Rosa, la guatemalteca que hizo de su casa un santuario de perros desvalidos

El primer impulso le vino a Rosa al conocer a Killer, un rottweiler mortal entrenado por sus antiguos dueños para peleas callejeras, al que logró rescatar y llevar a casa para curarle las heridas del cuerpo... y de su alma de perro. Meses más tarde sucumbió al encanto de los mestizos Junior, que deambulaban por las calles de Guatemala hambrientos y algo enfermos, y se dejó llevar por la compasión que la embargó ante la tragedia de Gaviota, un perrito enfermo de cáncer al que puso bajo tratamiento de quimioterapia. Gaviota murió, pero ya el destino de Rosa estaba sellado. Su casa, ubicada en un barrio de clase media al norte de la capital de Guatemala, se fue llenando de perros, en su mayoría ciegos y lisiados. Actualmente, esta mujer de 49 años alberga 80 canes en su casa de apenas 200 metros para contrariedad del vecindario, donde no faltan las quejas por los ladridos y los malos olores. Con fracturas tras ser arrollados por vehículos, atestados de parásitos o portando enfermedades crónicas, todos los perros que necesiten atención son bienvenidos en este recinto, en el que también han recibido cuidados varios gatos y palomas. "Cuando veo a un perro en mal estado lo traigo. Alguien me ayuda, pago un taxi o me lo traigo cargado en los brazos", cuenta Rosa Zetino a la AFP sin poder evitar que sus ojos se humedezcan. Todos los días a las seis de la mañana, junto a sus dos hijas adolescentes -con quienes vive en una pequeña área de la casa- y algunos amigos, Rosa inicia las tareas dando de comer a los perros; de inmediato sigue con la limpieza del albergue y, finalmente, se dedica a las curaciones. La necesidad, afirma, le ha obligado a convertirse en una veterinaria empírica. Pero al llegar la tarde, Rosa, quien tiene estudios en Derecho, debe abandonar las tareas de su particular apostolado para ir al trabajo que le da el sustento en una oficina de asesoría jurídica. Proteger a los animales no ha sido una tarea fácil, sobre todo por las carencias económicas, pero Rosa se ha valido de otras personas que le ayudan con alimentos, medicinas y otros recursos necesarios para atender a esa sufrida población canina. La verdad es que "ningún día han pasado hambre" gracias a estas donaciones, menciona Rosa a la AFP mientras dos perros juguetean en el piso de la habitación que usa como clínica. Al tiempo que brinda todas estas atenciones a los perros, Zetino organiza jornadas de esterilización para evitar una reproducción incontrolada de animales que irían a sufrir a las calles, así como campañas de adopción para darles un hogar a muchos que ya están abandonados. "El único amor sincero que uno tiene es el de los animales, porque su amor es desinteresado", asegura Rosa, madre soltera de dos hijas. Ahora, su gran proyecto es adquirir una granja en la periferia de la capital, para disponer de más espacio ante la creciente población canina que ya no cabe en su casa. Según estimaciones de la asociación "Adopta una mascota", en las calles de este país centroamericano deambulan unos 5 millones de perros. Otra agrupación denominada "Asociación de Amigos de los Animales" impulsa en la actualidad un proyecto de ley en el Congreso para imponer multas por el maltrato y abandono a los animales en Guatemala ante la carencia de una normativa de protección animal. El primer impulso le vino a Rosa al conocer a Killer, un rottweiler mortal entrenado por sus antiguos dueños para peleas callejeras, al que logró rescatar y llevar a casa para curarle las heridas del cuerpo... y de su alma de perro. Actualmente, Rosa, de 49 años, alberga 80 canes en su casa de apenas 200 metros para contrariedad del vecindario, donde no faltan las quejas por los ladridos y los malos olores.