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Alfonso Cremata, mi amigo, era un pionero del teatro del exilio cubano | Carta

Alfonso Cremata fue un producto neto de nuestro patio. Aquí se forjó como actor y comediante, porque en el “gusano” con el que salió de Cuba a principios de los años 60 no traía fama, ni contactos con empresarios, ni experiencia, ni público que lo reconociera. Ni siquiera conocía entonces de sus dotes histriónicas.

Quizás por ello fuera tan respetado por grandes de la comedia como Guillermo Álvarez Guedes, y por luminarias como Olga Guillot y Libertad Lamarque que lo invitaban a cenar a sus respectivas casas.

Alfonso fue mi gran amigo desde que acabados de llegar de la Cuba comunista, nos conocimos como alumnos del Miami Jackson High School, y junto a otros en la misma situación que nosotros forjamos una entrañable amistad que perdura hasta el presente. Hoy, todos lloramos la pérdida de nuestro gran amigo quien sucumbió a la enfermedad de Parkinson este pasado 5 de enero, un cruel mal que le arrebató la dicción con que sabiamente hizo una carrera artística haciendo reír a tantos con su gran humor.

Alfonso Cremata era uno de los últimos artistas que nos quedan de los que en el exilio hicieron más llevadera la añoranza de la Cuba que abandonamos, trayéndonos con humor, con nuestra música y nuestro arte dramático la remembranza de la patria que tuvimos que abandonar.

Algún día, cuando se escriba la historia del arte en Miami, estarán presentes esos pioneros a quienes debemos que nuestra cultura fuese trasplantada a estas tierras: Federico Piñeiro, y su labor en el desaparecido Teatro Flagler y Leopoldo Fernández en el Teatro Martí; Pili de la Rosa y los fundadores de Grateli; Pedro Román y su incansable labor artística y cultural a través de Alba Inc.; Guillermo Álvarez Guedes, Armando Roblán y muchos más.

Y cuando esa historia se escriba, no faltaran Alfonso Cremata y Salvador Ugarte, quienes con su Teatro Las Máscaras hicieron época en Miami por más de 30 años, meritando su arte y popularidad que aparecieran no solo en teatro, sino también en radio y televisión. Y al igual que Celia Cruz transcendió a las nuevas generaciones con el reggaetón, el humor del Teatro Las Máscaras transcendió a todas las oleadas de exiliados, desde el histórico, al cual ambos pertenecían, hasta el del Mariel y los desafortunados balseros que comenzaron a llegar a las costas floridanas en los años 90.

¿Quién no recuerda una de sus obras más famosas, “Cuca la balsera llegó a la desagüe”? La obra estuvo en cartel más de dos años a teatro lleno, y la cambiaron porque ya los aburría interpretarla.

Pero el éxito no cambió el amor de Alfonso por la Patria abandonada a la fuerza, y siempre estuvo presente en su vida, manteniéndose fiel hasta el final de sus días a los principios por los cuales sus padres lo sacaron de Cuba.

Junto a Ugarte escribió en el año 2004, “Un velorio en Hialeah”, donando toda la recaudación de la presentación inicial en Las Máscaras al US Cuba Democracy PAC, grupo del cual soy miembro de la Junta Directiva, que aboga en el Congreso porque no se levante el embargo a Cuba hasta tanto no ocurran cambios políticos en la isla. Cuando intentando repetir el éxito anterior me aventuré al año siguiente a montar un espectáculo en el Teatro Artime con el mismo propósito recaudatorio para nuestra causa, lo llame: “Alfonso, son 835 butacas ¿cómo lleno este teatro? Me respondió firme: “Yo sé como”.

Entonces llamó a México a su buena amiga Olga Guillot, quien, demostrando también su fervoroso amor por una Cuba libre, regresó a Miami. Y sin cobrar un centavo, cantó ante un público enardecido que la aplaudía sin cesar.

Fue un éxito total y el resto es historia. Pues allí nació “Risas y Música para Cuba”, un espectáculo que se presentó durante 14 años consecutivos en el Dade County Auditorium contando siempre con la participación y colaboración gratis de Alfonso Cremata, excepto por los últimos tres en que estuvo ausente. La enfermedad de Parkinson ya hacia estragos en su vida.

Miami rio a carcajadas durante mas de 30 años gracias al humor del teatro Las Máscaras, y este será siempre parte íntegra de la historia de la capital del exilio. Un teatro que predicando el folklore cubano y las vivencias del exilio traspasó los umbrales de lo temporal para entrar en la eternidad de lo único. Ahí esta el gran legado de Alfonso Cremata.

¡Descansa en Paz, mi buen amigo!

Anólan Ponce