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Almuerzos reservados, mucho WhatsApp y charlas con Cristina, la rutina diaria de Alberto Fernández

En sus primeros 45 días de gestión, el Presidente adaptó la dinámica de la Casa Rosada a su esquema; cómo es la relación con su entorno más cercano

"¿Comiste? ¡Quedate a comer!". Los pocos funcionarios que reciben esa invitación de parte de Alberto Fernández integran un grupo selecto, con acceso a un sitio exclusivo. El Presidente almuerza casi todos los días en una sala pequeña de la Casa Rosada, a metros del despacho presidencial. Con vista a la Plaza Colón, la sala tiene un baño privado, un televisor y una mesa chica, redonda, de madera, en la que no entran más de cuatro comensales.

Los almuerzos reservados son una suerte de bisagra en la dinámica que, en 45 días de gobierno, fue construyendo la nueva gestión. Radial e hiperactivo, Fernández dedica ese momento para adelantar cuestiones de trabajo: cita a gobernadores, dirigentes, ministros y secretarios que no tienen oficina en Balcarce 50. Pero también lo aprovecha para hacer una pausa y distenderse con los funcionarios que tienen acceso irrestricto al sector presidencial, ubicado en la esquina nordeste del primer piso de la Casa Rosada. El jefe de Gabinete, Santiago Cafiero; el jefe de asesores, Juan Manuel Olmos; el vocero presidencial, Juan Pablo Biondi, y el asesor Julián Leunda son los comensales más habituales.

Ninguno de ellos es el primero con el que habla el Presidente al llegar a la Casa Rosada, en helicóptero desde la residencia de Olivos, en general a media mañana. Esa tarea está reservada para el secretario general de la Presidencia, Julio Vitobello, amigo de Fernández desde hace 30 años. Hacen un repaso rápido de la agenda, un seguimiento de asuntos de días anteriores y de lo que se prevé para la semana. Es un intercambio que continúa durante el día, con otras dos o tres visitas de Vitobello al despacho presidencial.

El día de trabajo de Fernández empieza unas horas antes, en Olivos. Ahí lee los diarios en papel, analiza informes que le hacen llegar los ministros y, desde las 7 de la mañana, echa mano a una de sus principales herramientas de gestión, el teléfono. "Tenemos un presidente whatsappero. Te puede escribir bien temprano o tarde, hasta la una de la mañana, más o menos. Casi siempre está en línea. '¿Estás?', te pregunta, y vos sabés que tenés que estar. Te consulta por temas que te encargó, está muy encima", cuenta un funcionario con el que habla todos los días.

Aunque Cristina Kirchner no pisa la Casa Rosada desde el 10 de diciembre, Fernández también habla con ella todos los días, vía Telegram. La vicepresidenta es parte de una mesa chica de solo dos asientos, mucho más reservada que la de la sala de los almuerzos. Salvo que alguno de los dos esté de viaje, se ven todas las semanas, en general, en el departamento que tiene Florencia Kirchner, la hija de la vicepresidenta, en el barrio de San Cristóbal.

Después del cara a cara con Vitobello, la rutina de Fernández en la Casa Rosada sigue con un primer encuentro con Cafiero, al que todas las mañanas llama desde Olivos. En una versión modernizada del intercambio diario que, como jefe de Gabinete, Fernández tenía con Néstor Kirchner, repasan cuánto dinero ingresó de recaudación y qué compromisos de pago hay para el día. El Presidente no usa una "libreta de almacenero" como la que tenía Kirchner. Prefiere una tablet.

Cafiero llega nutrido de la información que recaba en la reunión que todos los días, a la 9 de la mañana, tiene con la vicejefa de Gabinete, la economista Cecilia Todesca, una funcionaria muy valorada en el sector presidencial y alrededores. Raúl Rigo, el secretario de Hacienda, participa de esos encuentros por teléfono.

Ese circuito se completa todos los miércoles a la mañana, cuando se reúne el gabinete económico, que, además de Cafiero y Todesca, integran los ministros de Economía, Martín Guzmán; de Desarrollo Productivo, Matías Kulfas; de Trabajo, Claudio Moroni, y de Agricultura, Luis Basterra; el presidente del Banco Central, Miguel Pesce; la directora de la AFIP, Mercedes Marcó del Pont, y el titular de la Anses, Alejandro Vanoli. Renuente a las reuniones de gabinete, Fernández nunca participó.

Por fuera de lo económico, el Presidente también mantiene contactos diarios con el ministro del Interior, Eduardo "Wado" de Pedro, y con la secretaria legal y técnica, Vilma Ibarra.

En un tándem permanente con Todesca, Ibarra se encarga de la gestión administrativa y de los decretos y proyectos de ley que firma Fernández. Es una especie de filtro de última instancia y otra de quienes visitan el despacho presidencial todos los días. No son reuniones fugaces.

"El Presidente se mete en casi todos los temas, conoce el Estado, y le encanta debatir. Pregunta, pide información adicional, le pide a María, su secretaria, que llame a alguien y al mismo tiempo se pone a llamarlo él con su celular, no podés ir con los temas aprendidos por la mitad", cuenta un testigo de esos encuentros.

El trabajo de Fernández en la Casa Rosada termina alrededor de las 21, cuando toma el helicóptero de regreso a Olivos, donde cena en familia y sigue con su rutina de WhatsApp. En un mes y medio, el Presidente ya marcó su impronta en Balcarce 50. Lo notaron los mozos que todos los días le sirven el almuerzo en la mesa chica. A la hora del postre, elige queso y dulce, igual que Mauricio Macri. Pero para asegurarse de que el plato llegue bien servido, les pide que le traigan "una porción peronista".