El abrupto final de los dos hermanos que revolucionaron la industria automotriz

Mientras ayudaban a su padre a reparar motores de botes, los pequeños hermanos Dodge soñaban con tener algún día su propio taller, pero lo que nunca imaginaron es que dejarían su sello en la industria automotriz y que su empresa se convertiría en el segundo fabricante de automóviles en los Estados Unidos. Mucho menos vislumbraron que la tragedia los malograría justo cuando estaban en su mejor momento.

John Francis y Horace Elgin Dodge nacieron el 25 de octubre de 1864 y el 17 de mayo de 1868, respectivamente, en Niles, Michigan, en el noreste de los Estados Unidos. Luego de varios años de mudarse de un lugar a otro, en 1886 la familia se estableció en Detroit, donde los dos hermanos llegaron a ser contratados por talleres mecánicos muy importantes, como Murphy's y Windsor's.

En 1896 se unieron con Frederick Evans y crearon la empresa de fabricación de bicicletas Evans and Dodge Bycicle Company. Sus creaciones en dos ruedas se volvieron especiales gracias a un genial invento de Horace: los rulemanes. Estos "bolilleros" que optimizaban el andar al reducir la fricción pronto fueron adoptados por toda la industria.

Al poco tiempo, los hermanos Dodge vendieron su participación en la compañía de bicicletas y abrieron su propio taller de máquinas, donde comenzaron creando repuestos para estufas, pero rápidamente viraron hacia la fabricación de piezas de una industria que estaba a punto de cambiar el mundo: la automotriz.

Establecieron primero un pequeño taller de máquinas en una Detroit que ya empezaba a forjar la unión entre las grandes mentes industriales y la poderosa fuerza laboral que la convertiría en la capital automotriz del mundo. Más tarde, John y Horace se trasladarían a un lugar mucho más amplio donde llegarían a emplear a 200 hombres.

Pronto se ganaron la reputación de ser los mejores en lo suyo y empezaron a firmar contratos con grandes fabricantes de autos para crear motores, transmisiones y otras autopartes. Un día golpeó a su puerta un interesado muy particular: un tal Henry Ford, que hacía poco había fundado una compañía que haría historia, la Ford Motor Company.

Se volvieron tan imprescindibles para Henry Ford, que, cuando no les podía pagar en efectivo, este les regalaba acciones de su compañía. Así, se hicieron con el 10% de esa empresa. Luego fueron designados para producir el Modelo T e incluso rediseñaron piezas de este automóvil que revolucionó la industria. Es más, John se convirtió en el vicepresidente de Ford.

Sin embargo, un día decidieron cortar los lazos con Ford y comenzar su propia compañía: así, en 1913, nació la Dodge Brothers Motor Car Company. Los dos grandes emprendedores, no tardaron mucho en expandir su planta y construir una pista de pruebas que se convirtió en única en su tipo.

Dodge produjo su primer vehículo en 1914, el Dodge Modelo 30, que fue diseñado como un competidor para el Ford T. El auto, que se distinguió de inmediato por su construcción completamente de acero, un sistema eléctrico de 12 voltios y la friolera de 35 caballos de fuerza, se vendió como "pan caliente".

Pablo Gualtieri, periodista especializado en historia de la industria automotriz, señala un detalle interesante de aquellos tiempos: "El primer emblema distintivo acuñado por los hermanos Dodge incluía la estrella de David, por ser ellos de religión judía".

Comenzaron a brotar concesionarios Dodge por todo el territorio de los Estados Unidos, y los geniales hermanos recibieron 22.000 solicitudes para abrir nuevos locales, incluso antes de haber terminado la producción del Modelo 30.

No se detuvieron ahí, puesto que siguieron con la fabricación de nuevos modelos, entre los que se destacaron los autos de invierno (con tapas duras y ventanas laterales). Es más, comenzaron una campaña publicitaria con el eslogan "Habla por sí mismo", e inventaron la palabra "confiabilidad", que pronto se agregó al diccionario.

Gualtieri cuenta que, en 1917, cuando Estados Unidos entró en la Primera Guerra Mundial, los Dodge acompañaron a la producción de autos privados con la fabricación de camiones, ambulancias, vehículos militares y piezas de artillería.

"En el mismo período, la empresa de Detroit puso a punto el que fue considerado como el primer coche cerrado de la historia del automóvil con carrocería enteramente de acero, valiéndose de la preciosa colaboración de Edward Budd, quien poseía un famoso taller de estampación, y que realizó la construcción soldando nada menos que 1200 piezas estampadas. Desde entonces, el uso de la madera en las carrocerías declinó de manera rápida", relata Gualtieri.

Su expansión parecía no tener fin: agregaron nuevos vehículos y se extendieron a nuevos mercados, como el del vecino Canadá. Ganaron millones con la venta de acciones y dividendos de Ford y con la comercialización de sus propios vehículos, algo que los posicionó como los segundos fabricantes de autos en el mercado estadounidense.

Aquellos dos chicos de Niles que habían aprendido ayudando a su padre en el taller eran ahora reconocidos como dos genios de la industria, habían creado una empresa que era sinónimo de éxito y embolsaban millones de dólares. Estaban en su mejor momento. Tocando el Cielo con sus manos. Pero... siempre hay un "pincelazo" que lo estropea todo.

En 1919, John quiso estar presente en la exposición Auto Show de Nueva York, en el que sería el primer Salón del Automóvil después de la Gran Guerra. Pero justo por esa época, la ciudad estaba asolada por una pandemia de influenza, que hasta el día de hoy se considera uno de los brotes de enfermedad más mortales de la historia. Ahí mismo se contagió y cayó gravemente enfermo.

Al enterarse del estado de su hermano, Horace fue a verlo, se sentó junto a su cama y también se enfermó. En una época en la que no había antibióticos, estaban prácticamente condenados a muerte. En pocas semanas, el 14 de enero de 1920, John murió. El 10 de diciembre de ese año, su hermano lo siguió a la tumba. Se terminó así la historia de dos pioneros de la industria automotriz, dos hombres que crearon una marca que perdura hasta estos días.

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