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ENFOQUE-Reformas económicas avivan división racial en Cuba

Un grupo de cubanos caminando por una calle en La Habana, sep 2 2014. Las reformas lanzadas por Cuba para modernizar su economía tuvieron un inesperado efecto colateral: aumentaron la división racial en la isla y llevaron a cubanos blancos a recuperar algunas ventajas económicas que los favorecieron durante siglos. REUTERS/Enrique De La Osa

Por Rosa Tania Valdés LA HABANA (Reuters) - Las reformas lanzadas por Cuba para modernizar su economía tuvieron un inesperado efecto colateral: aumentaron la división racial en la isla y llevaron a cubanos blancos a recuperar algunas ventajas económicas que los favorecieron durante siglos. Bajo la presidencia de Raúl Castro, que tomó las riendas del Gobierno cuando su hermano Fidel enfermó en el 2008, Cuba amplió el trabajo en el sector privado, levantó restricciones a los viajes y promueve los pequeños negocios y las cooperativas. Pero la desigualdad se ha ido colando a medida que el Estado cede poco a poco el control casi total que tenía de la economía: gran parte del financiamiento para nuevos emprendimientos como restaurantes, servicios de taxis y hospederías está llegando de manos de familiares emigrados blancos que se establecieron en los últimos 50 años en Florida, Estados Unidos. Fueron ciudadanos de piel clara los que en su mayoría recibieron en Cuba cerca de 3.000 millones de dólares en remesas el año pasado, algo que deja en desventaja a negros y mulatos a la hora de establecer un negocio. Walter Echevarría, un hombre negro de 60 años, es copropietario de una humilde cafetería establecida en el apartamento de su socio en La Habana. De pie, empleados estatales consumen café, bocaditos de cerdo y jugos naturales, gastando en promedio 15 pesos cubanos, poco más de medio dólar. "Para un negocio como el de nosotros no hace falta tanto dinero", indicó. "Hay gente que tiene más posibilidades de poner negocios grandes porque tienen familia fuera, le ponen el capital y hacen una cosa grande". Las reformas económicas trajeron mayores libertades económicas, pero también más discriminación, coinciden expertos. Con un currículo considerable y la esperanza de llevarse más pesos al bolsillo, Miguel Azcuy renunció a su trabajo de mesero en un restaurante estatal. Apostaba a un empleo en el creciente sector restaurantero privado surgido en los últimos dos años. Pero la oportunidad nunca llegó. Azcuy, un negro de 39 años con un título técnico en gastronomía y 15 años de experiencia en el sector, dice que las posibilidades son mucho mayores para los cubanos blancos. "Sentí que los dueños de muchos de estos negocios a los que fui buscando trabajo me miraban con desdén, con desconfianza, tal vez pensando en que mejor no probar por aquello de que los negros sino la hacen (fallan) a la entrada, la hacen a la salida", dijo Ascuy, intentando reír. "Aquí la gente dice que no es racista pero a la hora de la verdad le salen los prejuicios, lo he sentido en carne propia". Al menos anecdóticamente, la división parece obvia en una sociedad que desciende casi en su totalidad de colonizadores españoles y esclavos africanos. Tato Quiñones, un intelectual que preside en la isla la organización Cofradía de la Negritud, dice que basta con observar las pequeñas cifras de negros y mulatos que tienen fuentes de ingreso relativamente lucrativas como restaurantes, bares, hospederías o taxis. Poco después de reemplazar a su hermano Fidel en la presidencia de la isla, Raúl Castro permitió a los cubanos hospedarse en hoteles que una vez fueron exclusivos para turistas. Ahora, según Quiñones, la mayoría de los clientes y empleados del balneario de Varadero son blancos, mientras que la mayoría de los obreros de los hoteles del lugar son negros. DINERO DE MIAMI Cuando los rebeldes liderados por Fidel Castro llegaron al poder en 1959, fue sobre todo la elite blanca privilegiada la que escapo del país para establecerse en Miami, Florida. La fuerza