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¿Podríamos vivir únicamente con energía renovable?

Confieso que yo mismo he tratado este tema varias veces en diversos blogs a lo largo de los últimos años. Imagina que países soleados como España, Marruecos, México, o Australia apostasen fuertemente por la generación eléctrica solar. ¿No llegarían a ser autosuficientes?

Recientemente un artículo en la web de la famosa asociación conservacionista WWF sostenía que Indonesia, Madagascar, México, Marruecos, Sudáfrica, Turquía y el estado indio de Madhya, podrían obtener el 100% de sus necesidades energéticas para el año 2050, instalando plantas solares fotovoltaicas que cubriesen menos de un 1% de su territorio.

¿Suena bien verdad? De acuerdo, el ecologista que todos llevamos en nuestro interior aplaude con la orejas iniciativas como esta. El científico que llevamos dentro, en cambio, se pone a hacer números y simplemente tacha la idea de fantasía o ensoñación.

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Hace unos días, el bloguero Dawn Stover escribía un post absolutamente desmitificador sobre el potencial de las renovables, titulado "comprobando la realidad" (Reality check). En él nos recuerda que a la WWF no le ha dedicado tiempo a evaluar el enorme reto que supone un proyecto a semejante escala.

Para obtener un enfoque realista, en un mundo acostumbrado a que las necesidades energéticas, y la población humana, están en perpetuo crecimiento, habría que contar con los gastos producidos por todos los materiales necesarios no solo para la fabricación de las plantas, sino para la infraestructura necesaria para transmitir la energía generada (entre la que por cierto deberían incluirse medios de almacenamiento para los días lluviosos). No en vano, los autores del artículo publicado por la WWF pertenecen a tres compañías solares: First Solar, 3Tier y Fresh Generation.

Stover cree que los autores son: "visionarios en un mundo que necesita desesperadamente a personas que actúen". En su opinión, proyectos de este calado están destinados a fracasar no solo por los inconvenientes económicos o políticos, sino porque simplemente no son posibles desde un punto de vista físico.

En su opinión, simplemente ahora mismo no contamos con una alternativa a los combustibles fósiles que pueda escalarse rápidamente para cubrir todas nuestras demandas, sin que eso suponga un auge inasumible en el precio de las materias primas, de la energía necesaria para transformarlas, y en la contaminación generada en el proceso.

¿Entonces no existe ningún milagro que permita la transición hacia las renovables sin que el mundo sufra un caos irremediable? Escuchemos a los científicos. Veamos, por ejemplo, lo que publicaron en Scientific American el científico Mark A. Delucci y el ingeniero Mark Z. Jacobson en el año 2009.

En aquel artículo, Dellucci calculó los recursos necesarios para hacer que en el año 2030 toda la población mundial obtuviera su energía de fuentes renovables. ¿El resultado? Miles de millones de sistemas fotovoltaicos en los tejados, millones de turbinas eólicas tamaño "jumbo", decenas de miles de plantas de concentración solar y plantas fotovoltaicas, miles de plantas geotérmicas y centenares de presas hidroeléctricas. Pero el problema es que se espera que tanto la población como los estándares de vida sigan aumentando hasta la llegada del 2030, así que llegado ese momento los cálculos iniciales se habrían quedado cortos.

El astrofísico Tom Murphy, responsable del blog "Do the Math", realizó cálculos centrados por completo en el aprovechamiento de la energía solar, ya que es bien sabido que en una sola hora, el sol entrega a la Tierra toda la energía que la humanidad consume en un año completo.

Estos fueron los números obtenidos: incluso con un ritmo de crecimiento anual en el consumo energético del 2,3%, si quisiéramos energizar a toda una civilización sólo con energía solar, en apenas unos pocos cientos de años nos veríamos obligados a cubrir cada metro cuadrado de suelo disponible con paneles solares con una eficiencia del 100%.

Así pues, como vemos, el problema no es solo tecnológico. Lo que sucede es que resulta imposible sostener un crecimiento infinito en la demanda energética. Así pues, a pesar de que los esfuerzos conservacionistas son más que bienvenidos, nuestro primer objetivo debería pasar por reducir el consumo. Incluso aunque eso suponga renunciar a cosas queridas como coches potentes en los que viajamos solos camino del trabajo, largas duchas de agua caliente cada mañana, o comer carne a diario. ¿Qué tal si aceptamos que un crecimiento continuo en el consumo energético ni es necesario, ni es deseable?

Hasta que el ITER no abra la puerta a la energía barata, limpia e infinita, la única respuesta a esta crisis económica-ecológica pasa por variar nuestro comportamiento.

Fuente: Yahoo! España
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