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AMLO y Trump: la extraña sintonía entre los gobernantes más irresponsables en la lucha contra el coronavirus

POR JOAQUIM UTSET/ESPECIAL-. La revista progresista estadounidense Mother Jones publicó hace un par de semanas un intrigante titular en el que señalaba que el gobernante más irresponsable en la lucha contra el coronavirus no era Donald Trump. La afirmación no sorprendía solo porque el magnate neoyorquino es blanco frecuente de la publicación, una de las más venerables de la izquierda estadounidense, sino porque a quien apuntaba como irresponsable es uno de los adalides de la nueva izquierda latinoamericana, el presidente de México, Andrés Manuel López Obrador.

(AP Photo/Rebecca Blackwell)
(AP Photo/Rebecca Blackwell)

Cierto que el dignatario mexicano se ha ganado a pulso la distinción relativizando la gravedad de la pandemia con su extraña apelación a los amuletos y las estampitas religiosas como protecciones contra un virus altamente contagioso y actualmente incurable, por no decir con su relajado llamado a salir de casa y disfrutar de la vida desde un apacible restaurante de Oaxaca, su alusión a la “crisis transitoria” y su polémico comentario de que la pandemia le vino a México “como anillo al dedo para afianzar el propósito de la transformación".

"Vamos a salir adelante. Esto no va a tardar, y vamos a salir fortalecidos”, dice optimista el presidente, invocando esa conexión personal y peculiar con el pueblo de que presume. Es la misma actitud que desde el comienzo de la crisis adoptó su vecino del norte, el presidente Donald Trump, que recuerda a la del niño que se lo está pasando bomba jugando y se le recuerda que tiene que hacer la tarea de la escuela. La hace a regañadientes, rápido y mal, con la cabeza puesta en volver a los juguetes.

Donald Trump gesticula durante su comparecencia diaria para informar sobre la crisis del coronavirus, el 1 de abril de 2020 en la Casa Blanca, en Washington (AFP/Archivos | Mandel Ngan)
Donald Trump gesticula durante su comparecencia diaria para informar sobre la crisis del coronavirus, el 1 de abril de 2020 en la Casa Blanca, en Washington (AFP/Archivos | Mandel Ngan)

Para ambos, el coronavirus ha sido una odiosa interrupción que no puede ensombrecer su obra y por tanto, como si fuera un paréntesis, hay que restarle importancia para dedicarse a lo realmente fundamental. Por eso, lo primero fue minimizar el alcance del problema, castigar por alarmistas a quienes advertían del peligro y luego poner la mira en pasar página lo antes posible, que es lo que desearía hacer la Casa Blanca. ¿Quién lo puede culpar si un par de recientes encuestas señalan que la mayoría aprueba su gestión de la crisis?

Las similitudes en la respuesta de Trump y AMLO al desafío de la pandemia del COVID-19 subraya de nuevo esa extraña relación entre los dos mandatarios supuestamente tan opuestos. Puede que otros líderes internacionales se rían a su espalda en las cumbres internacionales o que su idilio con el Rocketman norcoreano vaya camino del divorcio, pero afortunadamente para el mandatario estadounidense siempre puede contar con un rostro amigo en la frontera sur.

Una afable relación que hace a más de uno rascarse la cabeza tanto en Washington como en Ciudad de México. “Un hombre que me cae bien y al que respeto”, dijo en una ocasión Trump de su vecino del sur.

La armonía que nadie esperaba

No es para menos tanto afecto. Representantes de México, Estados Unidos y Canadá firmaron a finales de año la revisión del TLC/Nafta en la capital azteca, a donde se desplazó el poderoso yerno presidencial Jared Kushner para finalizar los últimos retoques. Incluso la mayoría demócrata en el Congreso le dio visto bueno al tratado renegociado bajos las siglas USMCA (Acuerdo de Estados Unidos, México y Canadá). Un tanto que junto a la cooperación mexicana en la contención de los emigrantes en la frontera, suma puntos a la Casa Blanca de cara a la reelección. México ha pasado de ser un foco de tensiones a un socio cooperador y aquiescente.

¿Cómo pueden tener tan buena sintonía un hijo de modestos comerciantes mexicanos heredero de la vieja izquierda latinoamericana que viaja en clase turista con un magnate de bienes raíces neoyorquino nacido en cuna dorada imagen del capitalismo más descarnado que llena de mármol su casa?

Eso llevan preguntándose muchos o evitándose preguntar otros (en la izquierda mexicana) desde que AMLO asumió el cargo hace más de un año, cuando se auguraba que saltarían chispas entre personalidades en las antípodas ideológicas. Otro Bush vs. Chávez, vamos. Pero, al menos de momento, más que azufre esta relación desprende colonia.

No confrontación

Una explicación que ha dado, por ejemplo, el periodista e historiador mexicano Enrique Krauze es que AMLO padece de delirios de grandeza y arrogancia a la hora de afrontar la relación con el vecino del norte, que gira en torno al principio declarado de la no confrontación. Es decir, evitar broncas, como la que su predecesor Enrique Peña Nieto se enzarzó con Trump por sus insultos a los mexicanos y su denigrante promesa de que el país vecino pagaría por su muro.

De un panorama que prometía borrascas continuas se ha pasado a una rara calma chicha. La actual presidencia mexicana ha mantenido el silencio y apostado por la cooperación, particularmente en materia de inmigración.