de trabajo -mayormente negra- de obreros, cortadores de caña de azúcar y empleados domésticos se quedó en casa. Con los cambios en las políticas de Estados Unidos hacia Cuba, que relajaron las restricciones de viajes y eliminaron los límites a las remesas, cada vez más cubano-estadounidenses están mandando dinero y visitando la isla. Un estudio del Havana Consulting Group, con sede en Miami, reveló que de los cerca de 3.000 millones de dólares que llegaron el año pasado a la isla en remesas familiares, el 82 por ciento terminó en manos de blancos y un 12 por ciento fue destinado a mestizos. Los negros sólo recibieron un 5,8 por ciento del total. La relación no guarda proporción con la composición de la población: el último censo hace dos años mostró que de los 11 millones de cubanos un 64, 1 por ciento es blanco, un 26,6 por ciento es mestizo y un 9,3 por ciento tiene la piel negra. Las remesas están ayudando a financiar los nuevos negocios, pero también están alimentando la desigualdad. Los familiares de exiliados que reciben remesas pueden comprar productos de primera clase con precios en base dólar, mientras que la mayoría de los cubanos sobreviven con un salario equivalente a unos 20 dólares mensuales. Todos tienen acceso a los mismos servicios gratuitos de educación y salud. Antes de la revolución, la educación -esencialmente la privada- era apenas accesible a negros y mestizos. Los codiciados empleos en los comercios les estaban virtualmente vedados. Incluso los blancos tenían sus propios clubes, playas y fiestas exclusivas a las que no asistían ni negros ni mulatos. Cuando asumió el poder después de la huída del dictador Fulgencio Batista -curiosamente un mulato-, el Gobierno de Fidel Castro proclamó la igualdad racial. El racismo pasó a ser visto como un rezago del capitalismo. En las carreras universitarias, donde antes de la revolución había segregación, comenzaron a codearse blancos y negros. Hoy la sociedad de Cuba es mayormente mestiza, pero aún los cubanos de piel blanca disfrutan de privilegios, excepto en el mundo del deporte o del entretenimiento. Los cubanos tienen diferentes nombres o apodos para las distintas mezclas raciales, pero son considerados descriptivos y no despectivos. Algunos afrocubanos aseguran que no han sufrido racismo durante la revolución, y que han avanzado en sus estudios y profesiones sin mayores obstáculos. Echevarría, el dueño de la cafetería, se confesó conforme con su negocio y no pareció demasiado preocupado por la desigualdad. "El racismo existe, no como antes pero existe", dijo. Pero otros sienten el racismo a flor de piel. Expertos creen que muchos negros quedaron en un estatus económico inferior al de los blancos, quienes, aseguran, todavía tienen mejor acceso a las universidades y a trabajos. Las desventajas se han agudizado con los cambios económicos, como la recesión causada por el colapso de la Unión Soviética en la década de 1990 y más recientemente las reformas del Gobierno. "Esa era la realidad que se ha venido arrastrando y ahora se agrava", explicó Quiñones. En el 2011, el gobernante Partido Comunista abordó el tema cuando reportó la inclusión de representantes de las minorías en su Comité Central. De sus 115 miembros, 36 son negros y mulatos, casi la misma proporción de la población en el último censo. Y la oficial Unión de Escritores y Artistas de Cuba está trabajando en propuestas para contrarrestar el racismo, tocando temas como la representatividad en los medios de comunicación y problemas como el acoso policial en las calles. Pero Cuba, al menos hasta ahora, no publica estadísticas con desgloses por grupo racial, lo que según los expertos está dificultando el diseño de políticas económicas, sociales y culturales que permitan impulsar la equidad. "En Cuba las estadísticas son incoloras", dijo. "O no lo preguntan o no lo recogen. Y si tu quieres emprender medidas para facilitar el crecimiento de personas desfavorecidas, tienes que tenerlas identificadas". (Editado por Juana Casas y Pablo Garibian)