Anuncios

3 lecciones que se pueden sacar hoy de la respuesta de las escuelas a la pandemia de 1918

Mary Battenfeld, profesora de prácticas de Estudios de Estados Unidos y Nueva Inglaterra de la Universidad de Boston,
Mary Battenfeld, profesora de prácticas de Estudios de Estados Unidos y Nueva Inglaterra de la Universidad de Boston,

Estos niños aprendieron a permanecer seguros en las escuelas durante la época de la pandemia de 1918. Biblioteca de la Universidad de Cornell

Al igual que sucedió en 2020, durante la pandemia de gripe de 1918 se cerraron la mayoría de escuelas de Estados Unidos. Se suspendieron las clases durante cuatro meses, con algunas excepciones, para frenar la propagación de la enfermedad.

Como profesora que enseña y escribe sobre la historia de los niños, he estudiado la respuesta de las escuelas a la pandemia de gripe de 1918. Aunque con cautela de no mirar el pasado con los ojos del presente, hay tres lecciones que los docentes y legisladores de hoy pueden extraer de la respuesta de las escuelas y las comunidades a la pandemia del siglo pasado.

1. Invertir en enfermeros escolares

Introducidas por primera vez en 1902, las enfermeras escolares tuvieron un papel transformador.

En lugar de enviar simplemente a los estudiantes enfermos a casa, donde se perderían las clases y no recibirían un tratamiento, las enfermeras cuidaban a los niños enfermos y daban información sanitaria a sus familias.

Después de que un estudio demostrara que la presencia de enfermeras reducía el absentismo de los estudiantes a la mitad, cada vez más ciudades pusieron dinero. Once años después de que la primera enfermera fuera contratada, casi 500 ciudades estadounidenses empleaban a profesionales sanitarios para las escuelas.

En 1919, la enfermera S. M. Connor, a modo de disculpas por no hacer más “debido al hándicap de la epidemia de gripe”, envió un informe sobre su trabajo a la junta escolar de la escuela de Neenah, Wisconsin. Connor realizó 1216 visitas domiciliarias, llevó niños al médico y dio charlas de salud comunitaria, además de realizar exámenes y seguimiento en la escuela.

En noviembre de 1918, el inspector de salud de la Ciudad de Nueva York, Royal Copeland, subrayó el papel de las enfermeras escolares. Estar bajo “observación constante de personas calificadas” otorga a los estudiantes “un nivel de seguridad que de otra manera no sería posible” y “nos da la oportunidad de educar a los niños y sus padres en base a las demandas sanitarias”, dijo en un informe titulado “Lecciones de la epidemia para la próxima vez”.

2. Colaborar con otras autoridades

En una nueva versión modificada del proverbio africano “se necesita una aldea para criar a un niño”, un estudio en escuelas de 43 ciudades durante la pandemia de 1918 identificó un elemento clave para tener una respuesta exitosa: la “planificación conjunta entre las autoridades sanitarias, educativas y políticas”.

En Milwaukee, Wisconsin y Rochester, Nueva York, las autoridades escolares y sanitarias aunaron sus fuerzas con organizaciones que representaban a las comunidades de inmigrantes. En Los Ángeles, el alcalde, el inspector de sanidad, el jefe de policía y el superintendente escolar colaboraron para monitorear las tasas de infección, formar a los profesores y preparar y mandar deberes para casa a 90 000 estudiantes.

Dicha cooperación también ayudó a las escuelas cuando volvieron a abrir.

En San Luis, mientras las escuelas estaban cerradas, los coches policiales se reconvirtieron en ambulancias y los profesores trabajaron en agencias de salud. Los estudiantes volvieron a la escuela el 14 de noviembre, pero hacia final del mes, la ciudad volvió a ver un aumento de los casos de gripe, lo cual llevó de nuevo al cierre escolar.

Los responsables políticos, sanitarios y educativos diseñaron una reapertura gradual en la que se abrieron primero las escuelas secundarias y, un mes después, cuando los casos en niños pequeños habían caído, las escuelas primarias. Gracias a esta colaboración, San Luis tuvo 358 muertes por cada 100 000 personas, uno de los mejores porcentajes en el país.

3. Vincular la educación a otras prioridades

En 1916, la Oficina de Educación de Estados Unidos proclamó que la “educación en las escuelas es importante, pero que la vida y la salud lo son más aún”.

Los reformadores de ese período, conocido como la era progresista, se tomaron en serio esa premisa. Además de las enfermeras en las escuelas, pusieron en marcha programas de comedor infantil, construyeron parques infantiles y promovieron la educación al aire libre.

Atacaron las barreras sociales que perjudicaban la salud y el bienestar de los niños promulgando leyes de trabajo infantil, estableciendo la escolarización obligatoria y mejorando los bloques de viviendas en los que vivían millones de niños.

Para cuando llegó la pandemia, el presidente Woodrow Wilson ya había declarado 1918 como el “Año de los Niños”. Las escuelas estaban listas no solo para impartir lecciones, sino también para dar comida y proporcionar atención médica.

Cuando reabrieron las escuelas, los niños pudieron aprender en lo que Copeland describió como “escuelas amplias, limpias y aireadas” con espacios al aire libre.

Los niños que juegan en un tejado de Boston en 1909. Lewis Wickes Hine / Biblioteca del Congreso
Los niños que juegan en un tejado de Boston en 1909. Lewis Wickes Hine / Biblioteca del Congreso

Prestemos atención a esas lecciones en 2020

Un siglo después de que los estadounidenses aprendieran la importancia de invertir en enfermeras escolares, cada vez son menos las escuelas que las emplean. Solo un 60 % de escuelas tienen una enfermera o un enfermero a tiempo completo y alrededor del 25 % no tienen. Un análisis reciente concluyó que una reapertura segura costará un promedio de 400 000 dólares más por distrito en concepto de contratación de más enfermeros.

Estas cifras son mayores para las escuelas urbanas que educan a más estudiantes de color, pobres e inmigrantes, y se dan debido a las consecuencias económicas de la pandemia ya están haciendo que los distritos recorten sus presupuestos.

Aun así, y a pesar de que el gobierno federal a veces tiene respuestas que causan divisiones, las comunidades locales, igual que en 1918, están combatiendo a esta pandemia devastadora con trabajo en equipo. En Boston, Chicago, Dallas, Sacramento y otros lugares, los ayuntamientos, distritos escolares, ONGs y organizaciones laborales y empresariales están trabajando juntos para satisfacer las necesidades de sus comunidades.

Y un movimiento impulsado por el enfado debido al asesinato de George Floyd, la brutalidad policial y la preocupación generalizada por el racismo sistemático está exigiendo que todas las jurisdicciones gasten menos dinero en policía, especialmente ahora, cuando los desafíos que presenta la pandemia han convertido la financiación de las escuelas públicas más esencial que nunca.

Este artículo fue publicado originalmente en Yahoo por The Conversation.