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Adiós al barbijo: la inesperada medida generó un quiebre más allá de la grieta

Fernán Quirós y Carla Vizzotti, dos de los actores principales de las políticas de salud de la Argentina
Fernán Quirós y Carla Vizzotti, dos de los actores principales de las políticas de salud de la Argentina

Después de un año y medio de meternos miedo, este lunes el Gobierno anunció sorpresivamente una serie de medidas de liberación de restricciones. La más llamativa fue la de la no obligación del uso del barbijo al aire libre. Entre la situación epidemiológica del día anterior a las elecciones y el del anuncio no hubo ningún dato pandémico nuevo que no fuera el continuo descenso de los indicadores: casos, hospitalizaciones y fallecimientos. El único acontecimiento fue político: la aplastante derrota del oficialismo en las PASO y el escandaloso minué de la semana posterior entre el presidente y su inmediato superior, la vicepresidenta.

Conferencia de prensa de Juan Manzur y Carla Vizzotti
Presidencia


Conferencia de prensa de Juan Manzur y Carla Vizzotti (Presidencia/)

El resultado de ese baile fue un nuevo gabinete que se vio obligado a mostrar una nueva cara. La primera expresión de ese rostro fue el anuncio compartido entre la ministra de Salud, Carla Vizzotti y el nuevo jefe de Gabinete, Juan Manzur. El dato político, no sanitario, es que no existía ninguna posibilidad de que ese anuncio lo hiciera el presidente. Su autoridad moral para un cambio de perspectiva sanitario fue demolida por él mismo, por las urnas y por su jefa política.

¿Medida acertada o peligrosa? Cómo les fue a los países que permitieron prescindir del barbijo al aire libre

Si bien la sorpresiva apertura no estaba respaldada por la historia previa de quienes la comunicaban, es cierto que los números sí permitían imaginar una vida más normal en la Argentina; si no era ahora, ¿cuándo? Los casos bajan ininterrumpidamente desde hace casi cuatro meses lo mismo que los fallecimientos. Las camas de terapia intensiva están tan desprovistas de casos de Covid-19 como al comienzo de la pandemia. La positividad, que siempre daba alta en nuestro país por escasez de testeos, está muy por adentro de los parámetros requeridos por la OMS. Ya estamos en plena primavera, se acerca el caluroso octubre y la tan anunciada variante delta -por razones que no conocemos plenamente- no irrumpió como se temía. Eso permitió que la vacunación –aun con las dificultades conocidas- avanzara. En estos momentos, Argentina cuenta con el 45 % de su población con doble vacunación. Para dar un panorama de lo que eso significa, consideremos que cuando el Reino Unido hizo una apertura total, mucho mayor a la anunciada este lunes entre nosotros, apenas tenía el 53 % de su población con el esquema de vacunación completo. Basta ver cualquier partido de la Premier League con sus estadios repletos de gente sin barbijos para entender lo que implica en términos de vida social.

Si los datos para la Argentina son satisfactorios y permiten avanzar en las aperturas, los de la ciudad de Buenos Aires –que por movimiento y densidad preanuncia lo que sucederá en el resto del país con unas semanas de anticipación—son mejores todavía.

Gente sin barbijos  gracias a las nuevas medidas anunciadas por Vizzotti
Ricardo Pristupluk


A partir del 1° de octubre se podrá circular al aire libre sin el uso del barbijo (Ricardo Pristupluk/)

Adiós al barbijo. ¿Una medida adecuada o algo anticipada?

En el sistema público la ocupación de camas de terapia intensiva por Covid-19 ronda el 8%, en el privado está por abajo del 20%. Los casos diarios se cuentan por alrededor de poco más de una centena en una ciudad de tres millones. Hay clases presenciales sin burbujas (aunque con el imperdonable barbijo infantil) sin que apareciera más que un publicitado brote aislado sin consecuencias médicas. La positividad ronda el 2%. Por otra parte, CABA tiene a la totalidad de su población de riesgo completamente vacunada y a buena parte de los adultos fuera de la zona de riesgo con altos porcentajes de doble vacunación. Si había un gobierno que tenía la posibilidad de adelantarse al de la Nación en anuncios que trajeran esperanzas y reactivación era el de la Ciudad de Buenos Aires. Sin embargo, por algún motivo, sus autoridades sanitarias no quieren seguir los pasos del gobierno nacional.

La explicación quizás esté en la discordancia entre emisor y mensaje. Que quienes hayan tomado la decisión de abrir antes no tenían el menor empacho en calificar de “asesinos” a quienes ejercitaban al aire libre o simplemente tomaban sol hace más difícil de aceptar una medida que objetivamente parece razonable.

El súbito viraje del Gobierno complicó la percepción de las cosas y generó un quiebre más allá de la grieta. Como si fuera un cuadro de doble entrada, los tuiteros se dividieron en la clásica diferenciación K-antiK pero también barbijo-antibarbijo. Con lo cual las dos posiciones antagónicas se convirtieron en cuatro: kirchneristas pro y anti-liberación del barbijo y antikirchneristas con la misma disyuntiva respecto de las restricciones. Se expresaron en las redes con su expresividad habitual.

El marxismo clásico utilizaba las categorías estructura y superestructura. La estructura era determinante y eran las relaciones económicas. La superestructura era todo el aparato social y cultural que se armaba por sobre esa base y que era explicada por ella. La situación actual del coronavirus en la Argentina es que hay una superestructura de discusiones, pero sin su estructura viral por debajo. Se discute sobre el barbijo, sobre la combinación de vacunas, sobre la presencia de los chicos en las aulas, sobre si hay riesgo en las escuelas, si la delta viene o no viene, si aparece la variante mu, si el contacto estrecho y el testeo, sobre los varados, los protocolos y el riesgo de la birome en el acto eleccionario. Se discute obsesivamente sobre un virus que, en este momento en nuestro país, en la práctica, es un padecimiento menor.