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¿La apertura de Cuba amenaza otros destinos turísticos?

El atractivo de las playas cubanas preocupa, incluso, a las autoridades de la Florida.
El atractivo de las playas cubanas preocupa, incluso, a las autoridades de la Florida.

Mientras en la isla los dueños de apartamentos de alquiler y el gobierno, socio mayoritario de todos los hoteles, se frotan las manos a la espera del tsunami de turistas de Estados Unidos, en el Caribe comienzan a sonar las alarmas. ¿Qué ocurrirá cuando desaparezcan las restricciones sobre los viajes al país comunista? ¿Acaso Cuba absorberá también las inversiones destinadas al sector? ¿Y qué pasará con las escalas de cruceros y aerolíneas?

El despertar de Cuba

Sin contar con el mercado estadounidense, Cuba recibió el año pasado más de tres millones de turistas. En las Antillas solo República Dominicana supera esa cifra. Pero si las previsiones más optimistas se concretan, en un futuro no muy distante entre 3,5 y cinco millones de estadounidenses aterrizarían –o desembarcarían—en la nación vecina cada año. Como para inquietar, incluso, a la Riviera Maya.

Claro, esa oleada dependerá en gran medida de fin del embargo. Si consideramos la minoría demócrata en el Congreso y la posibilidad real de que un republicano gane la Casa Blanca en 2016, ese cambio se aleja. A la espera, el arribo de norteños aumentará en el rango de cientos de miles. Ese número no incluye el medio millón de cubanoamericanos que visitan a sus familiares y amigos.

Funcionarios y expertos en la región señalan la infraestructura deficiente como una de las debilidades de Cuba. Si bien la isla ofrece 61.500 habitaciones, cerca de la mitad administradas por compañías españolas, esa capacidad no alcanzaría para acoger a los estadounidenses. Además, la red de comunicaciones, el transporte de mercancías, el sistema bancario y otros elementos esenciales para el crecimiento turístico requieren importantes inversiones.

Y he ahí otra amenaza para la competencia caribeña. La irrupción de Cuba como destino sin limitaciones podría atraer el interés de una parte de los inversionistas extranjeros que hoy hacen negocios en otros polos turísticos. Un efecto similar se espera sobre las rutas de cruceros y las aerolíneas, que ensayarían nuevas conexiones con el territorio cubano, en detrimento de sus vecinos.

Pero el horizonte tampoco luce despejado para la isla de 11,2 millones de habitantes. ¿Qué sucederá cuando los estadounidenses sacien su curiosidad, alimentada por cinco décadas de prohibición? ¿Cuba volverá a ser el destino natural de las vacaciones en el Caribe? Por otra parte, aunque Raúl Castro ha planificado su sucesión para 2018, nadie sabe con certeza cómo transcurrirá la transición. Esa incertidumbre puede ahuyentar a los inversionistas y reducir el atractivo del país. Y por último, ¿cómo se solucionarán los litigios por las propiedades estadounidenses confiscadas después de 1959?

Bahamas podría perder una parte del turismo proveniente de Estados Unidos (Wikimedia Commons)
Bahamas podría perder una parte del turismo proveniente de Estados Unidos (Wikimedia Commons)

La cuerda floja de los perdedores

Por el momento, las autoridades turísticas en el Caribe han dado la bienvenida al reinicio de las relaciones entre Cuba y Estados Unidos. La Organización de Turismo del Caribe (CTO) habla incluso de oportunidad. El 70 por ciento de los turistas que viajan a la región provienen de la nación norteña.

En Bahamas, Aruba, las Islas Vírgenes estadounidenses y hasta en Cancún, la reconciliación entre Washington y La Habana despierta menos entusiasmo. Todos esos destinos temen que un número demasiado importante de viajeros norteamericanos decida, al menos, probar suerte en Cuba durante sus próximas vacaciones.

Si el Caribe no incrementa su participación en el mercado de turistas de Estados Unidos, los países del área deberán compartir la torta con un nuevo y muy ávido comensal. Amenaza, en efecto, sobre todo para pequeños estados cuyas economías dependen de la industria sin chimeneas; pero estímulo al mismo tiempo para elevar la calidad de la oferta y conquistar otros mercados emisores.

En este sentido, un segmento de los europeos y canadienses que hoy viajan a Cuba podrían buscar alternativas en la zona caribeña, ante el alud de estadounidenses. Esa “migración” beneficiaría a quienes por otro lado perderán una parte de su clientela tradicional. La apertura de la isla mayor del Caribe desvanecería el atractivo del aislamiento y luego, si se completa la transición hacia una economía capitalista, también borraría la singularidad que no pocos vacacionistas aprecian.

El tema aún abre más preguntas que certezas. No obstante, es innegable que Cuba tiene el potencial para transformar el rostro de la industria turística en el Caribe. Y salvo una improbable voltereta política, esa transfiguración sucederá.