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América Latina: las dispares estrategias para contener la pandemia

Saber cómo impactará el coronavirus se volvió un ejercicio de adivinación. Ni los mejores expertos detectan a tiempo un nuevo estallido, y la estrella de algunos países tomados como modelos, con estrategias novedosas y pocas muertes que lamentar, se desvanece bajo un diluvio de casos. Pero sí se puede saber quién está haciendo mejor los deberes. Y en América Latina las posturas negacionistas de Brasil y México, o confusas e indecisas como en Ecuador, contrastaron con la estrategia de otros gobiernos con mejores reflejos.

Brasil, la gran negación

El presidente brasileño, Jair Bolsonaro, de derecha, y el mexicano, Andrés López Obrador, de izquierda, coincidieron en una nueva ideología: negar el riesgo explosivo del Covid-19 y alentar a la población a seguir como si nada.

¿Qué tiene de malo jugar al fútbol en Copacabana? ¿Y por qué no salir a pasear los domingos por la Alameda? Con 19.600 casos y cerca de mil muertos en Brasil y 3500 casos y casi 200 muertos en México, el Covid-19 demostró que no lo detiene la arena ni se toma los domingos.

Bolsonaro sigue enfrentado con gobernadores, legisladores y hasta el ministro de Salud de su gabinete, Luiz Henrique Mandetta. Ante la falta de reacción desde Brasilia, estos actores decretaron sus propias suspensiones y cuarentenas. Hasta las favelas encontraron la manera de organizarse y nombrar sus líderes para manejar la emergencia.

Y mientras Bolsonaro mira para otro lado, esperando que el virus de alguna manera se disipe, el país ya está 14° en el mundo en cantidad de casos y es el que menos testeos hace entre los 15 países más afectados, la herramienta decisiva para contener la voraz expansión del virus.

El déficit de pruebas de Brasil en comparación con otros países es abismal. El país realiza 296 pruebas por millón de habitantes. La tasa de Alemania, uno de los países con la tasa de mortalidad más baja, es de 15.730 por millón.

México, golpe de timón

López Obrador finalmente entró en razones y cambió de actitud, alentando con fervor el confinamiento masivo de los mexicanos y declarando la "emergencia sanitaria de fuerza mayor". El ejemplo de Estados Unidos, donde Donald Trump se la pasó desdeñando al "virus chino" hasta que se desbocó en Nueva York y otras partes, le habrá servido de lección para tomar el asunto con más seriedad.

"Estamos ya en una fase de ascenso rápido", señaló el subsecretario de Salud, Hugo López-Gatell, y aclaró que aún hay una oportunidad de mitigar la transmisión del Covid-19.

Solo los narcos siguen activos en el norte, con sus tiroteos y ajustes de cuentas. Por esas zonas calientes, y en ese oscuro submundo, el coronavirus es uno de los tantos factores de muerte que dominan las calles, y acaso no mete más miedo que las pistolas y los machetes. Pero incluso la mafia tiene su toque romántico. Miembros del Cartel del Golfo, a tono con los tiempos y con sabio oportunismo, salieron a distribuir alimentos en Ciudad Victoria, en el estado de Tamaulipas: cajas de cartón con arroz, azúcar, leche y fideos.

Ecuador, muertos en las calles

Ecuador también erró el camino. Dos semanas después de detectarse el primer caso, a fines de febrero, y cuando los números empezaban a engrosarse, el gobierno del presidente Lenín Moreno dispuso la suspensión de actividades y la restricción de movimientos. Pero el problema creció sin freno en Guayaquil, convertida en la Wuhan de América Latina, con el número más alto de casos per cápita. Esa ciudad y la provincia de Guayas tienen el 70% de los contagios del país, que registra más de 7000 casos y unos 300 muertos.

Los desacuerdos entre el gobierno de Guayaquil y el presidente Moreno, las contradicciones de la alcaldía y la escasa infraestructura de salud se aliaron para que todo saliera mal. El resultado son decenas de enfermos sin atención que mueren en sus casas y son dejados en las calles, por falta de hospitales, de morgues, crematorios y cementerios, toda la cadena de la vida y la muerte.

El trato a los muertos rompió la confianza de muchos ecuatorianos en el gobierno, que activó una fuerza especial para recoger los cuerpos en las casas, sin que aún se sepa cuántos fallecieron por la pandemia.

