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'Allá lejos y hace tiempo': el encuentro de W. H. Hudson y Mercedes Sosa

<span class="caption">Fotografía de la cantante argentina Mercedes Sosa perteneciente al disco "Hasta la victoria" editado en Argentina en 1972.</span> <span class="attribution"><a class="link " href="https://commons.wikimedia.org/wiki/File:Mercedes_Sosa_2.jpg" rel="nofollow noopener" target="_blank" data-ylk="slk:Wikimedia Commons;elm:context_link;itc:0;sec:content-canvas">Wikimedia Commons</a></span>

La relación entre literatura y música ofrece interesantes posibilidades y nuevos significados. En esta ocasión, las notas y la letra de una canción buscan recuperar un texto literario, pero la conexión con el libro se pierde, primero, en favor de su autor, convertido en icono nacional argentino, y, después, de la cantante encargada de dar vida a la pieza musical. De este modo, si ustedes escuchan hoy en día «Allá lejos y hace tiempo», lo harán probablemente como seguidores de la trayectoria de Mercedes Sosa antes que como lectores de la obra del escritor William Henry Hudson.

La autobiografía del angloargentino William Henry Hudson (Quilmes, 1841 – Londres, 1922), conocida en castellano como Allá lejos y hace tiempo, fue publicada por primera vez en Londres por la editorial J. M. Dent and Sons, en 1918, bajo el título Far Away and Long Ago. A History of my Early Life.

Hacia 1957, el afamado compositor y pianista argentino Ariel Ramírez creó una partitura para piano inspirada en el libro de Hudson, titulada «Allá lejos y hace tiempo. Zamba». La música de Ramírez fue acompañada por la letra del también argentino Armando Tejada Gómez. La cantante tucumana Mercedes Sosa fue la encargada de darle voz a la canción, incluida como pista número cuatro en el álbum Traigo un pueblo en mi voz, de 1973, lanzado por Philips Records.

Allá lejos y hace tiempo, un libro argentino

Si bien el libro recorre a lo largo de sus veinticuatro capítulos la infancia y juventud de su autor, transcurridas en Argentina, la letra que Tejada Gómez escogió para la canción no coincide con ninguna parte del texto, ya que es evocadora no del libro, sino del sentido que se le ha dado en Argentina a la obra de Hudson.

A partir de los años 20, y tras la visita de Rabindranath Tagore a Argentina, los intelectuales cercanos a la revista Sur, especialmente Jorge Luis Borges y Ezequiel Martínez Estrada, iniciaron un movimiento de recuperación de Hudson que se extendió hasta los años 50. Este tuvo su punto más álgido en 1941, primer centenario de su nacimiento. El escritor fue adscrito tanto a la literatura de viajes como a la gauchesca, y –pese al idioma de su escritura, el inglés– se convirtió en símbolo de la identidad nacional argentina, puesto que sus descripciones de la fauna y la flora interesaron enormemente a los críticos, que lo situaron al nivel de los grandes autores de la patria.

La canción, por su parte, no se centró en su producción literaria, pero dio voz a la esencia hudsoniana, volviendo sobre el fuerte amor que el angloargentino había sentido por su tierra natal y destacando su puesta en valor de la pampa y del gaucho, del ombú y de las aves.

Entre la canción protesta y la cultura popular

Los años en los que esta canción fue difundida fueron turbulentos, lo que condujo a los intelectuales y artistas a posturas combativas y a la búsqueda de una renovación política y estética, dentro de una creciente orientación ideológica de izquierdas y de una marcada vocación latinoamericanista.

En el campo del folclore argentino, había surgido el «Movimiento del Nuevo Cancionero», cuyo manifiesto fundacional dieron a conocer Mercedes Sosa y su marido –Óscar Matus–, junto a Tejada Gómez, Eduardo Aragón y Tito Francia en 1963. A partir de la canción protesta, Sosa dio voz a los problemas sociales y políticos de América Latina, denunciando la secular injusticia.

Durante el mismo año en el que se editó Traigo un pueblo en mi voz, Héctor Cámpora había llegado al poder, tras el gobierno de facto del general Alejandro Lanusse, y fue también el año del regreso de Juan Domingo Perón al país. Además, el 11 de septiembre de 1973 se había producido en Chile el golpe de estado de Augusto Pinochet. Las canciones de Sosa (quien juró no volver a cantar en Chile mientras la dictadura permaneciera en el poder) estaban dirigidas al pueblo perseguido, al pueblo sin libertad, dándole un hogar en su canción, en su voz.

William Henry Hudson aparece como parte de ese pueblo, como miembro significativo, siendo usado para abrazar a la patria, a esa Argentina intangible que permanece herida por la política, pero siempre amada por sus habitantes. Aunque en la canción no se materializa el texto de Hudson, se da un proceso de resignificación del libro Allá lejos y hace tiempo, que es homenajeado sin tomarlo literalmente, pero otorgando a la producción hudsoniana un hueco en la cultura popular, en el folclore.

Tejada demostró conocer muy bien el libro al recuperar un elemento fundamental: su esencia afectiva, el recuerdo de la familia y, en especial, de la madre. El recordar se liga a la sangre materna, y es la voz maternal la que canta y la que nombra la «vida» que, con las últimas notas de la canción, se transforma en «Argentina»; aquel lugar en el que –como dice su personaje Ralph Herne a propósito de su propia biografía– «vivió y fue querido por una madre». De hecho, la primera publicación que Hudson realizó tras su llegada a Inglaterra fue precisamente una canción de cuna («Wanted: a lullaby»). El letrista argentino supo recuperar, de este modo, el sentir de Hudson y su nostalgia dirigida no solo a un lugar, sino también a una persona.

«Allá lejos y hace tiempo», una canción de Mercedes Sosa

Para terminar, resulta interesante hacer mención de que, debido a los cambios señalados, y a que Hudson no es aludido explícitamente en la canción, poco a poco se fue perdiendo la relación de esta con el escritor. Cuando otros cantantes retomaron la canción y la incorporaron a su repertorio, lo hicieron más como un homenaje a Mercedes Sosa que al autor de la obra de título homónimo. De este modo, una canción creada para homenajear a un escritor va, con el trascurso del tiempo y los cambios producidos en las modas literarias y culturales, perdiéndolo como referente.

Este artículo fue publicado originalmente en The Conversation. Lea el original.

Lucía Maudo García no recibe salario, ni ejerce labores de consultoría, ni posee acciones, ni recibe financiación de ninguna compañía u organización que pueda obtener beneficio de este artículo, y ha declarado carecer de vínculos relevantes más allá del cargo académico citado.