La nueva era del divorcio rápido

Pronto divorciarse será más fácil que comprarse una hamburguesa. Si vivimos en la era del "fast food", ¿por qué no implantar la moda del "fast divorce"? No es broma. En Francia el gobierno revisará un reporte que recomienda facilitar el trámite del divorcio de mutuo acuerdo. ¿Nos acercamos al principio del fin de los matrimonios?

Quizás las noticias no sean tan malas para los defensores del añejo convenio entre dos personas. Según las estadísticas de diversos países, la relación entre compromisos y rupturas ha evolucionado como una montaña rusa durante las últimas seis décadas. Nada nos inclina a creer que en el futuro próximo los humanos dejaremos de pronunciar el solemne sí frente a un sacerdote o un funcionario.

Los divorcios nos han acompañado durante milenios. En la antigua Babilonia se aceptaba, a solicitud de cualquier cónyuge. Lo mismo ocurría en Grecia, mientras que en la Roma imperial la práctica de los matrimonios y su disolución no distaba demasiado de nuestras actuales costumbres. Mujeres y hombres han enlazado y separado sus vidas sin cesar, como una de las constantes de la civilización humana.

El francés no es la lengua del amor

Los franceses no dejan de sorprendernos. En 2013 conmocionaron al planeta por la oposición de millones de galos al matrimonio homosexual. La fama de liberal y hedonista de Francia se derrumbó como sus ejércitos frente a los alemanes en la Segunda Guerra Mundial. Ahora avanzan hacia la implantación de los divorcios súper rápidos.

La ministra de justicia, Christiane Taubira, debe de recibir esta semana un informe que aconseja encargar a un funcionario judicial el trámite de disolución del matrimonio, normalmente ejecutado por un juez. Si ambos integrantes de la pareja están de acuerdo, el procedimiento será expedito. En la actualidad toma alrededor de ocho minutos como promedio, pero la espera antes de la cita supera los dos meses.

Más de la mitad de los divorcios en Francia ocurren de manera amigable, de acuerdo con cifras citadas por el diario Le Figaro. París se ha rendido a la evidencia: si la mitad de los casamientos terminará en separación, ¿para qué extender ese momento amargo?

En el país europeo, una reforma similar elevó la cifra de divorcios a más de 152.000 en 2005, según el Instituto Nacional de Estadísticas y Estudios Económicos (INSEE). En Brasil, un cambio equivalente en la legislación disparó el número de divorcios en 2011. Ese año las rupturas superaron en 45,6 por ciento a las reportadas en 2010.

Más que un auge de parejas infelices, en ambos casos las transformaciones en las leyes demostraron cómo la burocracia puede alterar el curso normal de las relaciones interpersonales. Así sucede también en países donde el divorcio está sometido a arduas restricciones o prohibido, como en Filipinas.

¿Dos matrimonios, un divorcio?

Durante años los medios de prensa, algunos expertos y, en particular, los políticos, han blandido una estadística: en Estados Unidos la tasa de divorcios ronda el 50 por ciento. Al margen del debate sobre el rigor de ese número, lo cierto es que alrededor de la mitad de los casamientos en la nación norteamericana no culmina en el amor eterno.

Nadie sabe con exactitud cuál es la tasa de divorcios en Estados Unidos. Desde 1996 el Centro Nacional de Estadísticas de Salud (NCHS) dejó de publicar información detallada sobre ese tema, a causa de la disparidad de los datos entre los diferentes estados y la ausencia de estadísticas provenientes de algunos.

Según el sitio divorcesource.com, la relación entre matrimonios y divorcios se ha movido caprichosamente desde la Segunda Guerra Mundial. En los años del conflicto crecieron las separaciones, pero disminuyeron durante la década de 1950. En las décadas del 60 y el 70 aumentaron de nuevo, antes de descender en los 80.

Estados Unidos no parece el peor lugar del mundo para los románticos. Hace dos años la mayor tasa bruta anual de divorcialidad se reportaba en la Federación Rusa, con 4,7 divorcios por cada 1.000 habitantes, de acuerdo con datos del Anuario Demográfico de Naciones Unidas, de 2012. Varias extintas repúblicas soviéticas acompañaban a Moscú en este ranking de las frustraciones amorosas: Bielorrusia (4,1), Letonia (4,0), Lituania (3,4) y Moldavia (3,1).

Ese informe de la ONU registra una tasa de 2,8 separaciones por cada millar de habitantes en Estados Unidos, lo cual sitúa al país norteño a la cabeza del hemisferio occidental, seguido de cerca por Cuba, con 2,6, pero con un índice de 3,3 en las zonas urbanas de la isla.

Y sin embargo, el amor…

En Estados Unidos ocurrieron 877.000 divorcios en 2011. El número de personas que fracasaron en su empresa amorosa –más de 1,7 millones—bastaría para convertir a Filadelfia, la quinta ciudad más poblada del país, en la Capital de los Divorciados.

Pero los estadounidenses creen aún en el amor como la base del matrimonio y uno de los pilares de la felicidad. Un estudio del Centro de Investigaciones Pew reveló que el 84 por ciento de las personas solteras lo consideraba una razón muy importante para casarse. El 93 por ciento de los cónyuges entrevistados coincidió con esa respuesta.

A pesar de esta fidelidad al más misterioso de los sentimientos humanos, solo un tercio de los americanos todavía espera encontrar su media naranja ideal, el hombre o la mujer elegidos por el destino para acompañarlos por siempre.

El matrimonio ha perdido popularidad en Estados Unidos y en Europa. En 2011 apenas el 51 por ciento de los estadounidenses estaban casados, la proporción más baja de la historia, según la Oficina del Censo. Mientras, en la Unión Europea la tasa de casamientos cayó de 7,9 por cada 1.000 habitantes en la década de 1970 a 4,4 en 2010. Durante ese mismo período el índice de divorcios se duplicó.