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Cómo una infección puede cambiar el comportamiento

Roedores que dejan de temer a los gatos, o gambas que se vuelven caníbales son algunos de los ejemplos de los cambios que un parásito puede provocar en animales

Un gato juega con un ratón en Alemania el 20 de diciembre de 2014
Un gato juega con un ratón en Alemania el 20 de diciembre de 2014

Que un animal enfermo cambie su forma de comportarse – que esté “bajo de ánimos” - no parece ninguna novedad. Pero demostrar que una infección por parte de un parásito cambia el comportamiento, las estrategias de supervivencia, de un ser vivo ya es otra cosa y sí es noticia. O más bien noticias, ya que han salido dos artículos que tratan precisamente sobre este tema.

Los casos no podrían ser más distintos. En el primer artículo se habla sobre canibalismo en un pequeño crustáceo parecido a una gamba. Y en el segundo, de cómo un parásito bastante común hace que las ratas no sólo pierdan el miedo a sus depredadores, si no que incluso los busquen.

 

Gambas “zombies”

Dos ejemplares de <i>Gammarus duebeni celticus.<br /><br /></i>Credit: University of Leeds
Dos ejemplares de Gammarus duebeni celticus.

Credit: University of Leeds

El canibalismo no es algo raro en crustáceos. De hecho, es relativamente común que los adultos de una especie cacen a los juveniles para alimentarse. Visto así, no parece que una infección afecte en nada.

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Pero el caso de Gammarus duebeni celticus, una pequeña “gamba” de río, es distinto. Porque los animales parasitados atacan mucho más a los miembros de su propia especie. Y lo hacen por culpa – o a causa – de su parásito.

En este caso es un protozoo que se acumula en el músculo, y lo va consumiendo desde dentro. Esto deja a los animales muy debilitados, pero también hambrientos. Aquí el canibalismo juega un papel importante. Como las proteínas de la presa son iguales que las del depredador, se trata de un alimento muy eficiente, y por eso recurren a él.

Y no sólo es que lo hagan más a menudo. También de manera más voraz. Es decir, más violenta, y consumiendo a sus presas mucho más rápido.

 

Ratas que aman a los gatos.

Imagen de astrocitos infectados por <i>Toxoplasma.</i><br /><br />Cr&eacute;dito: Indiana University School of Medicine
Imagen de astrocitos infectados por Toxoplasma.

Crédito: Indiana University School of Medicine

El segundo caso es completamente distinto. Por muchos motivos, pero principalmente porque el cambio es interno. A nivel de proteínas en las neuronas, un caso desconocido hasta ahora.

También es más conocido. La toxoplasmosis es una enfermedad de la que mucha gente ha oído hablar. Entre otras cosas, porque afecta al ser humano. Que se infecta por contacto con gatos parasitados, que contraen la enfermedad al comer ratas afectadas.

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Lo curioso de este caso es que las ratas portadoras de la toxoplasmosis no huyen de los gatos. De hecho, se sienten atraídas por su olor. Gracias a este hecho, el parásito consigue dispersarse, llegar a muchos más gatos, que es el único lugar donde pueden reproducirse.

En el artículo se explica cómo lo logran, cómo le quitan el miedo que sienten las ratas por sus depredadores. Modifican las proteínas de un tipo de células nerviosas, los astrocitos, añadiendo unos compuestos llamados grupos acetilos.

Este cambio afecta a la funcionalidad de las proteínas. Al hacerlo, cambian por completo cómo se detectan ciertas señales y de qué manera se procesa la información. Y lo que antes provocaba rechazo y una respuesta de huida, ahora resulta atractivo.

Si se piensa bien, se trata de una estrategia admirable. Infectar a un animal, alimentarte de él y no sólo eso, conseguir que él mismo te lleve a tu siguiente hospedador. La estrategia es casi perfecta.