"Sin agua, no somos nada": en España, la sequía reaviva el conflicto por el Tajo
Desde principios de la década de 1980, parte de las aguas del Tajo, el río más largo de la Península Ibérica, se han desviado para alimentar el sur de España. Un traslado que permitió que esta árida región se convirtiera en el "huerto de Europa". Sin embargo, a medida que el oro azul se vuelve cada vez más escaso bajo el efecto de las repetidas sequías y el cambio climático, la ira se está gestando río arriba del río.
"Antes, este lugar estaba lleno de vida. Había cientos de turistas durante todo el año. Navegábamos en el lago, pescábamos, nos reíamos", recuerda Ricardo Ortega en su embarcadero.
Desde la década de 1970, este marinero profesional, con gorra en la cabeza y una barba canosa, ha dirigido un pequeño negocio de turismo fluvial en Sacedón, un pueblo de apenas 1.500 almas en Castilla-La Mancha, a cien kilómetros al este de Madrid. Pero hoy sus embarcaciones de recreo, a pesar del gran cielo azul y el sol abrasador, permanecen amarradas en el muelle. El tablero de reservas está desesperadamente vacío.
Detrás del sexagenario, la arena, la tierra árida y la vegetación quemada se extienden hasta donde alcanza la vista. A lo lejos, un puente: "Antes, el agua llegaba hasta allí", señala. "Ahora parece un desierto. No hay más agua ni humanos". Unos cientos de metros más adelante, las puertas del camping municipal están cerradas por falta de clientes. Algunas canoas dañadas se apilan en una esquina, vestigios de una época en la que el establecimiento tenía los pies en el agua.
"¿Quién vendría a disfrutar de un lago sin agua?"