Descubierta una nueva especie de mega-Virus que puede cambiar la forma de entender la vida

Cuando se habla de virus, lo primero que se nos viene a la cabeza son pequeños seres, mucho menores en tamaño que cualquier células, que viven parasitando a otros organismos. La segunda parte es cierta, todos los virus son parásitos obligados. Pero no siempre son tan pequeños, como demuestra un artículo reciente. Y además, pueden dar un vuelco importante en la manera en que entendemos la vida en el planeta.

A los nuevos seres recién descubiertos se los empezó denominando NLF, por las siglas en inglés de “Nueva Forma de Vida” (new life form). Se les dio este nombre ya que no se sabía muy bien de qué se trataba. Vivían parasitando amebas en ambientes acuáticos, pero no parecían comportarse como una bacteria. Y, claro, no podían ser un virus: eran demasiado grandes. De hecho, eran más grandes que algunas especies de bacterias.

Para saber qué tenían entre manos, los científicos centraron su atención en dos características del “NFL”. Por una parte, su incapacidad para fabricar sus propias proteínas. No contaban con ninguna de las herramientas necesarias para crear este tipo de sustancias, ni para modificarlas. En esto se parecían a los virus. Y la forma que tenían de comportarse y reproducirse – duplicando muchas veces su propio ADN, y no por bipartición como las bacterias – también cuadraba con los virus.

Así que todo hacía pensar que era, efectivamente, virus. Pero virus de enorme tamaño, lo cual resultaba desconcertante. La única solución para resolver el misterio pasaba por secuenciar su genoma, estudiar las cadenas de ADN que tenía este extraño ser y compararlas con todas las conocidas.

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Gracias a esto se pudo tener la seguridad de que podían considerarse virus, y también recibieron el nombre científico. Ahora se los conoce como Pandoravirus, porque al estudiar la información genética que contienen se ha abierto la caja de Pandora de la biología.

Estos megavirus tienen un genoma completamente distinto de cualquiera conocido. Únicamente un 7% de sus genes, una proporción mínima, aparece en otros lugares de las bases de datos sobre organismos que se conocen. Y no sólo con animales, plantas, bacterias u hongos; tampoco coinciden con otros virus conocidos.

¿De dónde vienen y para qué sirven esos genes desconocidos hasta ahora? Después de mucho debate, los autores del artículo han llegado a una conclusión: se trata de un Dominio completamente distinto de cualquier otro.

Cuando los biólogos organizan y catalogan a los seres vivos, lo hacen por grupos que engloban cada vez más ejemplares: especies, géneros que contienen varias especies; familias que engloban géneros... El grupo de mayor categoría, el que marca las mayores diferencias, es el de Dominio.

Actualmente, se reconocen tres Dominios. Está por una parte Bacteria, al que se adscriben organismos unicelulares como E. coli, Salmonella, distintas especies de algas unicelulares... lo que tradicionalmente entendemos por bacterias. El segundo sería Archaea, también formado por organismos unicelulares, menos conocidos y generalmente confinados a ambientes extremos. Por último aparecería Eukarya, seres vivos cuyas células tienen un núcleo para proteger el ADN, y al que pertenecemos animales, plantas y hongos, entre otros.

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En todo este esquema, no entran los virus. ¿Por qué? La primera razón es porque no son seres vivos en sentido estricto. No son capaces de alimentarse ellos solos – carecen de metabolismo – ni de reproducirse. Además, siempre se ha pensado que eran evoluciones de otras formas de vida, que se habían ido simplificando con el paso de la evolución hasta convertirse en poco más que un conjunto de genes y una cubierta de proteínas.

Los NFL, los Pandoravirus, dan una imagen muy distinta sobre los virus. La hipótesis que se propone, a la que aún le queda mucho para ser aceptada pero que resulta extremadamente interesante, plantea lo siguiente: en tiempos remotos, hace cientos de millones de años, incluso miles de millones, existió un cuarto Dominio. Los seres pertenecientes a este Dominio se fueron haciendo cada vez más simples, adoptando una forma de vida parasitaria, y terminaron constituyendo los actuales virus.

De momento, la hipótesis no es más que un punto de partida, sin demasiado sustento científico detrás. Sin embargo, hay dos hechos que permiten que se trabaje con ella más allá de un simple ejercicio formal. A lo ya comentado sobre su genoma diferente y su tamaño descomunal – en proporción a lo conocido, se entiende – se suma el hecho de que ya se han encontrado dos “especies” - el concepto de especies es poco aplicable a virus -, muy alejadas entre sí: la primera en Chile (Pandoravirus salinus) y otra en Australia (P. dulcis).

No se trata únicamente una curiosidad biológica, y están dispersos por todo el globo. Probablemente se vayan encontrando más progresivamente y se puedan obtener más respuestas.

Tuve noticia de este artículo a través de Scientific American.