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Un hombre con amnesia lleva más de un año viviendo en un hospital italiano

Rostro del hombre que lleva meses sin recordar nada en Italia.

Como si de aquel agente desmemoriado llamado Jason Bourne se tratase, un hombre que responde -o eso creen- al nombre de Igor Kozlov lleva más de un año atrapado en una situación de la que no puede salir y con un pronóstico mucho más complicado que el de aquella saga literaria convertida en cinematográfica y pura ficción. Kozlov padece amnesia, no tiene forma de comunicarse y nadie sabe quién es o de dónde ha salido, según informa Il Corriere della Sera.

La historia conocida de Kozlov comenzó el 22 de agosto de 2018. Aquel día de verano, fue encontrado por la autoridades tirado en una acera de Roma en pleno ataque epiléptico. Le atendieron, le trasladaron a un hospital al este de la ciudad con un único dato: su nombre es Igor Kozlov. Desde entonces, este hombre, al que calculan entre 50 y 60 años porque ni su edad han podido confirmar, vive en un rincón de la sala de emergencias del Policlínico Casilino.

Allí pasa los días, las semanas y los meses uno tras otro sin que su situación tenga visos de mejorar. Su historia parece sacada de cualquiera de esas series y películas protagonizadas por personajes amnésicos. Con la gran diferencia de que en la ficción la mayoría de esas personas acaba por recuperar la memoria, su pasado y su vida. En su caso no solo no está siendo así, sino que quienes tratan con él día a día no saben cómo sacarlo del agujero, como reconoce Francesca Barbacci, la trabajadora social que le atiende.

Kozlov es incapaz de arrojar algo de luz sobre su identidad y sus orígenes porque, además de no recordar, no puede comunicarse. Solo emite sonidos guturales, dice Il Corriere. De ahí que pese a que han sido muchos los mediadores culturales que se han acercado a su cama para hablarla en distintos idiomas intentando averiguar así su procedencia, los intentos han sido fallidos. Él no responde y no tienen manera de comprobar si les entiende.

Se pensó que el nombre podría ser una pista, que podría ser ciudadano ruso. Pero en la embajada no tienen constancia de nadie con esa identidad. En todo este tiempo se han lanzado alertas y su foto ha aparecido en la versión moldava y rumana de un conocido programa de televisión de búsqueda de desaparecidos. Pero nada, no ha habido suerte.

Hubo un atisbo para la esperanza cuando alguien que dijo haberle reconocido se presentó en el hospital para identificarle. Pero resultó que no era quien creían que era. Un tatuaje, que no estaba donde debería haber estado de ser él, devolvió al pozo a Igor, del cual se duda ya hasta que se llame así.

Su situación preocupa a quienes cada día tratan con él y lo cuidan, por su condición, por su estado y porque su situación es delicada también en lo burocrático. Sin identidad y sin patria a la que reclamar ayuda, ha caído en un vacío legal en el que nadie puede hacerse cargo de él si sale de esa sala de emergencias en la que lleva ingresado más de un año.

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