Alfredo Adame: cuando hacer el ridículo todo el tiempo deja de ser divertido

Alfredo Adame durante una conferencia de prensa en 2020. (Adrián Monroy/Medios y Media/Getty Images)
Alfredo Adame durante una conferencia de prensa en 2020. (Adrián Monroy/Medios y Media/Getty Images)

Poco se comenta, pero Alfredo Adame tiene 64 años. Y aquí podemos usar un poco la mente: piense usted en la primera persona de esa edad (o de un número cercano) que le venga a la mente. Seguramente, no habrá pensando usted en alguien que con 64 años sea capaz de protagonizar una pelea tras otra en vía pública. Tan sólo imagine que esa persona, adulto mayor, recibe una golpiza deplorable en la calle. Sufre cuatro fracturas y, probablemente, desprendimiento de retina. Porque eso es lo que Adame ha anunciado que padece luego de la agresión de la que fue víctima afuera de su casa.

Pero volvamos a su familiar de 64 años: ¿sería divertido?, ¿le gustaría que le hicieran memes en redes sociales? Seguramente que no. Pero, bah, acá estamos hablando de Adame: ¿cómo no nos vamos a divertir si él nos ha dado permiso de hacerlo? Igual que en la eterna pregunta sobre el huevo y la gallina, aquí tampoco sabemos qué es lo que pasó primero: ¿Adame construyó un personaje para todos nosotros o fuimos nosotros los que moldeamos a Adame para que cumpliera con el rol de barbaján hazmerreír que no pedimos, pero necesitábamos?

Al final, se puede decir que Adame pertenece al grupo de famosos que encuentran comodidad en hacer pública su vida. Y ya se sabe que cuando son los famosos quienes hacen públicas sus venturas y desventuras no hay reclamo que valga. Luego, sin embargo, hay que preguntarse cuándo deja de ser divertido esto. No hay modo de demeritar sus lesiones, pero sí se puede decir que, previendo un mal mayor, tuvo la fortuna de salvar la vida. ¿De verdad creemos que hay acidez humorística que justifique tanta saña y un bullying colectivo que raya en el delirio?

El personaje se ha comido a la persona desde hace mucho tiempo. Por eso, era normal verlo repartiendo mentadas de madre durante su campaña para diputado y nadie indignó de verdad cuando aceptó que se robaría dinero público. Lo vimos como parte del folclor que lo define a él como individuo y a nosotros como país. Nuestro México mágico, en el que se le paga dinero a una celebridad para que te mande un video insultante. Y también podemos enumerar sus comentarios misóginos, clasistas y homofóbicos. Sin embargo, eso tampoco fue tomado con la suficiente seriedad porque cada vez que lo oíamos pensábamos algo: Ah, es Adame, que diga lo que quiera, pero avisen cuando se vuelva a pelear con alguien porque quiero divertirme.

A los bufones, se creyó, hay que permitirles todo. Mientras hagan reír y garanticen esa dosis de ridiculez que tanto pedimos, es imposible verlos con malos ojos. Pero la bomba de tiempo estalló. Y entregó como resultado una terrible imagen del actor con la mitad del rostro destrozado. No fue un "piquete" como en otras peleas que fueron evaluadas como entretenidas y hasta inocentes. Pero esta vez dio exactamente lo mismo: la reacción inmediata fue la risa. Ooootra vez Adame en problemas callejeros, pensamos. Estimados: Alfredo Adame nos espeja. Y, por cierto, olvidamos algo penoso: la agresión en su contra haya enviado a segundo plano el asesinato de un policía.

Lo de Adame estaba bien para divertirse un rato, cuando todo se quedaba en la comedia: uy, miren, se va a pelear con Carlos Trejo —aunque, volviendo a eso, siempre pareció macabro que Trejo acusara a Adame de asesino tan a la ligera—. Lo que se dice siempre: es parte del show. Quizá el espectáculo deba terminar aquí y ahora por el bien de todos. Alfredo Adame ha dejado ser el showman que nadie pidió pero todos necesitábamos. Todavía es buen tiempo para acabar con esto.

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