Un médico cubano que se identificó como Dairon atiende a migrantes que piden asilo en EEUU en un campamento de refugiados de Matamoros, México, el 6 de noviembre del 2019. (AP Photo/Eric Gay)
Un médico cubano que se identificó como Dairon atiende a migrantes que piden asilo en EEUU en un campamento de refugiados de Matamoros, México, el 6 de noviembre del 2019. (AP Photo/Eric Gay)

Dejando al lado consideraciones humanitarias que hubieran generado condenas generalizadas en gobernantes incluso de derechas, la actual administración mexicana se ha erigido en el leal guardián que le vigila la puerta de entrada a EEUU con un enorme despliegue militar convertido en una especie de muro verdeolivo. Un muro que ha hecho del lado mexicano de la frontera un campo de refugiados.

Al mismo tiempo, las autoridades mexicanas han deportado a miles de centroamericanos como
consecuencia del endurecimiento de su política de inmigración. En Washington, la administración Trump no puede aplaudir con mayor entusiasmo.

“El fortalecimiento de la seguridad en la frontera de los mexicanos a lo largo de su frontera sur (con Guatemala) sigue teniendo un resultado impresionante en la crisis regional”, dijo el jefe de la Oficina de Aduanas y Protección Fronteriza (CBP), Mark Morgan, el pasado octubre tras viajar al país vecino para coordinar las acciones de ambos gobiernos.

En esta imagen, tomada el 24 de enero de 2020, agentes de la Guardia Nacional de México vigilan el Río Suchiate, que los residentes utilizan para transportar mercancías y personas entre México y Guatemala, cerca de Ciudad Hidalgo, México, un lugar popular entre los migrantes centroamericanos para cruzar la frontera. (AP Foto/Marco Ugarte)
En esta imagen, tomada el 24 de enero de 2020, agentes de la Guardia Nacional de México vigilan el Río Suchiate, que los residentes utilizan para transportar mercancías y personas entre México y Guatemala, cerca de Ciudad Hidalgo, México, un lugar popular entre los migrantes centroamericanos para cruzar la frontera. (AP Foto/Marco Ugarte)

La activa colaboración del gobierno mexicano con acciones represivas -violentas redadas incluidas- ha generado críticas como era de esperar en un país que hasta no hace mucho se veía víctima de este mismo tipo de acciones, pero tampoco estas han sido generalizadas y, en todo caso, no han afectado la popularidad de López Obrador que sigue siendo más que saludable.

“No tengo nada de qué avergonzarme”, insistió AMLO tras las declaraciones de Trump el pasado septiembre de que estaba “usando” a México.

Hay quien sostiene que el presidente mexicano está siendo pragmático y cauteloso frente a un vecino más poderoso y efervescente que puede causar mucho daño a la economía mexicana si, como ha amenazado en el pasado, impone aranceles a las exportaciones mexicanas al norte.

Además, podrían argumentar los partidarios de López Obrador, la buena relación con la Casa Blanca tiene sus frutos. Prueba de ello es la decisión posponer a petición de México la iniciativa impulsada por Trump de declarar organizaciones terroristas a los carteles de la droga tras la masacre de una familia mormona con ciudadanía en ambos países.

“A petición de un hombre que me cae bien y al que respeto, y que ha trabajado tan bien con nosotros, el presidente Andrés Manuel López Obrador, suspenderemos temporalmente la designación”, anunció el presidente estadounidense en un tuit para disgusto de los legisladores y comentaristas de Fox News que querían reeditar un siglo después una versión moderna de la expedición punitiva del general John Pershing contra Pancho Villa.

Almas gemelas

Hay otra teoría que apunta a que la sintonía entre Trump y AMLO en realidad gira en torno a la afinidad de sus personalidades desbordantes que consumen todo el oxígeno político y un parecido ascenso a la cúspide del poder enfrentados al establishment.

“Creo que AMLO no tiene interés en tirársele al cuello a Trump porque ambos son espeluznantemente similares”, consideraba la cabildera y estratega demócrata Cristina Antelo en una columna en The Hill.

“A pesar de ser de izquierdas, AMLO ve atributos en el estilo de liderazgo de Trump y su agenda política que respeta y hasta emula”.

Antelo expone en su texto que ambos líderes están cortados con la misma tijera antisistema. Si uno prometió “secar la ciénaga” de corrupción en Washington, el otro se propuso “purificar” la tóxica cultura política mexicana. Ambos desestiman las instituciones, los contrapoderes y las normas establecidas en favor de la acción personal y prefieren los pronunciamientos grandilocuentes que gustan en sus bases políticas en lugar de políticas responsables, agrega.

Juicios como este pueden sonar exagerados y hasta disparatados, si no fuera que ha sido el mismo López Obrador que ha trazado los paralelismos entre ambos. Lo pone bien clarito en una carta que hizo llegar el pasado julio a Trump.

“En cuanto a lo político, me anima el hecho de que ambos sabemos cumplir lo que decimos y hemos enfrentado adversidades con éxito”, reza el escrito.

“Conseguimos poner a nuestros votantes y ciudadanos en el centro y desplazar al establishment o régimen predominante”.

No llega al nivel de las misivas de amor que Trump intercambiaba con Kim Jong-un, pero cierto cariño sí que hay.