"Hemos llegado a un sistema perverso donde el Estado depende de lo que recauda del juego"

Hay un tema que, hasta ahora, no había sido tratado de manera exhaustiva ni con nombres propios: el matrimonio entre el Estado y el negocio de los juegos de azar. Caracterizado por ser una relación dispar, donde uno es el "socio bobo" y el otro un beneficiario que sobrevive incluso a los cambios de gestión, esta relación explica más de un amorío entre expresidentes, gobernadores y funcionarios que no pueden decirle que no a los jugosos millones de las maquinitas. Pero también explica más de una decepción.

Federico Poore y Ramón Indart, periodistas del Buenos Aires Herald y Perfil.com, investigaron cómo está entrelazado hoy el juego con la política. Dicho con nombre y apellido, cómo Eduardo Duhalde, Néstor Kirchner, Mauricio Macri o Hermes Binner han engrosado sus recaudaciones con Cristóbal López, Daniel Mautone y Daniel Angelici, que a su vez han recibido un trato especial en cuanto a licencias e impuestos. El resultado es una batería de favores, dinero, promesas y  vínculos oscuros que pocos periodistas han logrado poner sobre la mesa.

La investigación reconstruye cronológicamente "el gran negocio de la política argentina", pero sobre todo ataca el núcleo del problema: la manera en que los sectores que menos tienen ven cómo se le van sus ingresos en las maquinitas, enriqueciendo a un puñado de empresarios que reciben cuantiosos beneficios estatales.

¿Por qué el Estado brinda privilegios a estos empresarios? ¿Por qué en los bingos hay tragamonedas? ¿Cómo opera el negocio? Aquí, los autores cuentan cuáles son los puntos ciegos de la ley en Argentina, quiénes son sus principales protagonistas y cómo funciona el "toma y daca" en esta relación dispar entre gobiernos y juego. Relación que tiene una particularidad: el divorcio no parece, por lo menos por ahora, ser una opción.

- Para arrancar por el título del libro, ¿cómo calificarían la magnitud del poder del juego? ¿Es un negocio que actualmente está blindado y negocia siempre a su favor?

- Ramón Indart: El Juego tiene un gran poder, sobre todo por la estrecha relación entre políticos y empresarios del rubro. Además, la política necesita de este negocio para tapar baches administrativos. El mejor ejemplo fue la negociación de Daniel Scioli con los bingueros en 2012 para obtener dinero fresco y poder pagar los aguinaldos de estatales. Este dinero llegó muy rápido a cambio de extender concesiones de licencias de bingos (esto condiciona a las futuras gestiones en Buenos Aires). Sí, el negocio está blindado en algunas provincias, ya que el juego lo maneja cada jurisdicción con cierta independencia. Lo que el empresario siempre busca es obtener seguridad jurídica a través de leyes votadas en Legislaturas y no solo decretos, que son más inestables.

- Federico Poore: Nosotros decimos que el Estado es el "socio bobo" de estos emprendimientos, porque en muchos casos corre detrás de la propuesta del privado y pone a su disposición una batería de exenciones impositivas, otorga generosas licencias y hasta a veces cede terrenos fiscales. El privado está sujeto a algunos vaivenes de la administración - de pronto un gobernador le pide plata fresca para renovar las licencias por una urgencia financiera -, pero en líneas generales nunca pierde.

- Para aclarar un poco el panorama, ¿cómo es la legislación del juego en Argentina y particularmente en la Ciudad de Buenos Aires, donde hay un casino en un barco que nunca zarpa?

- R.I:

La legislación en el juego no es una sola. Como dije, las provincias son las que manejan el negocio. Algunos lo hacen vía decreto, como hizo Kirchner cuando era gobernador y le dio las salas a Cristóbal López, a veces también a través de las legislatura provinciales, como en el caso de Tucumán, donde José Alperovich logró que ese órgano vote y otorgue la concesión del Hotel Casino Savoy a la empresa Ivisa hasta el año 2065, a cambio de una inversión inicial de apenas 69 millones de pesos. En Capital actualmente hay un convenio entre Ciudad y Nación. Pero el problema comenzó hace décadas. Luego de que la Ciudad ganara autonomía, el juego quedó, en los papeles, en manos de los porteños. Pero Lotería Nacional logró que sean de ámbito federal los casinos flotantes - en aguas federales - y el Hipódromo de Palermo, lo cual es más insólito aún, ya que es una sala ubicada físicamente en la Ciudad. Y si bien el gobierno porteño buscó quitarse responsabilidades, lo cierto es que avalaron este estado de situación a través de sendos convenios con Nación.

- ¿Qué recibe el poder político a cambio como para no meterse en los negocios del juego?

- F.P: En primer lugar, financiamiento para sus campañas. Según reveló La Nación, Daniel Mautone apostó fuerte por Martín Insaurralde en las últimas elecciones legislativas. Y según denunció Luis Juez, Cristóbal López le habría ofrecido financiar las suyas si él como intendente de Córdoba lo dejaba entrar con su negocio a la ciudad. Por otra parte, hacerte amigo del binguero implica ir cimentando una relación de favores mutuos, mediante el cual el gobernador sabe que cuando necesite plata va a tenerla disponible - a cambio, por supuesto, de una extensión en el tiempo de la licencia de los privados.

- Bingos, tragamonedas, casinos: ¿por qué bingo termina siendo sinónimo de tragamonedas?

