Aczino y la polémica que despertó por decir que el freestyle es un deporte

Aczino durante una presentación en Ciudad de México. (Héctor Vivas/Getty Images)
Aczino durante una presentación en Ciudad de México. (Héctor Vivas/Getty Images)

El freestyler mexicano Aczino generó un enorme revuelo en redes sociales con un comentario que no pasó desapercibido para nadie. El rapero respondió a un tuit del comentarista David Faitelson, en el que este último preguntaba a sus seguidores quién consideran que era el mejor deportistas mexicano del momento. Entre las opciones estaban Saúl Canelo Álvarez, Sergio Checo Pérez, Hirving Lozano y Julio Urías.

Mauricio Hernández, nombre real de Aczino, dijo que el freestyle también es un deporte, con lo que dio a entender que su nombre podría estar incluido en la lista de opciones —Aczino lo ha ganado todo en su rubro y está catalogado como uno de los mejores de la historia—. La polémica no tardó en llegar. Si bien muchos fans respaldaron la postura del rapero, hubo quienes argumentaron que una actividad que no requiere esfuerzo físico de alto rendimiento no puede ser considerara como deporte.

Incluso cayeron en la descalificación, tanto del aspecto de los competidores como del esfuerzo mental que realizan —dijeron que nada tiene de especial rimar "silla" con "ardilla", aunque claro está que las rimas que ellos manejan son mucho más complejas—. Entre tanto griterío, asoma una pregunta pertinente. ¿Es el freestyle un deporte o no?

No hay duda: la popularidad de esta actividad ha escalado a niveles impensados hace unos años. Y con la fama, también ha llegado la profesionalización. A comienzos de la década pasada, en Latinoamérica, era normal que las batallas de rap se realizaran en escuelas y con un claro toque de clandestinidad. Es España se había emprendido un esfuerzo años atrás con La Batalla de los Gallos, que vio luz durante 2005 por impulso de Red Bull, y fue el primer megaevento que encauzó hacia el profesionalismo una actividad de origen urbano.

Todo paso hacia la formalidad ha conllevado la conformación de clasificaciones nacionales e internacionales; por ejemplo, para acudir ahí, primero es necesario ser campeón nacional. Y aquí es necesario enmarcar la diferencia entre freestyle y batalla como tal: el primero es la acción pura, misma que puede hacer un joven desconocido en su casa, y la segunda implica competencia directa: hay un ganador y perdedor, como en todos los deportes, y el rendimiento lo juzgan unos jueces —en los años precedentes, el público dictaminaba al vencedor con aplausos y alaridos—.

Otro punto fundamental rumbo a la profesionalización llegó en 2017 con la fundación de la Freestyle Master Series (FMS), que llevaba siete años cocinándose y finalmente pudo ver luz ese años gracias a Urban Roosters. En esta serie, se enfrentan los diez mejores MC's del mundo. A través de eventos transmitidos en vivo, y una potente interacción en redes sociales, las competencias han adquirido enorme aceptación entre el público hispanohablante. Marcas deportivas como Puma, Nike y Adidas, las más relevantes del mercado, han colaborado con competidores como el propio Aczino y el argentino Chuty.

El debate está muy lejos de cerrarse. Incluso en el gremio de freestylers discuten sobre si lo que hacen es, en efecto, un deporte o arte. Con más razón, de puerta hacia fuera la incógnita se agranda. El matiz competitivo de las batallas es un factor que le declina hacia lo deportivo, incluido el esfuerzo y desgaste mental que realizan los participantes. Además de que, como ejemplo, si una batalla a nivel regional, a la que acuden no más de 200 personas, cuenta con el respaldo de la FMS, se pueden sumar puntos en la clasificación global. Es decir, las organizaciones comienzan a abarcar más espacios para dotar de estructura todos los niveles de práctica, tal como en el futbol un equipo de sexta división puede llegar algún día a Primera.

Dicen los detractores de esta actividad que no hay un esfuerzo físico. Lo mismo podría decirse del ajedrez o del póker, que son universalmente reconocidos como deportes. También se recurre también al ejemplo del automovilismo, para decir que ellos no hacen ningún esfuerzo físico, pero la evidencia dicta que los pilotos sí que se desgastan al conducir y también tienen una preparación previa de suma exigencia.

 

Vale la pena recuperar el ejemplo del skateboarding, que durante muchos años recibió estigmas y fue alejado de los deportes "de verdad". Los últimos Juegos Olímpicos, en Tokio 2020, han tirado todos los prejuicios por la borda. Pero, para que el proceso de profesionalización se consolide, tendrá que haber un ente regulador a nivel mundial, con la finalidad de que se unifiquen criterios y todos compitan bajo la misma reglamentación.

Guste o no, haya unanimidad o no, lo cierto es que el freestyle tiene todos los visos de ser un deporte. Y si no lo es todavía, será cuestión de tiempo.

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