Angampora, el arte marcial de Sri Lanka que sobrevivió al veto colonial
Korathota (Sri Lanka), 10 sep (EFE).- Sri Lanka intenta rescatar de su historia la angampora, una ancestral arte marcial proscrita por los británicos durante la colonización al verla como una amenaza y que vuelve a la vida tras más de un siglo de oscurantismo.
Son las primeras horas de la mañana en el "angam maduwa" o campo de batalla en Korathota, un pueblo en la Provincia Occidental. El tiempo parece retroceder miles de años. Un grupo de jóvenes de la zona se ha reunido para practicar angampora, un arte marcial que tiene sus orígenes en la filosofía budista.
Sasithi Akithna, de diez años, no lo hacía del todo bien. La joven necesitaba usar toda la fuerza de la parte superior de su cuerpo para defenderse del contrincante. Su gurunnansé (maestro) Ajantha, convertido ahora en oponente, le corrige mientras le golpea con un palo de madera. La alumna, atenta, lo bloquea.
"Es importante tener una base filosófica en las artes marciales. Entrenar a estos (combatientes) para que sean compasivos, para que solo usen las habilidades que han aprendido cuando sea absolutamente necesario", dijo a Efe Ajantha Mahanthaarachchi, el maestro de 38 años al que sus aprendices llaman Ajantha gurunnansé.
En la cultura popular se cree que la angampora tiene miles de años. Según Ajantha gurunnansé, hay pruebas escritas que demuestran que es una de las artes marciales más antiguas del mundo.
Hay tres componentes principales del arte, que son el angan o lucha sin armas, que se usa principalmente para la autodefensa, el illangam o lucha armada que usa 21 armas indígenas, para pelear en las guerras, y mayaangam, o el uso de hechizos y conjuros.
Luego está el hewa angam, el entrenamiento que se le da a las personas para ir a la guerra en un corto período de tiempo, y el nila angam, que enseña medicinas y curas tradicionales.
LA DANZA MORTAL
Durante siglos, quienes practicaban angampora lo hacían en secreto, debido a que los británicos, que colonizaron la entonces Ceilán, prohibieron su práctica en 1818 enviándola a la clandestinidad.
Desde entonces el arte ha sido preservado por varias sectas y médicos tradicionales de Sri Lanka, como la familia de Ajantha gurunnansé.
El castigo por desafiar la prohibición era doloroso. Un tiro en la rodilla para asegurarse de que la persona no volviera a practicarlo, o una pena de cárcel. Además destruyeron las zonas de práctica en toda la isla.
"La única forma de preservar el arte y seguir practicándolo era llamándolo baile", cuenta Ajantha gurunnansé.
Entonces nació la "danza mortal". Moviéndose rítmicamente como un leopardo, un elefante, o un león, estos combatientes practicaban angampora, enseñándolo en secreto a los descendientes de algunas sectas.
EL FIN DE LA CLANDESTINIDAD
En un intento por promover la angampora, el Gobierno esrilanqués aprobó en junio pasado la publicación de una notificación oficial para levantar de manera simbólica la prohibición impuesta durante la época colonial, como forma de impulsar su práctica.
Aunque la decisión aún no ha visto la luz oficialmente, el Ministerio de Deportes y Asuntos de la Juventud ha tomado medidas para promover la angampora como patrimonio nacional de la isla.
El reconocimiento oficial de la angampora es crucial para su preservación y para alentar a más jóvenes a aprender la forma de arte como se hacía hace siglos.
Ajantha gurunnansé recuerda que tenía seis años cuando su padre, quien a su vez aprendió de su progenitor, lo introdujo en esta forma de arte marcial, tras un ritual para pedir bendiciones a los dioses.
Incluso ahora, cuando admite a nuevos estudiantes, Ajantha gurunnansé hace una selección meticulosa que empieza por leer sus horóscopos.
"El horóscopo dice mucho sobre una persona. Compruebo si está en condiciones de aprender esta forma de lucha. Si vivirá lo suficiente y si representa una amenaza para los demás", explica.
Aunque en otros lugares de la isla la selección es menos rigurosa, el objetivo de Ajantha gurunnansé es preservar la angampora en su verdadero estado.
"Es por eso que no se lo enseñamos a estudiantes extranjeros. No porque no nos gusten los extranjeros, sino porque debemos mantener esta forma en nuestro país como querían nuestros antepasados", apunta.
Akithna, su alumna, también tiene una tarea importante. Cuando crezca, podrá enseñar lo que aprendió de gurunnansé a sus hijos o incluso a otros.
La niña nunca falta a clase, e incluso cuando no pueden encontrar combustible para ir con su padre y su hermano en motocicleta, que también toman lecciones, viajan en bicicleta desde Yagoda, a más de 20 kilómetros.
Pero si alguien le pregunta si está aprendiendo angampora, la joven lo niega, manteniendo vivo el tradicional secretismo.
Aanya Wipulasena
(c) Agencia EFE