- F.P:

Porque en diciembre de 1998, el Instituto Provincial de Lotería y Casinos (IPLyC) de la provincia de Buenos Aires entendió que las máquinas tragamonedas que los empresarios habían instalado de facto en las salas eran apenas una "variante" del bingo de cartón. Eso marcó una tendencia a futuro en otras jurisdicciones, donde los empresarios - viendo que el bingo de cartón perdía popularidad - recurrieron a los slots para incrementar sus ganancias.

- ¿Qué ley permitió que las maquinitas estén en los casinos?

- F.P: No sabría decirte, pero sé que están hace mucho tiempo. Por ejemplo, el Casino de Las Grutas, que abrió en diciembre de 1989, ya en ese entonces tenía 72 tragamonedas. El de Río Gallegos abrió antes y también tenía su buen número de máquinas. Obviamente, de las electromecánicas: las electrónicas llegaron más tarde.

- ¿Cuál es la diferencia entre tragamonedas y ruleta, a nivel impuestos?

- F.P: La ruleta y otros juegos de paño son juegos de azar. Los economistas y matemáticos con los que hablamos nos contaban que, en general la pérdida para el apostador tiende a balancearse en función de lo que gana el casino cuando sale el cero, es decir, una pérdida en torno al 2,7 por ciento. La máquina tragamonedas, en especial la electrónica, es mucho menos benévola con el apostador, ya que los mismos operadores admiten que pagan premios apenas por encima del requerido por ley, que es 85 por cada 100 pesos apostados en un rango determinado de tiempo. Nosotros insistimos en que el slot es un fichín, una máquina de Sacoa, que cada tanto larga pequeños premios consuelo.

- En 1999, Carlos Ruckauf quiso privatizar el juego en la Provincia de Buenos Aires, cuando estaba al frente de la gobernación. ¿Qué implicaría tal escenario hoy, en tanto pérdidas y ganancias tanto para el arco político como para los empresarios del juego?

- F.P: Convengamos que el juego hoy está privatizado de facto en muchas jurisdicciones, ya que incluso las provincias donde la propia Constitución prohíbe la privatización de la banca han encontrado resquicios legales para introducir al empresario. En Salta, el gobierno directamente le entregó el negocio de forma exclusiva a un grupo austríaco (Entretenimientos y Juegos de Azar S.A., más conocido como Enjasa). No le fue muy bien al Estado: el año pasado, funcionarios provinciales acusaron a Enjasa de lavado de dinero y le quitaron la licencia.

- ¿Cuáles son los principales nombres del juego en Argentina?

R.I:

El primero sin dudas es Cristóbal López, que participa en las empresas Casino Club, el Hipódromo de Palermo y la empresa de captura de apuestas TecnoAcción, y que en 2012 facturó 5.570 millones de pesos. Le sigue el Grupo Codere, una empresa española que lideran José Antonio y Javier Martínez Sampedro y que opera principalmente en la Costa y el conurbano bonaerense. Tiene 14 de los 46 bingos de la provincia, más de seis mil tragamonedas y una facturación cercana a los 2.000 millones. A pesar de sus problemas financieros (está en preconcurso de acreedores), no quiere dejar el negocio en Argentina, que le representa el 40 por ciento de la ganancia a nivel global. Completa el Top 3 la empresa Boldt de Antonio Ángel Tabanelli, que opera el Casino de Tigre (junto a Casino Club), el Casino Central de Mar del Plata y que tiene el negocio de captura de apuestas en cuatro provincias.

- F.P: No hay que dejar de mencionar al presidente de Boca Daniel Angelici, personaje del círculo íntimo de Mauricio Macri, que junto a su socio, el entrerriano Daniel Mautone, explota una serie de bingos en el conurbano. Mautone también es dueño de dos de los casinos más grandes del país: el Casino Victoria y el Arena Maipú de Mendoza.

- ¿Creén que la política tal como la conocemos hoy en el país podría prescindir del juego?

- R.I: Creo que no. Hemos llegado a un sistema perverso donde el Estado depende de lo que recauda del juego y los bingueros no están dispuestos a abandonar el negocio. Hay que tener en cuenta que, por ejemplo, en Buenos Aires el juego es la segunda fuente de ingresos después de la Agencia de Recaudación de la Provincia de Buenos Aires. Así que imaginemos la dependencia. Por eso, en el libro no planteamos su prohibición, pero sí que es necesario barajar y dar de nuevo para reordenar el sector y pautar reglas claras en todo el país.

- La regulación del juego se remonta, como cuentan ustedes en el libro, a la Buenos Aires del siglo XIX. En Estados Unidos, por ejemplo, el juego está apartado, en lugares específicos como Las Vegas. ¿Cuál es el fundamento para alejar al juego, las loterías y las apuestas de los centros metropolitanos? ¿Tiene que ver con una cuestión de alejarlo de los lugares donde las clases más vulnerables tendrían un acceso más facilitado?

- F.P: Sí, es una cuestión de cómo se concibe al juego. En muchas partes las salas están vinculadas al Ministerio de Turismo, entienden que es parte de un ocio "extraordinario", mientras que acá dependen del Ministerio de Desarrollo Social. El gobierno nacional y las administraciones provinciales alientan la idea de que el juego no es un entretenimiento ocasional sino una forma regular de ayudar "a los que menos tienen"... Pero esa trama perversa queda al desnudo cuando comprobamos que el dinero de las apuestas proviene es, en muchos casos, de los menos favorecidos.

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