseppe Conte, el hombre que por segunda vez en poco más de un año juró como primer ministro de Italia y que tuvo una metamorfosis notable.

De ser un abogado y profesor de Derecho desconocido, sin experiencia alguna de administración de la cosa pública, catapultado al frente del primer gobierno populista de Europa, pasó a ser hoy el "anti-Salvini". O la figura que, con una cintura política que evidentemente fue aprendiendo con el pasar de los meses y luego de sufrir varias humillaciones, tuvo una mutación asombrosa.

Después de haber encabezado desde el 1° de junio de 2018 hasta el 8 de agosto pasado, casi por casualidad, un gobierno bicéfalo, fruto de un matrimonio de conveniencia entre el antisistema Movimiento Cinco Estrellas (M5E) y la derechista y xenófoba Liga, hoy es el premier de un gobierno de centroizquierda, filoeuropeísta, fruto de una nueva alianza entre dos partidos que antes se detestaban: el M5E y el Partido Democrático (PD). Con este giro difícil de explicar, pero posible en el sistema parlamentario vigente en Italia, que fue bienvenido por el establishment internacional, Conte, visto por algunos incluso como un nuevo "estadista", logró frenar el avance de "los bárbaros". Es decir, de las huestes del exhombre fuerte de Italia, hoy caído en desgracia, Matteo Salvini.

Aunque durante el gobierno anterior firmó leyes y decretos sobre seguridad e inmigración que hicieron girar a Italia hacia la derecha, Conte se tornó el principal antagonista de Salvini y un paladín del antisoberanismo.

La mutación se fue dando en silencio, durante meses en los cuales Conte, nacido en un pueblo de Apulia hace 55 años y devoto de san padre Pío de Pietrelcina, fue tragando diversos sapos y acumulando bronca. Llegó a Palazzo Chigi, sede del gobierno, solo porque Salvini y Luigi Di Maio, líder del M5E y el gran ganador de las elecciones de marzo de 2018, no se ponían de acuerdo sobre quién de los dos se convertiría en premier.

Abogado desconocido, que enseñaba Derecho Privado en la Universidad de Florencia, no tenía poder de decisión y fue un virtual títere de sus dos viceprimeros ministros. Más allá de su estilo medido, perfil bajo y dialoguista, en los 14 meses de la primera experiencia de gobierno "verde-amarilla" (por los colores de la Liga y el M5E), avaló medidas al borde de la ilegalidad. Por ejemplo, respaldó en junio a Salvini, exministro del Interior, en el tira y afloja que tuvo con la capitana alemana Carola Rackete, en un enésimo enfrentamiento con una nave humanitaria que había antes salvado a decenas de desesperados en el mar, que solo quería atracar en puerto seguro.

Cuestionado al principio por un currículum algo inflado, cuando Conte pidió por primera vez un voto de confianza en el Parlamento se autodefinió "el abogado del pueblo". Con el pasar de los meses fue afianzándose en su rol de primer ministro y ganó respeto. Incluso sumó consenso en el exterior, cuando se lo vio muy cómodo en el Foro de Davos o sentado junto a los poderosos del mundo en las diversas reuniones del G-7.

Imposible no recordar que el propio presidente norteamericano, Donald Trump, le dio hace unos días su endorsement a "Giuseppi" (sic). Ante la Unión Europea (UE), pese al euroescepticismo y las pulseadas constantes con sus dos viceprimeros ministros -Salvini y Di Maio-, Conte logró tener un papel de mediador. En dos ocasiones evitó un procedimiento de infracción tras un aumento de déficit y deuda de parte de Italia que iba contra las reglas comunitarias.

Conte se diferenciaba cada vez más de Salvini, un político de estilo opuesto, famoso por sus gritos en contra de los "euroburócratas". Siempre en segundo plano, su sumisión al "capitán" comenzó a quebrarse después de su triunfo en las elecciones para renovar el Parlamento Europeo del 26 de mayo pasado. Tras duplicar los votos del M5E, Salvini empezó a actuar como un primer ministro "de facto", dejando a Conte en un rol en las sombras humillante.

La bronca acumulada en ese papel quedó clara el 20 de agosto pasado, cuando pronunció un histórico discurso en el Senado, en el que atacó con todo a Salvini -que ya había decidido hacer caer su propio gobierno, para forzar elecciones anticipadas que nunca llegaron-, a quien tenía a su lado. Con elegancia, pero dejando trascender toda su frustración, le pasó factura: lo acusó de "irresponsable", de autoritario y soberanista, de no tener "cultura de las instituciones", de estar obsesionado con los "puertos cerrados" y las redes sociales, y de haber actuado pensando solo en sí mismo y no en el interés del país.

Aunque muchos aún se preguntan por qué Conte tardó 14 meses para enrostrarle todo eso a Salvini, ese discurso coronó su transformación. Y se convirtió en su trampolín hacia un segundo mandato al frente de un nuevo gobierno, basado en una coalición de signo político opuesto a la anterior. Según los últimos sondeos, Conte, el anti-Salvini, es el hombre más popular de Italia, con el 57% de los consensos.