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40 años de la muerte de Bobby Sands, figura clave en el conflicto del Úlster

Dublín, 5 may (EFE).- Como cada mañana de cada 5 de mayo, Jake Mac Siacais ha visitado el cementerio Milltown de Belfast "para rezar" ante la tumba de Bobby Sands, el líder del IRA que falleció hace 40 años en la prisión norirlandesa del Maze tras una huelga de hambre, un episodio que conmocionó al mundo y transformó radicalmente el conflicto en la provincia británica.

Debido a la pandemia, el Sinn Féin, antiguo brazo político del ya inactivo Ejército Republicano Irlandés (IRA), ha organizado eventos de bajo perfil, la mayoría online, pero el legado de Sands, un icono del nacionalismo en la isla, sigue muy vivo cuatro décadas después de su muerte, más ahora que el Brexit ha reactivado el debate sobre la reunificación de las dos Irlandas.

"Si se consigue, será por medios democráticos y pacíficos, a través de la vía que abrió Bobby con la participación del movimiento republicano en la política", asegura a EFE Mac Siacais, compañero de Sands en los infames "Bloques H" del Maze, lugar donde se encerraba a los prisioneros del IRA y paramilitares protestantes durante el conflicto (conocido en inglés como los "Troubles").

Su celda estaba junto a la de Sands, vacía desde que fue trasladado a la enfermería de la prisión para pasar sus últimos días "ciego, muy débil y protegido por una carcasa metálica para evitar que las sábanas tocasen un cuerpo reducido a huesos", explica Mac Siacais.

"Oímos la noticia de su muerte de madrugada -recuerda-, en las radios que habían fabricado ingenieros del IRA y que nos hicieron llegar de contrabando. Me tumbé sobre mi catre y lloré, tenía el corazón roto".

Habían pasado 66 días desde que Sands dejó de comer en protesta por la decisión del Gobierno británico de retirar en 1976 a los republicanos su estatus de prisioneros políticos, una medida dirigida contra las actividades del IRA, embarcado entonces en una sangrienta campaña terrorista.

HUELGAS DE HAMBRE Y CONMOCIÓN INTERNACIONAL

"Queríamos llamar la atención sobre nuestras condiciones y legitimar nuestra causa ante una audiencia internacional. Mostrar que Londres quería retratar la guerra en Irlanda como un asunto de ley y orden que debía abordar como si fuera una conspiración criminal", expone Mac Siacais.

Esa "audiencia internacional" no fue demasiado receptiva al comienzo. Ni siquiera la prensa de Dublín, afín a la lucha por los derechos civiles de la comunidad católica norirlandesa, consideró que las huelgas de hambre tenían sentido, dadas las atrocidades que cometían ambos bandos.

Además, el IRA y el Sinn Féin tenían enfrente una rival implacable en la figura de la primera ministra británica Margaret Thatcher, la "Dama de Hierro", que solo concedió algunas demandas, y solo después de que los nueve huelguistas que siguieron a Sands en intervalos sucesivos de tiempo (para rentabilizar la publicidad internacional) también murieron por inanición.

Sin embargo, todo cambió, destaca Mac Siacais, cuando Sands, 42 días después de iniciar su huelga, ganó un escaño en el Parlamento de Londres por la circunscripción de Fermanagh y Tyrone-Sur como candidato del Sinn Féin, manejado ya en la sombra por personajes clave como Gerry Adams, uno de los arquitectos del proceso de paz.

THATCHER CONTRA EL IRA

En mayo de ese mismo año, otros dos prisioneros de los "Bloques H" lograron sendos asientos en el Parlamento de la República de Irlanda, prueba de la creciente popularidad de sus demandas entre un electorado normalmente hostil hacia la violencia del IRA.

Aunque por aquel entonces el Sinn Féin mantenía una política de abstencionismo en los Parlamentos de Londres, Belfast y Dublín, la semilla para un cambio radical en la constitución del movimiento republicano había sido plantada, observa Mac Siacais.

La muerte de Sands provocó durante días violentos disturbios en el Úlster, así como multitudinarias manifestaciones en Dublín, Estados Unidos, Australia, Nueva Zelanda y varias ciudades europeas, una ola de simpatía de la que tomó nota el liderazgo republicano.

ARMAS Y URNAS

"Desde principios de los 80, yo y otros prisioneros como Bobby ya abogábamos firmemente por seguir una estrategia que ampliase la base de la causa, en la que primase la política sobre las armas, en la que la lucha armada fuese una táctica, el último recurso para avanzar cuando no hubiese otro camino", indica Mac Siacais.

Esas propuestas llevaron al Sinn Fein a adoptar su famosa política de "la pistola y la urna", una combinación que a la larga, situaría al movimiento en una encrucijada y que llevaría al abandono definitivo de la violencia.

A finales de la década de los 80, alentado por el éxito electoral de Sands, el Sinn Féin eliminó finalmente su posición abstencionista y sentó a sus diputados en el Parlamento irlandés, aunque aún reservaba al IRA el "derecho a las armas". Y de hecho, siguieron las atrocidades, causando más de 3.000 muertos hasta la firma del acuerdo de paz del Viernes Santo en 1998.

Dos décadas después, los republicanos ocupan 26 de los 90 escaños en Belfast, a solo uno del mayoritario Partido Democrático Unionista (DUP), con el que comparte el Gobierno norirlandés, mientras que el pasado año fue el partido más votado en las elecciones generales irlandesas.

"La muerte de Sands y los otros huelguistas marcó el comienzo del fin del conflicto", celebra Mac Siacais al recordar a su compañero de cárcel.

Javier Aja

(c) Agencia EFE