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Alerta sísmica, el sonido que aterroriza a México aunque les salve la vida

Personas asustadas en la Ciudad de México en el sismo ocurrido en las primeras horas del 22 de septiembre. |  REUTERS/Henry Romero
Personas asustadas en la Ciudad de México en el sismo ocurrido en las primeras horas del 22 de septiembre. | REUTERS/Henry Romero

Un sismo volvió a ser protagonista de la madrugada de los mexicanos. Se trató de una réplica (la más fuerte hasta ahora) de 6.9 grados Richter. Las conversaciones en redes sociales fluyeron sobre diversos subtemas relacionados al temblor. Una de ellas, desembocó en la crítica hacia la alerta sísmica. No es nuevo. Desde hace tiempo, se ha hablado sobre el estruendo que acompaña a este mecanismo de prevención.

Una mujer falleció en la alcaldía Cuauhtémoc tras caer de una escalera y golpearse. Esto luego de haber escuchado la alerta sísmica y salir a buscar un refugio de manera rápida, según reportaron las autoridades locales. A algunas voces comenzaron a culpar directa o indirectamente a la alerta sísmica y, en particular, al inquietante sonido que la acompaña.

También se informó de la muerte de un hombre, en la alcaldía Coyoacán, a causa de un paro cardíaco. Ante estos hechos, lamentables desde luego, algunos usuarios volvieron a comparar la alerta sísmica mexicana con la que se usa en Japón, la cual tiene un sonido mucho más calmado en la comparación con la que conocemos, aunque de igual modo la melodía es intensa y tiene exactamente la misma misión de poner alerta a sus ciudadanos. No puede ser diferente: una alerta tiene que cumplir con su función aunque no nos guste cómo suene.

Una alerta sísmica no tiene por qué ser alegre. Debemos entenderlo de una vez por todas. Es muy posible que su sonido y su mera existencia hayan provocado algunas muertes, pero no tengamos dudas de algo: han salvado muchas más vidas de las que han cobrado. Por un momento cabe volver al pasado y recordar cómo era la vida antes cuando había un sismo: apelar a la intuición y reaccionar al instante. Hoy, al menos en ese rubro, se ha dado un paso adelante. Por ejemplo, en este caso también hubo testimonios de personas que agradecieron la existencia y correcto funcionamiento de la alerta, pues así pudieron resguardarse y hasta ganarle unos segundos de ventaja al temblor.

La experiencia nos dice que sí, en efecto, el sonido que emana de la alerta sísmica es desagradable. Por principio de cuentas, tendríamos que decir lo evidente: nadie quisiera escucharlo nunca. Pero es mejor aceptar que debemos convivir con él eternamente. Ese miedo al sonido en realidad es una muestra más de que ningún sismo, por más fuerte que sea, sirve para atenuar el susto ni normalizar tan traumática experiencia.

Y es que eso forma parte del instinto que nos despierta el miedo: ninguna práctica será suficiente para equipar la adrenalina que se vive en el momento. Por ese mismo motivo, no hay nada más recomendable que aceptar a la alerta sísmica tal y como es. Sí, con su chocante sonido que nos eleva las pulsaciones y nos anuncia que están por venir minutos de terror. Ni modo. Siempre hay un costo por aquello que nos da cierta seguridad.

En todo caso, si de reclamar se trata, habría que encauzar la indignación hacia otros aspectos vinculados a la alerta sísmica. Por ejemplo, vale la pena pregunta por qué su cobertura todavía es deficiente en diversas zonas que resienten los sismos. ¿Eso no amerita la atención suficiente?

No se trata de jugar a la insensibilidad ni de invalidar la opinión de quienes valoran que el sonido de la alerta causa más miedo que el temblor en sí mismo. Si algo hemos aprendido durante estos años, es que el equilibrio emocional resulta primordial en casos de emergencia. No vale presumir nervios de acero ni indiferencia, pero es necesario dimensionar la valía de la alerta con todo y sus imperfecciones.

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