Guatemala, guía en centroamérica

Del otro lado del tablero se destacó una figura inesperada, Guatemala, que impuso medidas desde antes de detectarse el primer caso. La primera fue prohibir la entrada de ciudadanos de ciertos países europeos, así como de Irán, China y Corea del Sur, los grandes focos de expansión, medida que después se expandió a Estados Unidos y Canadá. Un día después de la primera muerte, el 16 de marzo, Guatemala decretó la suspensión de las clases, el cese de actividades no esenciales, la suspensión del transporte público y el cierre de fronteras, medidas extremas que no se habían tomado con tanta rapidez en casi ningún otro país de la región. Después se impuso toque de queda de 12 horas. Guatemala ronda los 130 casos y al menos tres muertos, pero esta semana el número de casos diarios superó las previsiones del presidente Alejandro Giammattei, que llamó a la población a redoblar los esfuerzos y respetar las reglas.

El que primero cerró sus puertas fue El Salvador, que prohibió el ingreso de extranjeros desde el 11 de marzo, mientras Nicaragua, como si fuera de otro planeta, mantiene todo abierto, desde las fronteras hasta las escuelas, aunque muchos padres desconfían de las cifras del gobierno (siete casos y una muerte) y se niegan a mandar a sus hijos a clases.

"La OPS (Organización Panamericana de la Salud) ha estado preocupada por la respuesta al Covid-19 que se ve en Nicaragua. Nos preocupa la falta de distanciamiento social, la convocatoria de reuniones masivas", dijo la directora de ese organismo, Carissa Etienne.

Varias organizaciones no solo dudan de la veracidad y la precisión de los números oficiales, sino que alertaron sobre las consecuencias que podría tener esta falta de medidas en uno de los países más pobres de América Latina.

Chile, récord de testeos

Con 6500 casos confirmados, Chile está solo detrás de Brasil en número de contagios en la región. Pero las más de 70 muertes registradas hasta esta semana lo sitúan por debajo de Brasil, Ecuador, México, Perú, la Argentina y Colombia, lo que deja al país con un balance ambiguo en esta batalla.

La comparación destaca un dato positivo para Chile: un sistema de salud que demostró estar a la altura en el tratamiento de los enfermos, y una red de laboratorios capaces de hacer gran cantidad de testeos, una de las herramientas más eficaces contra el Covid-19.

Chile reporta así una tasa de letalidad del 0,5%. Brasil, por ejemplo, tiene el 4%; Bolivia, el 6,8%, y Honduras, el 6,7%.

Según cifras del gobierno de Sebastián Piñera, en promedio se están realizado unas 3000 pruebas al día, el mayor número total de pruebas por habitante en América Latina. Siempre de acuerdo con el gobierno, Chile cuenta con 49 laboratorios capaces de hacer esos diagnósticos, lo que sitúa al país en la vereda opuesta a Brasil, con pocas pruebas y escasas posibilidades de realizarlos a gran escala.

Uruguay, sorpresa y reacción

Uruguay todavía lamenta la fiesta de casamiento en el exclusivo barrio de Carrasco que disparó los casos cuando ni siquiera se había detectado el primero. Aunque no fue necesariamente la única fuente. El país era un remanso en un mapa regional que se cubría de casos y que en la actualidad abarca a todos los países del continente, sin espacios libres de coronavirus. El último país en caer fue el diminuto Belice, sobre la costa del Caribe centroamericano.

En Uruguay, 500 casos después de la sensacional presentación del Covid-19 al ritmo de carnaval carioca en esa mítica fiesta de casamiento, y tras ordenar restricciones parciales, las encuestas muestran conformidad con la gestión de la crisis de parte del gobierno de Luis Lacalle Pou, que entró en funciones el 1° de marzo, justo en medio del descontrol internacional que había desatado el Covid-19.

Se suspendieron las clases, se brindó asistencia a desocupados, trabajadores informales y pequeños emprendedores, se lanzaron créditos a las empresas, se repartieron alimentos, se amplió la capacidad de tratamiento médico, se postergaron cortes de servicios y se gestionaron repatriaciones. Los cargos políticos se bajaron el sueldo en 20% como aporte a un fondo que se creó para la crisis.

Venezuela, reflujo inesperado

Con 171 casos y nueve muertes registradas, el gobierno venezolano de Nicolás Maduro decretó una cuarentena desde mediados de marzo y una semana después dispuso que quienes deban salir a la calle se cubran la boca.

Queda por ver qué sucederá con la atención de los enfermos en Venezuela, cuyo sistema sanitario quedó colapsado durante la gestión de Maduro, si se produce un alza repentina del número de casos, de lo que ningún país está exento. Ni siquiera los mejor preparados, y Venezuela está en el extremo contrario.

Allí se vive también un reflujo de miles de migrantes que se quedaron sin trabajo en sus países anfitriones, todos afectados por la crisis sanitaria y económica.