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Alberto Garay: "¿A quién en su sano juicio se le puede ocurrir encarar una reforma judicial en un momento así?"

El abogado constitucionalista Alberto Garay cuestionó ayer el momento en que el Gobierno presentó la reforma judicial, en medio del manejo de la pandemia del coronavirus y su impacto sobre la economía, y se preguntó: "En un momento así, ¿a quién en su sano juicio se le puede ocurrir encarar una reforma del Poder Judicial federal, de la Corte y del Consejo de la Magistratura?".

Entrevistado por Carlos Pagni en el programa Odisea argentina, de LN+, el letrado repasó la historia de la Corte Suprema y consideró que el presidente Alberto Fernández "debería haber consultado" al máximo tribunal antes de enviar el proyecto al Congreso. Además, se manifestó en contra de la ampliación del número de integrantes: "Es una barbaridad. Ya se vio en la época de Carlos Menem. Es para peor, todo se demora mucho más", dijo.

-¿Cuál es el rol de la Corte Suprema en un país?

-Para nuestro sistema, la Corte es el último tribunal federal en algunas materias constitucionales. La Constitución crea la Corte y dice que puede tener toda esta competencia pero el legislador le dice en qué casos entrar y de qué manera va a ser el acceso. Es una ley que se dictó en 1863, se tuvo muy en cuenta la ley norteamericana, y lo que se dijo es: bueno, los seguimos, sigamos también cómo la regulan. Se seleccionaron ciertos temas y se les dijo que en esos temas tengan la última palabra. En los demás, la última palabra la tienen las cortes provinciales y el tribunal superior de Buenos Aires. La Constitución le dio a la Corte un pedazo del poder y repartió entre los 24 el resto. Algunos creen que la Corte tiene la última palabra en todos los temas, pero no es así.

-¿Por qué se organizó de esta forma?

-El país estaba muy dividido. Era 1853. Veníamos de una guerra civil de 20 años, unitarios, federales... Entonces después de tantas muertes, asesinatos, persecución política, de tanta grieta, después de un pasado español tormentoso, con una mala organización judicial, un grupo de gente se decidió a forjar la idea de organizar todo el país con una Constitución y así armar la organización de poderes. El Poder Judicial es el que enjuicia. Alguien tenía que tener la palabra en materia de interpretación constitucional. Lo hacen los tribunales y en último término la Corte, si se daban ciertos requisitos. Como era necesario unificar al país, dijeron 'en estos temas la última palabra es de la Corte'. No porque fuera el ente más sabio. Tenía que haber alguien que fuera el último y que estuviera despegado de los temas políticos.

-Si uno mirara al pasado, ¿qué lecciones muestra?

-La gente venía de una guerra civil, hubo muertes por doquier, familias dividas, exilios. El dolor había sido enorme. Los actores políticos estuvieron decididos a deponer mezquindades para lograr un objetivo común: armar un país. Había por supuesto gente que no estaba de acuerdo con los que llevaban la voz cantante. Respecto del Poder Judicial, el sistema español había impuesto un orden antiquísimo y muy deficitario. No había confianza en la Justicia. Se vivía en un constante planteo de la legitimidad de lo que se resolvía, de los juicios que eran eternos. Entonces se establecieron garantías que hasta el día anterior eran impensadas. Cárceles limpias, la inviolabilidad domiciliaria, propiedad privada, igualdad ante la ley. Nada de eso existía en la Argentina hasta ese momento. No venían a consolidar un sistema, venían a imponer un sistema nuevo.

En esa época existía una convicción de hacer las cosas bien que hoy no veo. Hoy veo una convicción de hacer las cosas que convienen. Lo que no quiere decir que estén bien para todos.

-¿Cómo ves los cambios o la comisión que armó Alberto [Fernández]?

-En esa época existía una convicción de hacer las cosas bien que hoy no veo. Hoy veo una convicción de hacer las cosas que convienen. Lo que no quiere decir que estén bien para todos. Cuando una ve toda esta comisión, uno piensa: ¿cómo es que salen con este proyecto y la Corte no habló? El proyecto de la ley 48 lo hizo la Corte de 1863. Mandaron a un abogado a Estados Unidos. Fernández debería haber consultado a la Corte de entrada. Lo primero que yo haría si creo que la Corte funciona mal es decirle: "¿Creen esto? ¿Cómo podemos mejorar?". Yo no creo que funcione mal, mal es demasiado fuerte, yo creo que es mejorable.

-¿Qué opina de la posibilidad de ampliar la cantidad de jueces de la Corte?

-Es una barbaridad. Ya se vio en la época de Carlos Menem. Es para peor, todo se demora mucho más. Dividir en salas técnicamente no se puede, la Constitución habla de una Corte Suprema. Los que proponen eso tienen un concepto equivocado de la competencia, porque dicen "bueno, tres con temas penales, tres con civiles" pero la Corte no entra en temas civiles o penales, entra en temas en tanto esté en juego una garantía individual. Si se nombran penalistas van a ensanchar lo que ellos saben, que es penal, y teóricamente la última palabra en penal en nuestro país la tienen los tribunales del interior.

-¿Qué inspira esta reforma?

-Para mí el problema central es la coyuntura, cuándo se propone. Se propone cuando cruzamos una pandemia que no se sabe si llegó al pico. Cuando a la gente se le pide un esfuerzo enorme en materia de libertad individual, de locomoción, de trabajo... se le ha prohibido trabajar a la gente, indiscriminadamente.

¿Por qué tanto interés en la Corte cuando están pasando estas barbaridades al mismo tiempo? Explotó todo

-Todas estas prohibiciones... ¿cómo las evaluás?

