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A sus 68 años y con movilidad limitada su deseo de Navidad es estar más cómodo en casa

Pedro Arvelo rara vez iba al hospital en su juventud. Estaba sano. Pero a principios de la década de 2000 algo empezó a fallar. Tareas sencillas como subir las escaleras en el trabajo le dejaban exhausto y débil. Entonces, el 25 de abril de 2006, sufrió un derrame cerebral que le impidió mantener el equilibrio y entorpeció su capacidad de caminar.

Arvelo, que pasó gran parte de su vida cuidando a su difunta madre, tiene 68 años. Vive solo y sobrevive con cupones de alimentos y pagos por discapacidad en The Hamlet, un complejo de apartamentos de Miami Gardens para personas de 62 años o más. Su ejercicio diario consiste en sacar la basura –en silla de ruedas– a un contenedor exterior. Rara vez sale de casa, solo para ir al médico una o dos veces al mes.

Los accidentes cerebrovasculares son la principal causa de discapacidades graves de larga duración en Estados Unidos. Cada 40 segundos alguien sufre uno, según los Centros para el Control y la Prevención de Enfermedades (CDC). Entre el 20 y el 25% de los sobrevivientes de una apoplejía no pueden caminar sin ayuda física, según los Institutos Nacionales de la Salud (NIH).

“Mi apoplejía fue bastante benigna”, dice Arvelo. “No me afectó a los brazos ni a la mente. El problema radica únicamente en las piernas; siento un dolor constante en ellas”.

Pasa gran parte de su tiempo en un sillón reclinable con ascensor roto que no puede permitirse sustituir. Sin embargo, mantiene una actitud positiva ante la vida y ha aprendido a vivir con su padecimiento.

Pedro Arvelo, de 68 años, vive solo en casa y pasa la mayor parte del tiempo en su sillón reclinable.
Pedro Arvelo, de 68 años, vive solo en casa y pasa la mayor parte del tiempo en su sillón reclinable.

“Pedro es una persona maravillosa”, dice Alex Guillén, trabajador social de la North Miami Foundation for Senior Citizens’ Services, organización que le entrega una semana de almuerzos todos los miércoles y que lo nominó para recibir ayuda del Wish Book (Libro de los Deseos). “Hablo con él muy a menudo. Siempre está de buen humor y es muy educado”.

Nacido en Nueva York de padres dominicanos que huyeron de la dictadura de Rafael Trujillo, Arvelo jugó al béisbol en su juventud, aunque nunca le apasionó. Sus aficiones favoritas eran coleccionar monedas y sellos.

Aunque tuvo que vender la mayoría de sus colecciones por problemas económicos en 1995, ha guardado un libro de sellos de su juventud, que espera pasar a alguien tan apasionado por el tema como él.

“Cuando muera, no quiero que mi colección se quede en cajas”, dice Arvelo. “Me gustaría dársela a alguien que también esté interesado en la filatelia”.

Arvelo y su familia se trasladaron a Santo Domingo, la ciudad natal de sus padres, cuando él tenía 11 años, poco después de la caída de Trujillo. Trabajó en la Universidad Eugenio María de Hostos como asistente en el departamento de medicina y llevó una vida relativamente normal. Sin embargo, después que su madre se enfrentara a múltiples urgencias médicas, una de las cuales acabó con la amputación de una pierna, se trasladaron de Santo Domingo a Miami en 1998 para tener un mejor acceso a la medicina y la atención geriátrica.

“En Santo Domingo, la medicina se estaba quedando atrás”, dice Arvelo. “Llamabas a una ambulancia y tardaba 50 minutos en llegar”.

Aunque abandonó Nueva York a una edad temprana, Arvelo regresó varias veces en su vida adulta para visitar a viejos amigos. Sin embargo, el tiempo y la distancia han tensado muchas de esas relaciones. “Hace más de 30 años que no veo a mis amigos”, dice Arvelo. “Con mi estado, ya no puedo viajar”.

Tras sufrir un derrame cerebral a los 52 años, Arvelo se apoyó mucho en su madre, Corina, y en su hermana, Yvette. Corina murió a los 98 años e Yvette se enfrenta a la ceguera de un ojo. Ahora, Arvelo pasa la mayor parte del tiempo solo en casa. “Cuando vives con esta enfermedad, aprendes a estar bien con tu propia compañía”, dice Arvelo.

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Cómo ayudar: Wish Book está tratando de ayudar a esta familia y a cientos de personas con necesidades este año. Para donar, puede hacerlo de manera segura aquí.

Cuando no usa una silla de ruedas o un andador para moverse por la casa, Arvelo descansa en el sillón reclinable de su difunta tía, que tiene desde hace 16 años. Sin embargo, el tiempo le ha pasado factura y el sillón reclinable está roto.

“No se nota a simple vista, pero cuando me siento, me duele la cadera”, dice Arvelo. “Siempre veo la televisión desde ese sillón porque estar mucho tiempo sentado en la silla de ruedas me hace daño a la espalda”.

El deseo del Wish Book de Arvelo es un nuevo sillón reclinable de tela, similar al que posee actualmente. Como recibe $841 mensuales en prestaciones por discapacidad y su alquiler es de $812, no tiene dinero para comprar uno nuevo por sí mismo.

“Vivo de mi cheque de discapacidad, pero eso solo alcanza para el alquiler y las facturas de gas”, dijo Arvelo. “No puedo permitirme comprar uno yo mismo”.

Aunque no los ve tan a menudo como le gustaría, Arvelo mantiene una estrecha relación con su familia, especialmente con su hermana mayor y su sobrina. Sin embargo, debido a su limitada movilidad, no puede visitarlas y en su lugar tiene que esperar a que ellas vengan a verle.

“Hace más de tres años que no voy a casa de mi hermana”, dice Arvelo. “Hay un escalón en la puerta de entrada que no puedo pasar usando una silla de ruedas o un andador”.

Sin embargo, se ha adaptado a su discapacidad. “Un derrame cerebral no es una enfermedad, es una condición”, dijo Arvelo. “Es mi forma de ser”.

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Este artículo fue redactado para la Red de Medios de Comunicación del Sur de la Florida de la Universidad Internacional de Florida (FIU).