Los verdaderos "angry birds" existen, y son machos que defienden su territorio

Para muchas especies proteger su territorio, el lugar donde criar a su descendencia, es fundamental. En algunos casos, incluso, se pueden dar luchas a muerte. Al entrar un individuo en el territorio de otro, la única solución posible es un enfrentamiento físico, y el único resultado es que uno de los dos acabe muerto. Pero en otros muchos, la solución que han encontrado aquellos que quieren proteger sus recursos es más sencilla: asusta a tu contrincante. Y si no funciona y este huye, enfréntate con él.

[Relacionado: Los pájaros también se emborrachan]

Según acaban de describir en un artículo de la revista Behavioral Ecology and Sociobiology, esta es  precisamente la estrategia del gorrión cornirrufo pantanero o gorrión lagunero (Melospiza georgiana).

Cuando un macho detecta que otro de su misma especie entra en su territorio, corre a su encuentro y  despliega una compleja “danza” para demostrarle su fuerza y agresividad.

A pesar de que este hecho se conocía desde hace tiempo, y no solo en esta especie, hasta la realización  del experimento por parte de los investigadores de la Universidad de Duke no se conocían los detalles. No se sabía si la danza se realizaba de manera previa a cualquier ataque, como si se tratase de un calentamiento, o si tenía una función realmente disuasoria. Y tampoco se había establecido con detalle en qué consistía la danza, ni qué partes de ella eran las más importantes.

[Relacionado: Así se ve el pensamiento de un pez]

Para poder responder a estas preguntas, el equipo de investigación ha utilizado una estrategia bastante novedosa. Han creado unos pequeños autómatas, unos robots capaces de imitar los movimientos de estas aves, y los han introducido en los cuerpos de ejemplares muertos, tratados para evitar que entrasen en putrefacción. Es decir, contruyeron “robogorriones” para imitar con detalle a los animales vivos.

Estos “robogorriones”- nombre que les han dado sus creadores – fueron situados en la zona de estudio,  dentro del territorio de otro macho. Utilizando un sistema de sonido perfectamente escondido, emitieron grabaciones de los animales para que los machos pudiesen detectar al intruso, y grabaron el resultado del encuentro.

A parte de estos autómatas camuflados de animales, utilizaron animales disecados para comprobar el  comportamiento en caso de que el intruso no se moviese, y otros robots que únicamente plegaban y desplegaban sus alas.

Al analizar las grabaciones, los científicos detectaron rápidamente un patrón. A pesar de que la danza era muy compleja, la parte principal consistía en un rápido batido de alas por parte del defensor. De  esta manera, demostraba su forma física y su fortaleza.

[Te podría interesar:  Así era el verdadero aspecto de los "hobbits"]

Lo más curioso es que estas batidas de alas eran iguales siempre, independientemente de a qué se  enfrentasen los machos. La respuesta era igual tanto si se defendían de “robogorriones” como en el caso de los animales que movían las alas pero no las batía y los que permanecían inmóviles.

Por tanto, la conclusión estaba clara. Dado que las peleas solo pueden terminar con uno de los animales muerto, estos tratan en lo posible de evitarlas. Y para ello despliegan toda clase de trucos, esperando que su contrario se asuste y huya de su territorio.

Eso sí, cuando esto no ocurre comienza la pelea. De hecho, la siguiente parte del experimento, que  consistía en utilizar un sonido no agresivo para hacer presentes los “robogorriones”, la han tenido que suspender de momento. Los pocos autómatas que habían preparado han sido todos atacados por machos defiendiendo sus territorios, con lo que muchos de ellos están dañados; a uno en concreto le falta la cabeza.


Fuente: Yahoo! España
Los verdaderos “angry birds” existen, y son machos que defienden su territorio