-En los primeros 30 días es admisible cierta flexibilidad porque no sabíamos cómo encarar el problema. Al principio uno puede tolerar ciertos ruidos. Después la Constitución tiene una herramienta si se quieren restringir las garantidas individuales, que es el estado de sitio. Pero al Gobierno le resulta políticamente costoso decirlo porque existe toda una retórica de que los malos nada más imponen el estado de sitio, los militares, y ellos no quisieron hacer eso. Además, está el invento de la vicepresidenta de hacer esa demanda en la Corte para que los dejaron sesionar... ¿De dónde salió que las medidas restrictivas alcanzaban a los diputados y senadores? ¿Cómo el Presidente va a impedir al Congreso que sesione? Es inconcebible. Pero en el momento del susto todo el mundo dijo "está bien". Cristina Kirchner sabía que eso no se podía pedir. No sé cuál fue la real intención de ella, pero sabía que no se podía hacer. Entonces cuando uno ve este tipo de cosas, en la pandemia, orillando el 50% de pobreza, con la caída del consumo, de todos los índices económicos, algunos dicen esto es 2001 o peor, en un momento así, ¿a quién en su sano juicio se le puede ocurrir encarar una reforma del Poder Judicial federal, de la Corte y del Consejo de la Magistratura? Tendrían que tener la cabeza casi exclusivamente para estas emergencias. Hay gente pasando penurias, mendigando 10.000 pesos, haciendo cola en los comedores... Pero después se llenan la boca... es ignominioso lo que está viviendo mucha gente y ¿se ocupan de esto? ¿Por qué tanto interés en la Corte cuando están pasando estas barbaridades al mismo tiempo? Explotó todo.

-¿Y qué pensás?

-Cuando uno analiza todo entiende que nadie en su sano juicio podría estar proponiendo esto. En un país en serio estarían en otro tema. A menos que todo esto fuera causa de la Corte. Entonces estarían preocupados. Pero no es el caso. Lo más parecido son estas metáforas del caballo de Troya. ¿Por qué? Porque tenemos experiencia los argentinos, la más reciente es la del menemismo, que destruyó la Corte al ampliarla, nombrar amigos, al asegurarse una mayoría que le respondía puntillosamente. Volvimos a 1830. Uno advierte que es un problema crónico de la Argentina. Hubo una época en que no, entre 1863 y 1930. Pero entonces fue el golpe militar, cae Hipólito Yrigoyen y la Corte dice que ganó el más fuerte. Vuelve a pasar lo mismo en el 43, ya venía la institucionalidad herida, pero un nuevo golpe de Estado y la Corte dice que no se puede meter. Llega Perón al poder y en el 47 propone el juicio político a la Corte, algunos renuncian, nombran amigos. Nuevo golpe a la Corte. Empiezan los golpes: en el 55, se remueve una Corte y se pone otra; en el 58, Frondizi pone dos jueces más, legítimamente, si se quiere; en el 66 viene Onganía y pone una nueva; en el 73 Cámpora saca a los jueces anteriores y pone cinco nuevos; en el 76 los militares hacen lo mismo; en el 83 llega Raúl Alfonsín y nombra una Corte en algún sentido de lujo. Funciona esa Corte, con errores, con aciertos, poniendo los puntos sobre las íes al Gobierno en algunas cosas. Pero llega Carlos Menem y dice que no va a poder gobernar con esa gente y a los meses de haber asumido, amplía la Corte, que se disciplinó ante el menemismo. La idea es que en una Corte estén representados diversos intereses de la sociedad, no todos los mismos. Más con el caudillismo nuestro, la gente se disciplina mucho ante el caudillo en la Argentina y en América Latina. Más tarde se va Menem y viene De la Rúa y no toca la Corte. Viene Eduardo Duhalde, la crisis y el juicio político a la Corte pero falla. Fracasa. Llega Néstor Kirchner, con muy poca legitimidad electoral. Menem le tira la papa caliente y muy inteligentemente Kirchner dice que hay que ver esto de ir contra la Corte y decide tomar a ciertas personas. Entonces los kirchneristas la reducen de nueve a cinco los miembros. Extraordinario. No existe en la historia que se haya hecho algo así. Queda la Corte conformada. El kirchnerismo nombró muy buena gente y la Corte empezó a funcionar.

En la comisión del proyecto está el abogado de la vicepresidenta, que tiene un abanico de causas que van a terminar en la Corte. Un mínimo de decoro debería invitarlos a dar un paso al costado

-¿Y cómo estamos ahora?

-Pasa todo esto, estamos con la actual, todos jueces nombrados por Mauricio Macri y de pronto dicen que quieren reformarla. ¿Qué tengo que pensar? La Corte funciona más o menos bien, ha tenido peores épocas, es mucho mejor a cómo estuvimos en los 90. Pero lo van a hacer ahora, en medio de esta hecatombe. Si es así es porque efectivamente se trata un caballo de Troya. La intención muy probablemente sea la de querer dominar. Ya el golpe es importante. El apurón de la reforma a muchos quizá los disciplina. No sé si a la Corte pero a los jueces federales sí. Tengo que pensar que quieren hacer lo que hizo Menem, lo que hizo Perón. Tener una mayoría que le responda para las causas que a ellos les interesan. Encima en la comisión del proyecto está el abogado de la vicepresidenta, que tiene un abanico de causas que van a terminar en la Corte. Un mínimo de decoro debería invitarlos a ellos a dar un paso al costado y dejar que otra gente, si quieren de la misma ideología, ocupe su lugar porque esto genera mucha desconfianza. Y no basta que digan que tienen fe, la fe es para la religión. Es necesario un sistema para cuidar el Poder Judicial, que es el último control de nuestro sistema, la última palabra. Si yo tengo jueces que son amigos del poder, perdí toda la esperanza que podía aguardar en el sistema. El último control me falló.