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Se acabó la fiesta para el primer ministro británico Boris Johnson | Opinión

En diciembre de 2019 Boris Johnson se convirtió en primer ministro del Reino Unido con mayoría absoluta. La fórmula del populismo de derechas que también le había granjeado el triunfo a Donald Trump en Estados Unidos le funcionó a la perfección subido a la ola del Brexit. Sin perder tiempo, el entonces presidente Trump lo felicitó por su “gran” victoria.

Ambos guardaban similitudes más allá de sus singulares estilismos capilares: habían seducido a su base con un discurso que ponía énfasis en su rechazo a los tradicionales estamentos políticos. Además, compartían el desdén por las reglas de las que se jactaban de romper sin pagar las consecuencias. En plena campaña electoral contra Hillary Clinton, Trump llegó a decir: “Podría disparar a gente en la Quinta Avenida y no perder votos”. Lejos de espantar a votantes potenciales, dicho comentario entusiasmó a quienes veían en la desobediencia cívica una virtud y no un peligroso indicio.

En cuanto a Johnson, tampoco era ajeno a polémicas antes de ocupar el número 10 de Downing Street. En sus tiempos como periodista los comentarios homófobos, sexistas y xenófobos abundaban en sus columnas.

Tal y como le sucedió a Trump en Estados Unidos, el premier británico no estaba preparado para afrontar el estallido de la pandemia y se vio obligado a poner en marcha medidas para frenar la oleada de muertes.

Al principio los dos mandatarios le restaron importancia a la crisis global que cambiaría dramáticamente el rumbo de los acontecimientos. El americano minimizaba las valoraciones de los médicos que asesoraban a la Casa Blanca y promovía el uso de dudosos productos para la cura del virus. Al otro lado del Atlántico, Johnson insistía en dar apretones de manos en los hospitales contradiciendo las recomendaciones de sus asesores.

Paradójicamente, aunque en público no se mostraban alarmados ante la propagación y letalidad del COVID-19, cuando Trump lo contrajo sus médicos le administraron todos los tratamientos, incluidos los experimentales, que en ese momento no estaban a disposición de los comunes mortales. Igualmente, Johnson se infectó y acabó en cuidados intensivos por falta de oxígeno.

Pero el díscolo primer ministro británico parece no haber aprendido de sus tropiezos y excesos, tal vez porque fueron estas salidas de tono las que le proporcionaron popularidad entre buena parte del electorado. SOlo así se explica que, de acuerdo a publicaciones recientes, participara en una serie de fiestas clandestinas celebradas en su residencia oficial coincidiendo con las peores épocas de la pandemia.

Resulta ser que en mayo de 2020, cuando la población estaba confinada y enfrentaba multas de hasta $13,000 si hacían reuniones ilegales, Johnson y su equipo se comportaban como adolescentes al frente de guateques ilícitos. La consigna para la celebración clandestina era la de “Trae tu propia bebida” y los traviesos invitados llevaron hasta la residencia oficial bebidas alcohólicas ocultas en maletines.

En ese año tan duro para los británicos se llegaron a registrar hasta 400 muertes diarias. En víspera de las honras fúnebres del Duque de Edimburgo que se celebraron el 17 de abril de 2021, también tuvo lugar una concurrida reunión. Al día siguiente la Reina Isabel II desfiló sola y observó las medidas impuestas por el gobierno cuando despedía a su marido.

Una vez que ha reventado el escándalo, Johnson se ha disculpado ante el Parlamento y se ha justificado esgrimiendo que fueron eventos de “trabajo”. Sin embargo, todo apunta a que tanto él como sus invitados se lo pasaban en grande mientras la gente obedecía las medidas restrictivas y ni siquiera podía estar junto a sus seres queridos cuando éstos se debatían entre la vida y la muerte en los hospitales.

Ahora sus propios compañeros de partido lo repudian y el futuro político de Boris Johnson está en la cuerda floja. De la noche a la mañana las bufonadas que tanta gracia les hicieron a quienes votaron por él ya no surten efecto y no generan réditos para el Partido Conservador. El líder de la oposición, el laborista Keir Starmer, ha dicho: “Se acabó la fiesta, primer ministro”. Lo sorprendente es que haya durado tanto.

Siga a Gina Montaner en Twitter: @ginamontaner. ©FIRMAS PRESS