LA Lakers vs Miami, final de la NBA: el sueño de LeBron, el Whatsapp y el peso de la historia

Esas sensaciones que pueden invadir a una persona en momentos determinantes parecen no contar en el relato. Porque la historia respalda las cosquillas de felicidad que le recorren el cuerpo a todos los integrantes de Los Angeles Lakers y porque LeBron James parece tener la fórmula para resolver con autoridad cada cosa que se propone. A un paso del anillo y con una marca que potencia el deseo de quien la logra y aterra al que la sufre.

The King sentía en su piel que el cuarto partido de la serie final de la NBA era "su juego" y por eso fue. Es que las estadísticas son contundentes: cuando una franquicia se pone 3-1 arriba en esta instancia es casi imposible que se le escape la conquista del anillo. Cómo no gritar como lo hizo LeBron y como lo acompañó Anthony Davis cuando derrotaron a Miami Heat por 102-96.

Le recorría por el cuerpo el deseo. Estaba enfocado, casi obsesionado por no dejar escapar la oportunidad. "Cuando me desperté pensé que iba a ser uno de los partidos más importantes de mi carrera. No había dormido tranquilo. Así se lo comuniqué a los compañeros", confesó LeBron James, que en la noche volvió a ser el dueño de los Lakers con una producción de 28 puntos, 12 rebotes y 8 asistencias.

Sabía The King que debía ser la noche para dar el golpe. Porque no podía dejar crecer la furia de Jimmy Butler para empujar al Heat. Y porque sabe LeBron cómo pesan las estadísticas dentro del universo NBA. Tanto que en 36 finales en las que se dio un 3-1, son 35 las veces que el equipo dominante se quedó con el cetro del básquetbol de los Estados Unidos. Es una ventaja demasiado abrumadora de soportar para un equipo. Si bien en estos playoffs los Nuggets lo lograron en dos oportunidades, es importante tener en cuenta que en la historia de la NBA apenas 14 veces una franquicia pudo torcer el rumbo de un 3-1 en contra.

Ahora bien en una final, con la presión de la lucha por el anillo, todo se vuelve aún más complejo. Y apenas hay un registro en la historia de un equipo que pudo revertir una serie y casualmente tiene como protagonista a un señor bien conocido: LeBron James. Fue en 2016, en la recordada definición en la que The King inmortalizó un bloqueo sobre el cristal ante una bandeja de Andre Iguodala, justamente uno de sus rivales nuevamente pero los dos con camisetas diferentes. Por entonces LeBron era el líder de Cleveland Cavaliers e Iguodala era parte de la última gran dinastía de la NBA: Golden State Warriors. James y Kyrie Irving pudieron llevar la serie a un séptimo partido y ahogaron el sueño de Stephen Curry, Klay Thompson y Draymond Green de gritar en Oakland, la ya vieja casa de los Warriors.

Entendía LeBron que no podían fallar en su camino por la gloria. Quiere su cuarto anillo y el título 17 para los Lakers, lo que lo convertiría en uno de los dos equipos más ganadores de la historia (Boston Celtics, es el otro). Por eso se mantiene en todos los detalles. Está encima de sus compañeros. "Es la primera vez que LeBron envía un mensaje por WhatsApp en la burbuja diciendo que un partido era imprescindible". El que reveló esta intimidad de los Lakers fue su compañero de ruta, Anthony Davis, que entendió perfectamente qué pretendía "el jefe" y estuvo a la altura de la circunstancia en el cuarto juego de la serie: 22 puntos, 9 rebotes, 4 asistencias y 4 bloqueos.

Leen muy bien los Lakers que Miami sigue herido. Comprenden que recuperó a Bam Adebayo, que tiene más personal para hacer daño y que aún así pudieron ponerlo de rodillas. Pero no quiere LeBron que eso los saque de eje para el partido de este viernes que puede resultar la coronación. Y allí está The King para recurrir a recursos que son de un legendario de los Lakers y repite casi con exactitud una frase que en el Staples Center suele usarse: "Sabemos lo que está en juego, el trabajo no está hecho", dijo LeBron tras la victoria y todos recordaron a Kobe Bryant. Black Mamba usó esas palabras en las finales de 2009, cuando los Lakers superaban por 2-0 en la serie a Orlando Magic y un periodista le preguntó si estaba feliz: "Porqué voy a estar contento si el trabajo no está hecho ¿El trabajo está hecho? Yo creo que no". El tercer partido lo perdieron los Lakers (108-104), pero terminaron quedándose con el título por 4-1.

Sabe LeBron lo que es quedarse con las manos vacías, ya que antes de esta gran cita estuvo en nueve finales y apenas logró quedarse con tres anillos (2012, 2013 y 2016). Es por eso que no se relaja y cuando le preguntaron nuevamente por esta ventaja que la historia marca como casi inexpugnable el 23 de los Lakers sentenció: "No dormiré hasta que el trabajo no esté hecho".

No puede permitirse estar relajado. Va a revisar el partido, ya pidió confesó que le pide al staff que le acerquen el material para analizar lo que no hicieron bien, a pesar de haber ganado. LeBron James no quiere que se le escape, no puede sucederle y lo deja en claro: "No me importa dormir. No me importa descansar durante todo el partido. Obviamente, salgo del juego. El entrenador tiene un ritmo y una rotación por la que nos guiamos. Pero no me importa descansar porque puedo descansar en otra oportunidad. Podría descansar un mes seguido, lo cual no lo haré por cómo soy. Pero puedo descansar cuando todo esté terminado. Puedo dormir ocho horas y levantarme, comer y luego volver a dormirme. Este no es el momento".

Está claro qué quiere LeBron James y cómo pretende contagiar a sus compañeros para que Los Angeles Lakers vuelven a la cima de la montaña. Si delante aparece Jimmy Butler o Bam Adebayo, no quieren que eso los saque de enfoque. El anillo está al alcance de la mano, pero, claro el trabajo, todavía, no está hecho.

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