AMLO, el presidente que tiene la atención entera de México, y no le basta: quiere todavía más

AMLO, el presidente que quiere todavía más atención de la que ya tiene. (Carlos Santiago / Eyepix Group/Future Publishing via Getty Images)
AMLO, el presidente que quiere todavía más atención de la que ya tiene. (Carlos Santiago / Eyepix Group/Future Publishing via Getty Images)

Andrés Manuel López Obrador (AMLO), presidente de México desde diciembre de 2018, se ha apoderado de la conversación pública de una manera tan efectiva como duradera. Durante casi cinco años, su palabra ha tenido repercusión en todos los ámbitos de la sociedad mexicana. Y esa estrategia estaba muy bien fijada desde el comienzo de su mandato. Ya lo había hecho cuando fue jefe de gobierno de la Ciudad de México. Sabía que su táctica era funcional y la replicó a nivel nacional.

Desde temprano, durante todos estos días, el mandatario ha acaparado la atención del país en todos los temas imaginables. En sus conferencias "mañaneras" se ha hablado de política, de salud pública, de rivalidades ideológicas, de seguridad nacional, y también de caricaturas, de música —no en vano hizo su propia lista de reproducción con temas que, a juicio, debería escuchar la juventud mexicana— y, faltaba más, de beisbol. Es el rey de la atención en México. Su conferencia se reproduce, desde luego, en su canal oficial de Youtube (de hecho hasta ha aparecido en rankings internacionales al lado de famosos streamers), y también en los canales de televisión públicos.

Es una difusión amplia ya. Y más si se toma en cuenta que todos los medios de comunicación, impresos, electrónicos y digitales, está atentos, todos los días, a lo que diga o deje de decir el presidente. Hay un marcaje personal, que a él le gusta, porque si no le gustara, ya habría dejado de hacerlo. Así que por atención no podría quejarse. La tiene en todo el espectro mediático del país. Pero, por lo que él mismo ha expresado, eso no es suficiente. Cualquiera podría pensar que ya es imposible darle más reflectores a la personas más mencionada de México. Pero él cree que no es así.

En su conferencia de este viernes, retomó la idea de que es objeto de ataques: “nunca en la historia, desde la época de Madero se había atacado tanto a un presidente”, recordó, en una muletilla que ya todos se saben. Él sí que puede atacar a todos, pero cuando las críticas son en contra suya de inmediato recuerda que hay campañas multitudinarias en su contra.

“¿Ustedes creen que en Televisa reproducen la mañanera? Deben de sacar fragmentos, igual en todos; en los periódicos, nada. En la radio nada más están buscando qué les parece extravagante, de mi parte, en qué pueden cuestionarme, andan a la caza del gazapo, a la caza del error”. Lo normal de su parte: refugiarse en el lugar del atacado, en el victimismo tan rentable en su forma de hacer política —ahora que es presidente y antes cuando fue opositor—.

Claro, no basta que todos los medios de comunicación le den voz a lo que él dice todo el tiempo —incluso a aquellas cosas que carecen de importancia, pero que resultan chuscas o, cuando menos, llamativas—. Además, para que no quede hueco de su presencia, hay que pasar la conferencia completa en la televisión. Como cuando existía la cadena nacional para transmitir algún insípido mensaje gubernamental que, en lugar de conseguir su supuesto fin de informar a la sociedad, solamente arruinaba la tarde o noche de quien estuviera disfrutando de su programa favorito.

Lo bueno, dentro de todo, es que López Obrador lo piensa (que debería tener más atención), pero se queda en los reproches. No toma acciones más allá de sus atribuciones, lo cual sería todavía más absurdo. Vamos, no obliga a las televisoras privadas a reproducir sus mensajes. Aunque, de hecho, el mero hecho de seguir haciendo las conferencias —y así será hasta el fin de su sexenio— sea una forma de condicionar la conversación pública. Y quizá cuando ese día llegue el presidente se marchará insatisfecho: debió recibir más atención.

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