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Andrés García y la vergonzosa explotación que padece en su propio canal de Youtube

Andrés García. (Youtube/Andrés García)
Andrés García. (Youtube/Andrés García)

El canal de Andrés García en Youtube debería ser todo un escándalo. Precisemos: lo es, sí, pero no por los motivos que tendría que serlo. Semana a semana, el actor de 82 años sube un video en el que hace un poco de todo: responde preguntas de seguidores, opina sobre personajes y situaciones de ésta y otras épocas, responde a sus 'rivales' y polemiza con familia, examigos y demás personajes. Desde luego, fiel a su personalidad, siempre deja varias frases a enmarcar que se viralizan en redes sociales y son replicadas por los medios de comunicación.

No importa cómo lo graben. Si acaba de sufrir un golpe, lo filman así y suben el video. A los encargados del canal —es evidente que él no puede gestionarlo ni hacer labores técnicas— les da lo mismo que aparezca con un moretón grande en la cabeza o que esté postrado en una cama por el estado de salud que guarda, el cual se ha agravado en los últimos mes tras darse a conocer que padece cirrosis hepática. Desde luego, los seguidores de García agradecen esa interacción con su ídolo, pero en esa veneración yace otro de los problemas: al público no siempre se le puede dar lo que pide.

Si el esfuerzo que está haciendo el histrión excede los límites de lo sano, si afecta a que trate adecuadamente sus padecimientos, todos deberían entender que no hay visitas que ameriten estirar el compromiso que García mantiene con su audiencia. Su propio entorno debería entenderlo, en lugar de explotarlo. En este momento, el actor necesita apoyo y, por su salud, alejarse de todo tipo de polémicas que en nada abonen a su bienestar.

Si la gente que lo rodea no lo puede ni quiere ver, menos se le puede solicitar responsabilidad a sus seguidores: agotarán la dinámica semana a semana y verán encantados cada video que se suba a Youtube. Da lo mismo la batería de emociones que cada tema conlleve. Si ha entrado en un intercambio verbal con Roberto Palazuelos, sus allegados tendrían que ser más cuidadosos con la forma en qué recibe los mensajes. Se puede argumentar que García se entera por cuenta propia, pero en el estado que se encuentra resulta indispensable que exista un muro de contención o al menos de filtración. El carácter de Andrés García no es nuevo para nadie. Siempre tendrá algo que decir y más si se trata de un conflicto personal.

¿De qué sirve que Margarita Portillo, su esposa, le recite uno a uno todos los síntoma de la cirrosis hepática, con la evidente intención de afligirlo o culpabilizarlo? Y preguntemos algo más: ¿qué utilidad tiene que eso se sepa y que todo el mundo tenga acceso a esa conversación? Si una de las quejas más recurrentes en el mundo de las celebridades es el respeto a la vida privada, ¿cuál es el fin de ahorrarle el trabajo a la prensa rosa para permitir que todos atestigüen en tiempo real el deterioro en la salud de García? El problema, claro esta, es que él no puede elegir. O no ha recibido el suficiente asesoramiento para saber qué es lo que puede ser perjudicial para él en estos momentos tan críticos de su vida.

Se ha distanciado de casi todos sus hijos y los motivos de cada parte son muy personales. Pero, de nuevo, la responsabilidad del entorno actual (trabajadores, asistentes y demás) tendría que ser mucho mayor. La enfermiza tendencia a buscar visitas a toda costa llegó para quedarse hace mucho. Es necesario poner un alto, aunque eso implique que Andrés García deje reposar sus anécdotas unas cuantas semanas.

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